Este es un tema sobre el que llevo queriendo hablar tiempo, especialmente desde el comienzo de la oleada actual de violencia, pero simplemente no he tenido la ocasión para sentarme a escribir al respecto. Y entonces viene John Oliver y su equipo, con su habitual brillantez y condensan muchas de las cosas que yo diría en un único clip que vale muchísimo la pena ver. Está en inglés, eso si, pero realmente es excepcionalmente bueno.
Category: Actualidad
En esta categoría se recoge el análisis de eventos que están teniendo lugar en el momento en que se escribe el blog.
Sinceramente, empezaré diciendo que no son unas elecciones que me hayan interesado especialmente, y sus resultados tampoco me parece que vayan a dar para mucho. Si resumimos mucho lo que va a ser el análisis es que, básicamente, va a renovarse el gobierno pero con más socios en su interior.
Pero veamos un poco más de detalle. El PP pasa de 89 a 136 pero queda por debajo de las expectativas que ellos mismos habían formado y, como no suma con Vox, se encuentra en una situación en la que ha sacado mayoría de votos pero no es probable que pueda formar gobierno. Así que Feijoo ya ha salido en su primera comparecencia llorando para que “no bloqueen la formación de gobierno” que sería “la primera vez en España que no gobierna el partido más votado”. Lo primero que diría a esto es que las primeras veces tienen que ocurrir antes o después, y no hay nada de malo en ello. En cuanto a lo importante, las elecciones no se ganan o se pierden, no son binarias, sino que reflejan (de modo muy imperfecto) la pluralidad de opiniones y gustos por partidos de los españoles. Ergo, el PP no ha ganado nada ni ha perdido nada, ha obtenido un resultado que le da cierta representación en el Congreso, pero ningún derecho especial por ser más o menos el número de sus escaños salvo (normalmente, depende del Rey) el derecho a intentar formar gobierno primero. Así que si no junta una coalición de partidos (harto difícil) lo que significa es que la mayoría de los representantes de los españoles no está de acuerdo con sus ideas, y por tanto la mayoría de los españoles quieren otro tipo de gobierno. Y no olvidemos que el PP es el primero en gobernar sin la mayoría de los votos allá donde la aritmética de los escaños se lo ha permitido, el victimismo aparentemente solo ocurre cuando es a ellos a quien puede ocurrirles.
¿Por qué Rusia invade Ucrania?
Para entender el presente, como a menudo ocurre, hay que echar un vistazo al pasado. Rusia tiene una larga tradición autoritaria, al fin y al cabo durante buena parte de su historia (desde Iván el Terrible en el siglo XVI) ha estado dominada por zares. El régimen zarista sería destruido en 1917 con los levantamientos de la Revolución Roja que seguían una interpretación “marxista” pasada por los ojos de los avanzados rusos, especialmente Lenin y Stalin. Y una de las cosas importantes de esta modificación de la visión original marxista es que abole la idea de que todo el mundo es igual, para instalar la “vanguardia del proletariado”, que a efectos prácticos se transforma en el aparatchik soviético: una serie de presidentes soviéticos elegidos por sus propios órganos (como ocurre aún en China) que consolidaron una burocracia y un aparato estatal por encima de la igualdad. A su forma, una nueva forma de zarismo.
El régimen soviético es destruido dos años después de la caída del Muro de Berlín, cuando Boris Yeltsin ataca la Duma (el Parlamento) con tanques y destruye la URSS. Eso abre un periodo “democrático” que oficialmente dura hasta el presente, que durante su etapa temprana se caracterizó por la masiva privatización de todo lo que el enorme Estado soviético consideraba propio. Esta privatización creó una nueva clase social, los oligarcas, que se hicieron con la industria y los recursos rusos y los explotaron para su propio beneficio, mientras Rusia como conjunto se volvía capitalista a marchas forzadas, con una población base que nada sabía de capitalismo. Y a Yeltsin, a partir de 1999, le sucedería Putin que ha permanecido en el poder desde entonces (con un breve intervalo de Medvedev para hacer que parezca que cumplen con la Constitución rusa y sus limitaciones de mandatos). A grandes rasgos, especialmente con el paso de los años de gobierno de Putin, Rusia ha vuelto a ser un estado autoritario.
