Acaba de estrenarse la nueva temporada de Black Mirror y el primer capítulo de la misma, Joan is Awful, trata un montón de cosas que resultan sociológicamente interesantes en el mundo en el que vivimos. Y todo con un poco de humor y detalles sobre la realidad que sin duda habrían hecho al gran autor de ciencia ficción Philip K. Dick muy feliz. Pero, si no lo has visto y tienes intención de hacerlo, ve a verlo antes de leer este post para hacerte tus propias ideas y porque aquí va a haber unos cuantos spoilers.
Black Mirror siempre ha tratado el impacto de distintas tecnologías en la sociedad y este capítulo no es diferente en eso. El punto de partida tiene que ver con las plataformas de streaming de video (con una muy clara referencia a Netflix) y cómo consumimos los productos allí colgados en variedad de lugares. Esto por si mismo no sería especialmente interesante a nivel social, sino lo que hay detrás de ello, por lo que tenemos que avanzar hasta casi el final del capítulo cuando se empieza a explicar todo.
Lo cierto es que nunca he sido demasiado fan de la Guerra de las Galaxias, pero como es la segunda propiedad intelectual más valiosa del mundo de la industria cultural (detrás de Marvel) recientemente he estado prestándole cada vez más atención a su mensaje. Y resulta que, debajo de los héroes y las batallas a sables de luz y de naves espaciales, hay una historia que tiene mucha enjundia a nivel sociológico, sobre los procesos de auge y caída primero de la República y después del Imperio. George Lucas ya dijo hace mucho que la Guerra de las Galaxias era política (de hecho, especialmente el Episodio VI, explícitamente era en su mente una comparación con la situación de Vietnam) y los paralelismos entre la caída de este sistema y la caída de la República Romana y su transformación en el Imperio, el auge de los gobiernos autoritarios y dictatoriales a manos de populistas como Mussolini o incluso los totalitarios como el ascenso de Hitler dentro de su propia democracia son demasiado claros como para que sean casualidad.
Estos procesos normalmente son difíciles de ilustrar porque requieren a grandes masas de personas y dinámicas durante años pero, al tener lugar en pantalla, resulta fácil de seguir al quedar personificado en los protagonistas y los años condensados en unas cuantas escenas. Así que agarrad vuestra espada láser, ajustaros los cascos de piloto y preparad todo lo necesario para viajar a una galaxia muy muy lejana.
Andor, la nueva serie de Star Wars, toma la estela de Rogue One pero va mucho más allá de la misma. Se aleja de las grandes aventuras espaciales, de la Fuerza, de los personajes famosos y carismáticos, para contarnos una historia de gente cotidiana que se ven lanzados a un mundo brutal. Es una historia, en última instancia, sobre el poder de la opresión y la resistencia a la misma, dura y oscura como Star Wars no suele ser, donde el precio de las cosas nunca es barato ni lo que ocurre es blanco o negro. Es una serie inteligente, donde los personajes actuan con inteligencia pero además trata al espectador como alguien inteligente, capaz de seguir una historia lenta pero compleja, donde cada pieza va encajando con las demás progresivamente. Y está sustentada en unas interpretaciones brillantes y unos guiones espectaculares que hacen que una situación cotidiana como tres personas hablando en un salón se convierta en una escena extremadamente tensa por todo lo que está en juego, el contexto, lo que se dice y lo que se calla. Todo ello hace que sea especialmente interesante como análisis de nuestra realidad, del funcionamiento de nuestras sociedades y de las personas que en ellas viven.
A la hora de entender Andor, hay que empezar por el punto de partida: el tema central de la serie. Y, advertencia desde ya, en este post va a haber spoilers, así que recomiendo ver primero la serie para haceros vuestras propias ideas antes de leer las mías. Dicho lo cual, vamos al meollo, a esa galaxia muy muy lejana que, esta vez, se siente muy muy cercana.
