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Reflexiones personales

Validez científica, o el santo grial

La pretensión de validez científica se ha convertido en la única manera de tener legitimidad en el discurso sobre la realidad. Lo cual lleva a que a menudo se use de formas completamente diferentes y erróneas, a como debería ser usada la ciencia. Y, sobretodo, como debería ser generada.

Hay palabras que son universalmente consideradas como buenas. Por diversos procesos sociales de convergencia global, esas palabras se han convertido en el epítome de lo que es legítimo y válido en sus respectivos campos. Uno de los mejores ejemplos es “democracia”, que se ha convertido en el único modo legítimo de gobierno y llega al extremo de que incluso los regímenes no democráticos se consideran a si mismos como una democracia, como la República Popular Democrática de Corea (que es la del Norte, no la del Sur).

La pretensión de validez científica es otra de esas cosas que todo el mundo quiere tener. Es el santo grial, que sirve para decir “tenemos razón” y “haznos caso que somos profesionales”. Basta con encender la tele un rato, esperar a que lleguen los anuncios y veremos “dentífrico que blanquea, testado científicamente” (¿Dónde? ¿Por quien? ¿Con qué muestra y metodología?) o anuncios donde se ve gente con batas blancas haciendo cosas con probetas, etc. En todos estos contextos, lo que se busca es rodearse de un halo de cientificidad, para poder afirmar que su producto es bueno, o mejor que la competencia, y por tanto es algo que debemos comprar.

Pero la lucha por la validez científica va mucho más allá de las campañas publicitarias. Debido a la importancia que tiene la ciencia como método de obtener legitimidad, se produce un enorme choque en la sociedad entre las distintas profesiones por su supuesta cientificidad. De este modo, lo que se busca es conquistar nuevas posibilidades laborales al mismo tiempo que se cierra la entrada al intrusismo de los otros: si esta profesión requiere conocimiento científico, y yo soy el que tiene el título apropiado para ejercerla, entonces tú que no lo tienes no tienes los conocimientos y por tanto no puedes quitarme el trabajo.

Puede sonar absurdo, pero es algo muy presente en los conflictos entre disciplinas, y entre los colegios profesionales. Por tanto, para diferenciar entre científicos y no científicos, vamos a ver qué es un científico. Un científico es una persona que estudia alguno de los aspectos del mundo, buscando extraer las normas generales y leyes que explican su funcionamiento, a través del uso del método científico. Eso genera un conocimiento cuya validez puede ser contrastada por cualquier otro científico que repitiese el experimento/estudio y, por tanto, puede ser contrastada, refutada, mejorada, o expandida.

Por otro lado, están los que podríamos llamar los ingenieros. Los ingenieros no son científicos, lo que hacen es aplicar el conocimiento científico generado en otra disciplina, a problemas concretos que requieren solución. No se trata de buscar las normas generales y entender el funcionamiento del cosmos, sino de construir o hacer cosas.

Ahora pongamos un ejemplo. Un biólogo, como persona que se dedica al estudio y funcionamiento de la biología, es un científico; un médico de urgencias que tiene que curar una herida grave no es un científico, es un ingeniero que está aplicando el conocimiento biológico del funcionamiento del cuerpo a la situación de su paciente. Un físico es un científico, un arquitecto un ingeniero. Y así con todas las disciplinas, podemos separar entre los que investigan, y los que hacen.

Con esto en mente, llegamos a disciplinas que son pretendidamente científicas, pero que fallan por otras razones. El principal de los motivos de sus fallos se deben al mal uso de las herramientas del método científico en si, generando con ello un corpus de conocimiento que parece científico pero no lo es. El mejor ejemplo de esto es la psicología, ya que la mayor parte de sus estudios se hacen con métodos científicos más bien insuficientes (muestras muy pequeñas, por ejemplo) lo cual genera un conocimiento cuya validez científica es tan baja que la propia Nature ha considerado que se debe al azar: fruto de una mala metodología, si se repiten los experimentos, los resultados pueden salir diferentes, en más del 50% de los casos, lo cual reduce la validez de esa disciplina a cero. ¿Por qué, si solo fallan la mitad? Porque, básicamente, con un margen tan alto de fallos, el resultado inevitable es que acertar o fallar, siguiendo sus metodologías, es básicamente una cuestión de suerte. Esto ha llevado a que, en muchas esferas pero especialmente la psicología y la medicina, se haya generado una crisis de replicabilidad.

Otro campo donde a menudo falla la validez científica, se da en aquellos donde el objeto de estudio no es realmente científico. En estos casos, no se pueden aplicar las herramientas científicas, y aunque se pretenda que se hace ciencia, no es el caso. Es el caso por ejemplo de la ciencia del derecho, que trata de estudiar un objeto que es creado por los seres humanos: las leyes. Por supuesto, muchos objetos sociales son objeto de estudio científico, sino la sociología no existiría, pero no puedes aplicar el método científico a las leyes. No puedes encuestarlas para saber su opinión, no son actores que puedan cometer acciones, no puedes hacer inferencias sobre su estructura social. Puedes analizarlas y tratar de entender su funcionamiento, pero no de un modo científico, sino de un modo ideologizado, porque como termina la introducción de la wiki, lo que se busca es “su justa aplicación”. Lo justo o injusto de algo, no es algo que se pueda validar científicamente, es una cuestión ideológica sobre el bien, el mal, lo apropiado, lo erróneo, etc. Estudiar un código legal para buscar sus errores, tratar de mejorarlo, adecuarlo a la realidad, y hacerlo más justo es sin duda una causa muy válida, pero no es ciencia, es ideología.

