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Engañar el Cerebro

El cerebro funciona en base a una serie de mecanismos que le permiten procesar sólo una parte de la enorme cantidad de datos de la realidad (abrumadora y excesiva para él) y sin embargo hacerse una buena idea del mundo que le rodea. Por eso usa una serie de prejuicios y preconceptos, que le permiten hacerse rápidamente una idea acerca de las personas con las que interacciona. Os voy a poner un par de ejemplos para explicar lo bien, o mal, que funciona esta técnica.

Hay un experimento que se hace con mucha sencillez. Simplemente pasadle a vuestros compañeros de trabajo/clase una lista de caracteristicas de una persona, un compañero imaginario. Sin embargo, a la mitad de la gente dadle una lista donde aparezca la palabra “cálido” y a la otra mitad una donde aparezca “frío”. Y veréis que con ese simple cambio, la imagen mental que los dos grupos van a trazar de esa misma supuesta persona es completamente diferente. Unos lo definirán como más amigable y cercano, mientras que lo otros lo harán como frío, distante y calculador. Sólo por el cambio en una palabra en la lista de rasgos que describen a una persona.

Pero vamos un poco más lejos. Para ello usaré como manera de explicarme el análisis de la película “Memento”, a aquellos que no la hayan visto les recomiendo que no sigan leyendo este post porque voy a destriparla “un poquito”.

La historia no nos importa, sino cómo juega el director con nosotros los espectadores. La historia arranca presentándonos al héroe trágico clásico: guapete, bien vestido (de blanco), atormentado por la pérdida de su verdadero amor, y con una venganza justa que completar. Y como todo buen héroe, tiene un gran defecto, un talón de Aquiles, en forma de una amnesia terrible. Sólo tiene unos hechos que dan sentido a su vida, escritos en su propia piel. Además, en blanco y negro nos cuenta su trágico pasado y su enfermedad, camuflada como la historia de Sammy, que en realidad no es más que él mismo, y que crea un vínculo afectivo con el personaje. Rodeamos a ese personaje “bueno” con una serie de personajes que aparentan ser buenos también, pero que pronto demuestran ser más bien malvados, destacando así lo bueno e indefenso que es el protagonista.

Todo eso revienta al final de la película, cuando el “bueno” demuestra que en realidad siempre ha sido el vil asesino que él mismo creía estar buscando, capaz de matar a su propio amigo para seguir persiguiendo una fantasía. Choque emocional para el espectador ante el giro del argumento, cuando su propia percepción de la historia se ve forzada a chocar con lo que ocurre en realidad. Es lo que se llama una disonancia cognitiva, cuando uno de nuestras ideas, prejuicios o percepciones asumidos (y después de hora y media de película está más que suficientemente asumido) se ve de pronto revelado como falso. Y es parte de la razón por la que nos sentimos realmente dolidos cuando un amigo nos hace una judiada, aunque en realidad sea algo sin importar, casi inocente.

En realidad, todo esto se basa en un detalle básico que compartimos con el personaje: al principio de la película nosotros también estamos “amnésicos”, no recordamos nada de lo ocurrido antes porque aún no lo han contado. Así que nuestros juicios, prejuicios y preconceptos tienen que ser generados de la nada a toda velocidad, sin poder ser corroborados con el tiempo, u otras fuentes. Y la fuente más tradicional de corroboración, la cultura de la sociedad, no da pistas erróneas: que el protagonista siempre es el bueno, que es una venganza justa, que el blanco significa pureza… De hecho, los prejuicios se basan en dos elementos básicos: percepción y memoria. Si en la memoria hay casos similares, inmediatamente quedan catalogados igual al anterior (ahí tenemos la base del racismo, por ejemplo).

Como véis, la verdad y cómo nos relacionamos con ella no se asienta en los hechos, sino en nuestra percepción de los mismos. Por usar un ejemplo de la película, no importan los tatuajes (los hechos seguros y ciertos), sino cómo los percibes, cómo se relacionan con tu memoria, y con todo el macrocosmos de tu conjunto de prejuicios, preconceptos y demás (en resumen, tu forma personal de ver el mundo, condicionada por la sociedad y por tu experiencia en la vida).

Costán Sequeiros Bruna

Estos son los comentarios en el antiguo blog:

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