En muchos sentidos, la Guerra de las Galaxias es un ejemplo bastante claro de mucha de la trayectoria del feminismo y cómo ha sido retratado en los medios de comunicación culturales de masas. No es una historia comprehensiva de todo lo que ha ocurrido, pero sí que refleja algunos de los puntos más o menos centrales, tanto en lo bueno como en lo malo. Y por eso (y que acabo de terminarme el Libro de Boba Fett), aquí lo he escogido como ejemplo para hablar de ese tema. Conste ya desde el principio que no voy a meterme a hablar de teorías del feminismo o sus ideas, eso ya se ha hablado en otros lugares y momentos; lo que aquí vamos a hablar es del modo en que se representan los personajes femeninos en la pantalla y cómo eso sirve para transmitir ciertos valores a la sociedad.
Pero para hablar de feminismo en la Guerra de las Galaxias hay que empezar antes de Star Wars, incluso antes de la gran pantalla. La Guerra de las Galaxias es lo que se conoce como una space opera, un subgénero de la ciencia ficción, con muchos exponentes clásicos en la historia. Si vamos hacia el origen del género, con obras como John Carter de Marte, vemos que la imagen tradicional que se da de la mujer es la de un personaje secundario, objeto de amor o deseo por parte del protagonista y sin agencia en la historia. Algo típico de los primeros años del siglo XX, al fin y al cabo esas novelas eran hijas de su época.
Hoy comparto con vosotros la conferencia que hemos dado Marta Fernández, Héctor Puente y yo en el Congreso Internacional: Comunicación y Pensamiento. Si bien yo no salgo en el video, porque mi trabajo en este caso es detrás de las cámaras, creo que a algunos os puede interesar esta aproximación al tema de cómo las nuevas tecnologías que se están desarrollando permiten nuevas formas de manejar la narrativa en tiempo real en series, videojuegos y otros productos culturales. Espero pronto poder compartir con vosotros la versión en texto, en vez de video, que vamos a publicar en el congreso, en la que esperamos poder meternos más en profundidad en estos temas y sus implicaciones culturales y sociales.
Y tú, ¿qué opinas de las opciones que las nuevas formas de comunicación ofrecen a la narrativa en tiempo real?
The Comey Rule nos cuenta la historia de James Comey, quien fue director del FBI desde el comienzo de la presidencia de Obama hasta principios de la de Trump. Si bien su historia se centra especialmente en el periodo de la investigación de los emails de Hillary Clinton y cómo eso influyó en las elecciones de 2016 que harían que Trump ganase, el centro de la serie es una discusión muy interesante sobre la ley, el respeto, la interferencia rusa en las elecciones, etc. Para contar esta historia, que en el fondo tiene pocos “hechos interesantes” a nivel cinematográfico, pocos momentos épicos y que además cubre largos periodos de tiempo, especialmente el último año de Comey en el FBI, la serie se sostiene durante sus cuatro horas en un conjunto de actores que están simplemente soberbios, en una puesta en escena muy trabajada y en un papel suave pero apropiado de la música. Todo esto hace que nos metamos de lleno en lo que nos está narrando, y nos deja espacio a cada uno para llegar a nuestras propias conclusiones.
Y es que, en este sentido, The Comey Rule pone sobre la mesa muchas cuestiones importantes no solo para entender ese momento histórico sino para todas las sociedades del mundo. El primero de cuyos puntos, quizás el más importante, es la cuestión de los valores. Comey sale descrito como la clase de persona que tiene unos valores muy fuertes (la independencia del FBI, el deber de proteger a los ciudadanos, hacer lo correcto…) que guían sus acciones y las de la institución a su cargo durante el tiempo que en ella está. Y, durante buena parte de ese tiempo, esos valores son eficaces en granjearle el apoyo de los miembros del FBI e incluso del Presidente Obama.
