Este es un tema sobre el que llevo queriendo hablar tiempo, especialmente desde el comienzo de la oleada actual de violencia, pero simplemente no he tenido la ocasión para sentarme a escribir al respecto. Y entonces viene John Oliver y su equipo, con su habitual brillantez y condensan muchas de las cosas que yo diría en un único clip que vale muchísimo la pena ver. Está en inglés, eso si, pero realmente es excepcionalmente bueno.
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Lo cierto es que nunca he sido demasiado fan de la Guerra de las Galaxias, pero como es la segunda propiedad intelectual más valiosa del mundo de la industria cultural (detrás de Marvel) recientemente he estado prestándole cada vez más atención a su mensaje. Y resulta que, debajo de los héroes y las batallas a sables de luz y de naves espaciales, hay una historia que tiene mucha enjundia a nivel sociológico, sobre los procesos de auge y caída primero de la República y después del Imperio. George Lucas ya dijo hace mucho que la Guerra de las Galaxias era política (de hecho, especialmente el Episodio VI, explícitamente era en su mente una comparación con la situación de Vietnam) y los paralelismos entre la caída de este sistema y la caída de la República Romana y su transformación en el Imperio, el auge de los gobiernos autoritarios y dictatoriales a manos de populistas como Mussolini o incluso los totalitarios como el ascenso de Hitler dentro de su propia democracia son demasiado claros como para que sean casualidad.
Estos procesos normalmente son difíciles de ilustrar porque requieren a grandes masas de personas y dinámicas durante años pero, al tener lugar en pantalla, resulta fácil de seguir al quedar personificado en los protagonistas y los años condensados en unas cuantas escenas. Así que agarrad vuestra espada láser, ajustaros los cascos de piloto y preparad todo lo necesario para viajar a una galaxia muy muy lejana.
¿Por qué Rusia invade Ucrania?
Para entender el presente, como a menudo ocurre, hay que echar un vistazo al pasado. Rusia tiene una larga tradición autoritaria, al fin y al cabo durante buena parte de su historia (desde Iván el Terrible en el siglo XVI) ha estado dominada por zares. El régimen zarista sería destruido en 1917 con los levantamientos de la Revolución Roja que seguían una interpretación “marxista” pasada por los ojos de los avanzados rusos, especialmente Lenin y Stalin. Y una de las cosas importantes de esta modificación de la visión original marxista es que abole la idea de que todo el mundo es igual, para instalar la “vanguardia del proletariado”, que a efectos prácticos se transforma en el aparatchik soviético: una serie de presidentes soviéticos elegidos por sus propios órganos (como ocurre aún en China) que consolidaron una burocracia y un aparato estatal por encima de la igualdad. A su forma, una nueva forma de zarismo.
El régimen soviético es destruido dos años después de la caída del Muro de Berlín, cuando Boris Yeltsin ataca la Duma (el Parlamento) con tanques y destruye la URSS. Eso abre un periodo “democrático” que oficialmente dura hasta el presente, que durante su etapa temprana se caracterizó por la masiva privatización de todo lo que el enorme Estado soviético consideraba propio. Esta privatización creó una nueva clase social, los oligarcas, que se hicieron con la industria y los recursos rusos y los explotaron para su propio beneficio, mientras Rusia como conjunto se volvía capitalista a marchas forzadas, con una población base que nada sabía de capitalismo. Y a Yeltsin, a partir de 1999, le sucedería Putin que ha permanecido en el poder desde entonces (con un breve intervalo de Medvedev para hacer que parezca que cumplen con la Constitución rusa y sus limitaciones de mandatos). A grandes rasgos, especialmente con el paso de los años de gobierno de Putin, Rusia ha vuelto a ser un estado autoritario.