Estaba viendo las noticias tanto ayer (con el programa de Salvados sobre la luz) como en Euronews cuando hablaban de la reciente aprobación por parte del G-20 del impuesto mínimo global del 15% y creo que es hora de retomar este tema del cual ya había hablado en el pasado. Empecemos por tanto por el principio, con una pequeña historia de cómo los impuestos han llegado a como son ahora y por qué son centrales en la existencia mínima del Estado. Así que, érase una vez…
En concreto, una vez que tenía lugar durante la Edad Media, por no irnos más atrás. En ese momento histórico aún no existían los impuestos como los conocemos hoy en día, sino que lo que existía era el hecho de que la nobleza y la iglesia cobraban rentas de los campesinos por trabajar sus tierras. Los diezmos garantizaban así que ambas clases sociales podían vivir sin necesidad de trabajar realmente, porque eran los campesinos libres, los gremiales y los siervos los que cubrían sus necesidades económicas. Pero si avanzamos el reloj vemos que todo ello cambia con la llegada del Renacimiento. Los reinos medievales eran locales y pequeños, estaban divididos entre condados y ducados, enormemente rurales y descentralizados. La llegada del Renacimiento cambió eso, cuando España inicia la creación del primer Estado moderno y su centralización, primero con los Reyes Católicos y posteriormente con sus hijos. Y una de las necesidades básicas para imponer el control centralizado del Estado era la capacidad económica y la otra la militar. Y es que, durante la Edad Media no existía un ejército “del Estado” sino que cada señor feudal tenía su propio ejército y los ponía (o no) al servicio de sus señores según se terciaban las alianzas y las enemistades. Pero la aparición de los Tercios cambia eso, cuando los reyes españoles instituyen un ejército centralizado bajo control real… un ejército que necesita su soldada (sus sueldos) para hacer su trabajo porque era un ejército profesional. Y del otro lado, en Flandes, por ejemplo, la defensa holandesa contra los españoles se basaba en la contratación de mercenarios por parte de las ciudades, para lo cual necesitaban impuestos comunes a sus comerciantes para poder sufragar esos ejércitos. Y así, porque hay que pagar espadas y cañones, es como surgió la necesidad de los impuestos y estos se encuentran en el centro del funcionamiento de todos los Estados. Sin ellos, el Gran Capitán no habría podido hacer sus famosas cuentas que le permitían “disparar con pólvora del Rey”.
Judicialización de la política
En el mundo actual, desde una punta al otro, cada vez es más fácil ver el modo en que la justicia (entendida como institución judicial, no como valor social en este caso) y la política van de la mano. Aunque usaré en este post los ejemplos de Trump en Estados Unidos y de la judicialización de la política en España, lo cierto es que es un fenómeno que va mucho más lejos.
El punto de partida de esta historia se encuentra en la manera en que se entiende en el presente la separación de poderes o, mejor dicho, la falta de la misma. En el siglo XVII y XVIII, cuando comenzaban las teorías que llevarían a las democracias modernas, una de las preocupaciones centrales de los filósofos de la época era el que el poder no se aglutinase en unas pocas manos, en un nuevo “rey”. La idea del mandato imperativo fue un paso importante aunque luego se deshiciese y pasase a constituirse el mandato representativo; y el otro de los principios centrales era la idea de la separación de poderes, que separaba en personas diferentes el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. La realidad que encontramos, sin embargo, es que la partitocracia es el sistema real que tenemos en el mundo actual, de modo que desde uno de los poderes se controlan todos los demás. En el caso español, los miembros del Tribunal Constitucional y el Supremo son nombrados, directa o indirectamente (a través del Consejo General del Poder Judicial) por el Congreso, que a su vez elige al Presidente del Gobierno, de modo que desde el Legislativo se controlan tanto el Ejecutivo como el Judicial. E incluso el cuarto poder, la prensa, se encuentra hoy en día alineada en sus líneas editoriales con ciertos partidos, como se ve claramente en la línea de Fox News en Estados Unidos. Así, el poder no está realmente en manos de la ciudadanía (la base de la democracia) sino en la de los partidos políticos que controlan las instituciones (de ahí que sea una partitocracia).
El segundo impeachment a Trump
El Senado norteamericano acaba de cerrar el segundo impeachment a Trump, una especie de moción de censura a la americana, y su historia es relevante para algunas de las cosas de las que hablamos en este blog, y tiene implicaciones más amplias que son interesantes. Por eso, vamos a echarle un ojo, en relación además con un post que escribí en otoño acerca del modo en que mueren las democracias, que es particularmente relevante ya que, aunque la norteamericana sobrevivió a Trump (al menos de momento) estos eventos ilustran un proceso peligroso que se puede dar en cualquier democracia y en cualquier momento, y para el cual ya tenemos otros exponentes como Bolsonaro en Brasil.