Sin embargo, el centro de la historia surge porque, en realidad, en el mundo moderno los valores normalmente chocan contra la eficacia política. La cuestión de los emails es uno de los momentos que mejor lo reflejan: todos en el FBI saben que es un mal asunto meterse a investigarlo, que es una bomba que no se puede manejar bien dentro del plazo de unas elecciones que ya están en marcha. Es, a nivel objetivo, un error estratégico… y, sin embargo, es lo correcto. La política es la base sobre la que se construye el mundo en el que vivimos, es mucho más que simplemente las instituciones de gobierno, y buena parte del territorio político es un territorio ideológico donde los valores se enfrentan entre si por alcanzar una hegemonía en la ideología de una sociedad (es la base del funcionamiento de la sociedad civil).
Las series españolas han ido ganando calidad en todos los sentidos con el paso de los años. La Unidad se une a esta colección de series recomendables no solo por su buena factura sino porque nos invitan a reflexionar sobre temas relevantes del mundo en el que vivimos. En este caso, lo hace narrando una historia ficticia sobre la unidad de contraterrorismo de la policía española, que es una unidad muy real y con bastante buena reputación (no en vano España tiene una larga, aunque trágica, historia de lucha contra el terrorismo).
Como entretenimiento, sin duda La Unidad es recomendable. Hace un muy buen trabajo de recrear el aspecto de la profesión y darle a la vez un cierto toque humano detrás, sostenido sobre unas interpretaciones sólidas y una buena dirección. Quizás el constante uso de un filtro algo apagado la hace algo cansina a nivel estético, pero nada grave en una serie que en general resulta bastante redonda.
The Expanse es, probablemente, una de las mejores series de ciencia-ficción que se han hecho. Adaptando una serie de novelas de James S. A. Corey (que no he leído aún, así que no puedo comparar), se nota muchísimo esta influencia en el sentido de que el guión va muy cuadrado de principio a final, sin los típicos saltos y problemas que suelen tener las series con el paso de una temporada a otra. Las interpretaciones de los actores empiezan algo flojas, pero van mejorando muchísimo con el paso de las temporadas, y la estética, efectos especiales y demás están a un altísimo nivel. Y una serie que además tiene una multitud de registros narrativos, desde la parte más de cine negro al drama político, de la épica espacial a la historia de amor, etc. la serie se mueve con mucha soltura en muchos distintos estilos que la dotan de una gran complejidad que, sin embargo, no se siente forzada.
Pero en este blog, lo que nos preocupa son otras cosas. Primero de todo, un elemento interesante, es el hecho de que es ciencia-ficción dura: la física funciona como debe, hasta donde la conocemos, y el resultado es una serie que se siente perfectamente creíble. Y más allá, cuando The Expanse plantea un mundo, lo hace teniendo en cuenta los elementos que la ciencia sabe de nuestro sistema solar y más, construyendo con eso sus personajes y entornos como bien podrían ser. Uno de los aspectos clave es el papel que la gravedad tiene, porque la gente que no ha nacido en la Tierra no tiene el cuerpo preparado para la gravedad terrestre (la marciana, por ejemplo, es un tercio la de la Tierra) lo cual tiene un impacto enorme en el guión y desarrollo de la serie (aunque la parte estética que implica se la han olvidado, probablemente por cuestión de presupuesto). Y los combates espaciales realmente muestran el impacto de la física, cómo realmente se mueven las naves en el espacio (que no es como en Star Wars), o cómo el peligro de descompresión o de exceso de aceleración son problemas reales que manejar.
Mindhunter es la nueva serie policiaca de Netflix es una serie poco habitual en el género, en la medida en que no va tanto de los casos que se encuentran los protagonistas como del desarrollo de la unidad de perfiles criminales y de asesinos en serie. En ese sentido, tiene más en común con series como Masters of Sex que Ley y Orden, o CSI; no en vano, como Masters of Sex, Mindhunter está inspirada en una historia real, en unos libros escritos por la persona en la que está claramente basado el protagonista. Un buen drama, pues, centrado más en el desarrollo de los personajes que en los casos que abarcan, y que plantea momentos bastante interesantes narrativamente, y personajes tratados con más profundidad de la habitual (los asesinos). Una dirección que cumple bien, unos buenos tiempos e interpretaciones, unos guiones y desarrollos que no siguen estrictamente lo esperado en una serie policial hacen todo ello de Mindhunter una serie que sin duda es muy interesante.