Un día más con vida
Un Día Más con Vida es un filme de animación para adultos que narra unos pocos días en la vida de Kapuscinski, uno de los mayores reporteros de guerra del siglo XX. Esos días son, específicamente, los que precedieron a la independencia de Angola con respecto a Portugal y la sangrienta guerra civil que seguiría a la independencia durante más de 20 años. La animación sinceramente es espectacular, y el guión y la producción de la película la dotan de un tempo que no pierde el hilo pese a que en realidad hechos y escenas como tal tampoco hay tantos. Entremezclada en las escenas hay testimonios y entrevistas a algunas de las personas reales que aparecen en la historia y que narran también cómo lo vivieron ellos todo. Lo cual hace una muy interesante mezcla entre película y documental. Eso si, aunque no sale nada explícito en realidad, es una película dura, especialmente al saber que todo lo que cuenta es real.
La historia de Un Día Más con Vida es la historia de la Guerra Fría y el final del colonialismo. Antes del comienzo de la película, en 1961, el MPLA había iniciado una guerra por la independencia de Angola con respecto al Imperio Portugués. Apoyado por la Unión Soviética, el MPLA luchó durante quince años contra el Estado Novo portugués, lo cual sería una de las fuertes fuerzas de desgaste del mismo y eventualmente uno de los factores decisivos de la revolución de los claveles y el final de la dictadura portuguesa en 1974. Poco después Portugal accedería a la independencia de Angola y abandonaría el país, declarando que la fecha de la independencia sería el 11 de noviembre de 1975.
Y pocos días antes es donde arranca Un Día Más con Vida, que cuenta los eventos que van inmediatamente antes de esa fecha.
La imagen de la guerra en los videojuegos
Desde tiempos inmemoriales, la guerra es algo a lo que los humanos nos hemos dedicado con ahínco, habilidad e ingenio. Y como corresponde a estas situaciones tan extremas para el futuro de todos los colectivos involucrados, ha capturado la imaginación de la gente desde el principio de los tiempos, como muestran historias como la Ilíada.
Pero cuando avanzamos en el tiempo y llegamos al siglo XX, nos encontramos con que es el siglo en el que más gente ha muerto debido a la guerra. Y, consecuentemente, la opinión pública ha ido cambiando su forma de entenderla y racionalizar sobre ella. El resultado es que surgieron numerosas narrativas sociales al respecto, contraponiendo dos discursos principales: por un lado la perspectiva que describe la guerra como algo heroico e importante como se hacía antiguamente (con ejemplos como Top Gun) y la perspectiva contrapuesta donde se describe la guerra como algo brutal y terrible y se busca una denuncia al respecto (como en las películas de la guerra de Vietnam, como Apocalypse Now). Incluso surgieron las narrativas centradas en los civiles capturados en la guerra, como ocurre en la novela de H. G. Wells La Guerra de los Mundos.
Publicada originalmente en 1898, esta novela de H. G. Wells pronto se convirtió en un clásico de un género que estaba siendo inventado por aquella época, con obras como Frankenstein de Mary Shelley. La ciencia ficción estaba naciendo, y dando de la mano dos conceptos que creaban nuevos tipos de historias: la ciencia y la ficción.
Así, la buena ciencia ficción se basa en introducir una serie de premisas de ficción en el interior de una visión científica del mundo. Con eso no se refiere a que toda novela de ciencia ficción se base en desarrollos científicos, Neuromante por ejemplo no trata de ese tema, sino que se basa en una comprensión del mundo tal y como es en el momento en que se escribe. Y esta pieza es clave, La Guerra de los Mundos se escribe a finales del siglo XIX. Aviso, ya de antemano, que voy a hacer algunos spoilers de la novela a la hora de analizarla aquí, entiendo que habéis tenido más de un siglo para leerla, pero si no queréis spoilers no sigáis leyendo.
Si miramos hacia atrás en el tiempo, es inevitable ver que el mundo ha cambiado mucho. Solo contando el breve tiempo en que hemos estado en la Tierra como homo sapiens sapiens, nuestro modo de funcionar, vivir, sentir, trabajar, hacer, competir, colaborar, crear… todo, ha cambiado dramáticamente un montón de veces. Las sociedades resultantes de la combinación de todas esas cosas se vuelven irreconocibles a si mismas según pasa el tiempo y cambian sus valores, sus instituciones, sus ambiciones. Ese es el resultado del cambio social.