Os voy a contar toda la historia, resumida, del impeachment para aquellos que puedan no estar familiarizados con ella y lo que llevó a que tuviera lugar. Aquellos que si lo estéis podéis saltar directamente a la sección de Consecuencias.
La moción de censura de Vox
Estos días hemos asistido a lo que oficialmente es el intento por parte de Vox de derribar un gobierno y sustituirlo por otro, siguiendo los caminos democráticos para ello. En contra de lo que se dijo en su momento de golpismo y demás en torno a la moción de censura que pone fin al anterior gobierno popular, es una vía perfectamente válida y perfectamente democrática (al menos, si consideramos lo que tenemos una democracia y no la partitocracia que he defendido a menudo que es). Sin embargo, esta moción es extremadamente diferente a la anterior en el punto clave: el objetivo a alcanzar.
En España, la moción de censura es de caracter constructivo. Esto no significa que el debate tenga que ser civilizado o con ideas propositivas de caminos para mejorar, sino que lo que se vota es la sustitución de un gobierno por otro específico. En este caso, la sustitución del PSOE por Vox. Si se tratase de una moción que llevase simplemente a la convocatoria de nuevas elecciones, el análisis sería muy diferente, pero no es el caso.
Racismo y poder en Estados Unidos
Parece increíble que tengamos que hablar de esto en este momento. Racismo, en el país más afectado por el coronavirus. Un país que ha tenido una de las peores respuestas y planificaciones al respecto, que acumula más muertos por la enfermedad que durante toda la Guerra de Vietnam, que tiene un presidente que prefiere no hacer nada o recomendar cosas absurdas a realmente planificar y tratar de solucionar un problema tremendo. Y, sin embargo, pese a todo ello, desde hace unos días, la noticia es el racismo.
El 25 de mayo de 2020, George Floyd fue asesinado en Minneapolis. El asesino, un policía blanco, mantuvo su rodilla sobre su cuello con la colaboración de otros compañeros, durante nueve minutos, aunque Floyd señalaba que no podía respirar y ya estaba totalmente reducido. El “crimen terrible” por el que Floyd perdió la vida es que, supuestamente, compró un paquete de cigarrillos con un billete de 20 $ falso. La policía, cuyo lema en Estados Unidos es “servir y proteger”, mató a un hombre negro que estaba cooperando y estaba inmovilizado, sin que hubiera ninguna razón para ello. Y las calles de Estados Unidos estallaron a medida que se extendieron las protestas y escalaban en fuerza y violencia, pese a la pandemia presente. Sus últimas palabras, tal y como salen reflejadas en el video de su asesinato, son “no puedo respirar”, que actualmente se han vuelto uno de los lemas de las protestas, junto con el slogan “las vidas negras importan”.
La Historia muestra que a menudo, las crisis más fuertes, son herramientas potentes de construcción de un futuro diferente del esperado. Sea el coronavirus o sea cualquier otra, las crisis ponen en tela de juicio el entramado de cada sociedad, poniendo de relieve sus deficiencias, problemas y dificultades. En respuesta, nuevas medidas se pueden tomar para garantizar que esas situaciones no se repitan, llevando a cambios en la sociedad. No se trata, así, de que las crisis sean uno de los motores del cambio social, pero si que actúan como catalizadores y aceleradores del mismo.
Uno de los mayores logros de la segunda mitad del siglo XX para la construcción de una paz ha sido la Unión Europea. Si bien esta crisis ha mostrado que los países siguen compitiendo entre si aunque sean miembros de la Unión, lo cierto es que ya no competimos de modos tan violentos y terribles como hemos hecho en los siglos pasados, e incluso a veces logramos articular respuestas comunes a ciertos problemas, aunque sea tarde y mal.
Probablemente, estas elecciones que se acaban de celebrar hayan sido en mucho sentidos las primeras de la democracia española. Es la primera vez, o como mucho la segunda, que la estructura del bipartito PP-PSOE estaba amenazada desde la desaparición de la UCD. Es la primera vez donde la posibilidad real del ascenso de la extrema derecha estaba sobre la mesa. Y esto se traduce en uno de los datos más importantes, la participación: el 75,75 % de los españoles acudieron a votar.