Esto lleva a los fallos derivados no del objeto o del método, sino de la aparición de campos profundamente ideologizados, normalmente poblados por gente que no es científica. El mejor ejemplo de esto son los estudios sobre género, que se encuentran actualmente en voga y que, desgraciadamente, a menudo son realizados por gente que no son científicos. El resultado es que esos estudios tienden a perpetuar la ideología del autor, independientemente de que sean válidos o no desde la perspectiva científica, como muestra este experimento. En este campo que nos sirve de ejemplo (pero hay muchos más), la presencia de muchos activistas y la creación del campo de los “grievance studies” implica que no se posee una adecuada formación científica, ni se busca la validez del conocimiento obtenido; al contrario, lo que se busca a menudo es construir un discurso que parezca científico, de cara a la lucha social. Esto no implica, desde luego, que los estudios de género sean todos así, sin duda desde la sociología si se pueden hacer estudios muy válidos de la desigualdad estructural basada en el género, pero la creación de la noción de estudios de género como disciplina propia en realidad lo que oculta es el paso para alejarse de la ciencia, y acercarse a la ideología.

Y claro, de ahí damos el salto a las cosas que son ciencia, en teoría, pero no tienen ninguna pretensión real de serlo. Es el caso de las religiones nuevas, demasiado a menudo he oído hablar de la relación entre el budismo y la física cuántica; que haya paralelismos, no implica que el budismo ya supiese cómo funcionan la física subatómica, no es un conocimiento válido, es religión. Es como decir que ya conocíamos los átomos porque Leucipo y Demócrito ya tenían una concepción atómica del universo en el siglo V antes de Cristo… sin duda, tenían esa concepción, pero su filosofía no implica que supieran cómo funciona de un modo válido y científico, ni que supieran construir una central nuclear o enriquecer uranio para un misil atómico. Esto todo son ejemplos de cómo el conocimiento que hoy en día damos por sentado, se traspasa a conocimientos previos como formas de legitimarlos en un entorno científico.

Pero claro, el ejemplo de las religiones lo podemos llevar más allá, cuando llegamos a las nuevas sectas como la cienciología, donde el propio nombre ya indica la importancia que le dan a revestirse de una apariencia científica. O los tratamientos naturales que se anuncian siempre como “confirmadas su validez por la ciencia” a posteriori, pese a ser conocimientos milenarios. O la homeopatía, que bajo un revestimiento de supuesta ciencia, lo que se crean son tratamientos muy alejados de cualquier conocimiento válido sobre biología o medicina… y, ya de paso, se cobra un precio exorbitado por ellos. Y, ya puestos, podemos llegar a la convergencia entre religión y tratamientos falsos, y llegar a casos como el del “médico” que se narra en Salvados, donde bajo la apariencia de ciencia, lo que se busca es esquilmar a los pacientes de sus recursos, mezclando distintas técnicas sectarias en sus tratamientos.

Y, ya puestos, podemos llegar al extremo final de lo absurdo de la pretensión de validez científica, que se da cuando se producen conocimientos contrarios a la ciencia, pero que se escudan en “su validez científica” para atacarla. El terraplanismo es un ejemplo perfecto de esto. El punto de partida es atacar la noción de que la Tierra sea una esfera (aproximadamente) y defender que es plana. Por supuesto, esto de base entra en conflicto con ideas centrales como el heliocentrismo del sistema solar defendido desde la astronomía o la propia noción de la fuerza de gravedad propia de la física. Así que se inventan sus propias teorías “científicas” sobre el movimiento del sol y la distancia de este a la Tierra para justificar que sea lo que vemos, de igual modo que defienden teorías como la de que la densidad del fluido donde está la Tierra es la que hace que las cosas bajen (como si las cosas bajasen por ser más densas, y no porque una mayor masa es atraida con más fuerza por la gravedad).

El resultado de todo ello, como se ve, es una enorme amalgama de ejemplos de un mismo fenómeno: la ciencia se ha vuelto la forma de conocimiento válido dominante en el mundo, y para apropiarse de legitimidad todo el mundo se reviste con ella. Igual que Corea y la democracia, tanto por intereses profesionales (como vender productos, o defender tu campo de trabajo frente a otras profesiones) como por ideologías o intentos de invalidar la ciencia, al final todo se reviste de ciencia como modo de parecer serio, seguro, fiable… verídico.

Porque, al final, se establece en la ciencia una conexión directa entre “científico” y “verdad” que, sin embargo, lejos se encuentra de ser cierta. La base de la ciencia, en su principio de falsabilidad, es que no podemos conocer la verdad absoluta porque nuestras herramientas pueden ser insuficientes para percibir fenómenos aún desconocidos pero reales. Sin embargo, podemos falsar teorías, comprobar si se adecúan a la realidad, y cuando fallan, crear teorías mejores y más refinadas. La ciencia no avanza diciendo qué es verdad, sino que avanza diciendo qué no lo es, y proponiendo teorías que (al menos de momento) no se han demostrado erróneas, de modo que podemos operar con ellas.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas sobre la validez del conocimiento científico?

PD: muchas gracias a Héctor Puente por las muchísimas conversaciones que han llevado a este post.

One reply on “Validez científica, o el santo grial”

Muy interesante reflexión, lo de las pseudociencias es un problema enorme. Acupuntura, reiki y demás mierdas new age no sirven para nada bueno.

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