Vivimos hoy en día en un mundo de cambio social acelerado, donde proceso se da cada vez con más frecuencia, en intervalos más y más cortos. Si la vida de un campesino medieval probablemente fuera muy similar a la de su padre y abuelo, nosotros podemos notar cambios dramáticos en la nuestra simplemente mirando 10 años hacia el pasado. Para ello, el cambio se genera históricamente (de un modo breve y simplificado) por tres vías distintas.
¿Qué nos espera en 2019?
Dicen que la sociología no puede predecir el futuro, solo analizar el presente y tratar con ello de imaginar cómo será el porvenir. Y estoy de acuerdo con ello, cualquier intento de predecir el futuro abandona el espacio de la ciencia para ser ciencia-ficción. Entonces, aunque ahora voy a colocar algunas líneas de fuga de elementos que inevitablemente serán importantes en este año que empieza, sin duda muchas irán surgiendo de manera inesperada. Así pues, ¿qué elementos y conflictos tenemos abiertos para este años?
Primero, como llena las portadas de los periódicos, está el brexit. Con el plazo para negociar prácticamente terminado, cada vez parece más cercana la inevitabilidad de un brexit duro, especialmente ante el motín de buena parte del partido de Theresa May contra lo que ella negoció con la UE. Las consecuencias del abandono de un país del club comunitario son sin duda inmensas, económicas, políticas y sociales, y mucha tinta se ha derramado sobre el tema. Así pues, este 2019 en principio debería dejarnos con esta situación resuelta, o al menos encaminada, ya que el plazo se cierra en marzo, pero habrá que ver en qué condiciones, y si no se deciden por una simple prórroga.
La guerra invisible
La guerra es algo curioso. Siempre crees que la verás venir, cabalgando a lomos del corcel cual Jinete del Apocalipsis. Llegará entre grandes fanfarrias, anunciadas por la caída de las bombas y el derrumbarse de los edificios. Que llegará con los efectos especiales que ves en el cine y claramente en dolby surround.
Pero raramente es así. La guerra entra silenciosa en tu vida, repta invisible hasta tu lecho mientras duermes y te susurra mentiras al oído. Mentiras que todos queremos creer. Como la culpa de un fracaso es de esto o de aquello, como la verdad sobre algo es esta o aquella, como esta ideología tiene la razón y aquella es un engaño… dulces palabras de odio que siempre encuentran terreno fértil en el corazón.
Hace días que varias personas me habían preguntado quien ganaría, si Hillary o Trump, pero me negué a decir nada porque, tras el brexit y el “no” de Colombia todo era posible. Y lo imposible se ha vuelto realidad de nuevo y, por mucho que las encuestas dijeran que ganaría Hillary, Trump se ha hecho con la Casa Blanca. Varias personas me han preguntado qué consecuencias puede tener esto y, aunque es un ejercicio imposible el preveer una presidencia, me parece interesante al menos dentro de unos años ver por cuánto me he equivocado.
El primer punto interesante es que, entre todas sus fanfarronadas y declaraciones de que iba a volver a “hacer América grande de nuevo”, lo cierto es que Trump ha hablado muy poco de su política, de lo que va a hacer si llega a la Casa Blanca o a quien llevaría consigo. Así que, en buena medida, todo es territorio de la especulación y podría salir por peteneras sin ningún problema.
En su número de abril, The Atlantic ha publicado un muy interesante artículo sobre la política exterior de Obama. Es un texto largo y está en inglés, pero ciertamente vale la pena dedicarle el tiempo necesario para leerlo porque ofrece una oportunidad que raramente tenemos: la de ver desde dentro cómo y por qué el poder funciona como lo hace, las consecuencias y las razones. Y, además, desde el punto de vista del actor principal en esas decisiones, y un actor que además mantiene unas posturas a menudo poco comunes entre los presidentes norteamericanos acerca del papel de Estados Unidos en el mundo.