Y esto, es un dato muy relevante, como veremos un poco más adelante. Pero además del impacto electoral que tiene, es relevante porque nos da una dimensión muy clara de la percepción de los españoles de estas elecciones: no eran unas elecciones cualquiera, cada uno por sus motivos pero eran unas elecciones en las que había que acudir a votar, era importante. Así lo entendieron 3 de cada 4, en uno de los datos más altos de la historia de la democracia española.
Hete aquí que no suelo ser proclive a analizar todas las elecciones que se dan en España y que, sin embargo, por segunda vez le toca a las andaluzas. Y esto se debe a que no solo es la Comunidad más poblada sino que, además, en este caso los resultados son cuanto menos diferentes a los anteriores. Si a esto sumamos que me lo han pedido, pues razón de más para sumergirnos en estos números.
Pero, antes que nada, es importante señalar la relevancia de la casuística. Los resultados de Andalucía (como del resto de Comunidades) no son extrapolables del todo a España en su conjunto porque la identidad andaluza es muy diferente a la de otras regiones. Prueba de ello es el tradicional dominio del PSOE en la Comunidad, frente a otras como Galicia donde tradicionalmente domina el PP. Así que, antes de empezar a dar saltos sobre la invasión de Vox a España o cualquier cosa por el estilo, es importante resaltar esa pequeña pero muy importante cuestión. Dicho lo cual, vamos viendo la trayectoria de los distintos partidos.
Dicen que a la tercera va la vencida y así ha sido: tercera moción de censura a un gobierno en España y la primera exitosa. M. Rajoy ya ha dimitido como presidente del Partido Popular y se retira (en teoría) de la política, dejando un panorama desolador en buena medida del país, y un debate abierto y sangrante en torno a su sucesión. Sin embargo, en torno a esta moción de censura ha habido bastante debate, y corresponde aclarar unas cuantas cosas.
Primero, en España nunca se ha votado al Presidente del Gobierno, al menos no por la ciudadanía. Aunque las campañas a las Elecciones Generales se hacen en clave personalista de quien va a ser Presidente, la realidad es que lo que los ciudadanos votan es una composición de las cámaras, Congreso y Senado, que represente la diversidad del país (en teoría). Es en el Congreso donde se escoge al Presidente, que cuenta así con la mayoría del hemiciclo a su favor.
Coged la institución u organismo que queráis y encontraréis en su interior un cierto número de gente que quiere ascender en el mismo. Da igual que quieran subir de posición en el trabajo, oficiar en una diócesis más importante, o convertirse en la presidente del club de fans de un equipo de fútbol, hay gente que quiere ascender. Y la mayoría de organismos tienen una serie de baremos que deciden cuando alguien merece un ascenso, sea por antigüedad, por alcanzar una serie de metas del organismo, etc.
Por supuesto, todos conocemos de gente que ha ascendido sin cumplir los requisitos, simplemente por enchufe, por que se le deben favores, porque ha destruido a sus rivales o cualquier otra razón injusta que va al margen de los méritos reales.
Terrorismo en Cataluña
Desgraciadamente, toca hablar de nuevo de terrorismo, después de los atentados de ayer. El modelo de ataque sigue siendo el mismo que hemos visto en el pasado, un modelo barato y fácil de reproducir que solo requiere que unos pocos extremistas estén dispuestos a morir por ello. Más barato y fácil que entrenarles a usar explosivos que pueden ser rastreados, a pilotar aviones o a usar armas automáticas. Ciertamente no se consiguen así las cifras de muertos de las Torres Gemelas o los atentados de París, o Bagdad, pero se consigue mandar el mensaje de que no hay lugar seguro. Porque ese es el principal mensaje del terrorismo: que debemos vivir con miedo.
Inglaterra llevaba tiempo sin atentados y ahora, cerca de sus elecciones, se suceden los atentados. Francia tuvo otro atentado poco antes de la ronda final entre Macron y Le Pen. Incluso podríamos irnos a España con el 11-M. Parece demasiado casual que cuando se produce un atentado a menudo sea por la proximidad de las elecciones, especialmente cuando hay partidos políticos que claramente se benefician de posiciones duras en materia terrorista.
Si bien esta teoría de la conspiración se oye ocasionalmente y aparentemente tiene sentido, en realidad hay explicaciones más sencillas y probablemente más cercanas a la realidad, en torno a cuándo y cómo y por qué se produce un atentado terrorista.