Así, a lo largo de las páginas, lo que se filtra rápidamente es que Obama mantiene una idea central a la hora de decidir cómo y cuándo intervenir: la de la prioridad para los intereses norteamericanos y la amenaza que algo pueda suponer. Contra esto, en su balanza, se oponen los costes que suponen los distintos tipos de intervención a la hora de intentar elaborar la más adecuada en costes para los riesgos de suficiente importancia como para actuar sobre ellos.
La historia de las relaciones internacionales es una historia que empieza antiguo, tan temprano como los primeros imperios porque, tan pronto hubo un “nosotros” nació un “ellos” y, al hacerlo, la necesidad de dialogar con esa otra parte. Al principio, los gobiernos hacían poco en relaciones internacionales, normalmente se limitaban a declarar guerras, favorecer el comercio que pudiese surgir, o enviar emisarios ocasionales. La Hélade, la alianza de las ciudades-estado de la Grecia antigua, fue la primera gran alianza y, con ella, nacieron muchas otras formas diplomáticas como podían ser los juegos olímpicos.
Sin embargo, en gran medida los primeros en plantear de modo serio y concienzudo el tema de las relaciones internacionales fueron los romanos. La política de expansión imperial, y sobretodo la relacionada con el mantenimiento de las fronteras, se basó en la creación de relaciones sólidas con las tribus bárbaras colindantes, en la creación de alianzas con ellas y el fortalecimiento de sus enfrentamientos internos. El clásico “divide y vencerás”. Junto a esto el comercio (muy vinculado al espionaje militar), las redes de postas para enviar mensajes, las carreteras, etc. todos contribuyeron a reducir el tamaño del mundo enormemente y, al hacerlo, abrir las posibilidades diplomáticas de Roma con el entorno.
Hoy comparto con vosotros un muy interesante vídeo que muestra todas las pruebas atómicas que se produjeron entre 1945 y 1998, con el lugar donde se producen y el país que la detonó. Y ya os adelanto que son más de 2000… ¡Muchas gracias a Miguel Colodro por mostrarme este vídeo!
Rusia: ¿Gigante o Fachada?
El país más extenso de la tierra proyecta la sombra de la Unión Soviética desde el este, desde su cuna, y más en estos días en que parece que nos encontramos de vuelta en la Guerra Fría por causa del conflicto de Crimea. Se nos proyectan las sombras de la conciencia colectiva, de los ejércitos rojos luchando contra los americanos desde Afganistán a Corea, de la hoz y el martillo extendiéndose imparables y amenazando toda Europa. Pero, ¿es eso cierto hoy en día?
La primera lectura de la situación diría que si, que es cierto. Tenemos una Rusia que ha sido la primera en llevarle la contraria a Estados Unidos en la ONU, bloqueando las mociones de intervención en Siria, por ejemplo. Que ha dado asilo al enemigo americano en que se ha convertido Snowden. Capaz de asesinar a un ex-espía del KGB en Inglaterra y de controlar la política en el centro-este de Europa a base de controlar los precios del gas natural que provee. Iniciadora de una guerra en Osetia y, ahora, capaz de “conquistar” una provincia de Ucrania mientras la comunidad internacional simplemente miraba.
Es 1775, y el descontento se puede sentir en las trece colonias que el Imperio Británico tiene en norteamérica. Quieren representación en el Parlamento Británico, o sino se niegan a pagar los impuestos: el lema es “no taxes without representation”. Los británicos intentan comprar a los colonos por medio de té muy barato pero con impuestos, y nos encontramos de pronto con el Motín del Té que da comienzo a la Guerra de Independencia.
Por aquel entonces, sin embargo, la mayor parte de los ciudadanos norteamericanos se sentían británicos. Querían ser parte del sistema británico en igualdad de condiciones con los ingleses, escoceses, irlandeses y galeses, no querían ser independientes. La independencia es, por tanto, consecuencia indeseada de lo mal que los británicos manejaron el conflicto político.