Pero más que como serie policiaca, Mindhunter es interesante desde una perspectiva sociológica y social. Y no solo porque salgan varios autores sociológicos mencionados, desde Durkheim a Goffman en diversos puntos de la misma, que también. El verdadero jugo social se encuentra principalmente en los primeros capítulos, cuando describe muy detalladamente un mundo en cambio.
Recientemente estrenada por Amazon, The Boys es la nueva serie de superhéroes. Una buena historia con una perspectiva más oscura sobre los superhéroes, en un mundo muy cínico. Buenas interpretaciones, un buen guión bastante bien atado, y algunos giros muy bien planteados, con más profundidad de la esperada en los personajes además. Sin embargo, personalmente, la encuentro menos rompedora de lo que muchos dicen, aunque sin duda vale la pena verla.
Pero sociológicamente, su discurso pese a ser algo exagerado, tiene muchos puntos de interés. Especialmente, como ocurrió antes con Luke Cage, en el modo en que construye su propio mundo. En este caso, un mundo mucho más cínico y oscuro que el de las series de Netflix, pero con interesantes reflexiones que observar.
En muchas ocasiones, el mundo del ocio y el entretenimiento se han sumergido de distintas maneras para explicar distintos tipos de demencia o el funcionamiento del cerebro. Un buen ejemplo de esto es el excelente Hellblade, un juego que se adentraba en el funcionamiento de la psicosis. Maniac y Bandersnatch lo hacen ambas, desde distintos puntos de vista y con distintos objetivos, pero igualmente son interesantes.
Maniac coge la estela de otras obras a la hora de usar la imaginación para mostrar el funcionamiento de la mente. Si les quitamos toda su trama y su acción, una película como Sucker Punch es básicamente una representación de cómo la capacidad para perder la cordura puede proteger a una persona en una situación terrible (ya decía Lovecraft que la demencia es la mayor clemencia que existe en la realidad). O Inception, si se le quita su historia, es básicamente una representación del modo en que la mente trata de defenderse.
A menudo, en el discurso establecido globalmente sobre lo que “es deseable”, la innovación aparece siempre pintada en tonos muy positivos. Innovar es bueno, cambiar es bueno, sacar cosas nuevas es bueno. Y no lo pintan como bueno con matices, sino que se describe normalmente como universalmente bueno: las mejores empresas son las innovadoras, y cosas por el estilo.
Sin embargo, toda innovación incluye un riesgo muy importante, porque puede funcionar o no. Puede ser lo que el público quiere, o lo que no quiere. Lo cual implica que bajo todo el discurso de la innovación como algo positivo, se esconde siempre el riesgo a que la idea no funcione. Así, muchas de las grandes empresas del mundo no son innovadoras, las compañías petrolíferas por ejemplo, sino que se dedican a hacer lo mismo o quizás irle añadiendo pequeños cambios menores, como hacen a menudo las empresas que fabrican coches.
A priori, Electric Dreams tiene mucho que ver con Black Mirror. Si Black Mirror es de Netflix ahora, Electric Dreams es la respuesta de Amazon a un modelo similar: una serie de ciencia ficción, de capítulos independientes entre si. Y en la superficie en efecto hay muchos paralelismos. Pero el hecho de que sean adaptaciones de relatos de Philip K. Dick (uno de los mayores genios de la ciencia-ficción clásica) hace que tengan un matiz importante y en general jueguen con conceptos claves para K. Dick. Y que vayan desde el ambiente más ciberpunk, a relatos en presentes alternativos o space opera distante en el tiempo no cambia el hecho de que su discurso central es muy potente y cohesionado.
Así, si bien el discurso sobre la tecnología está muy presente en Electric Dreams como lo está en Black Mirror, aparecen desde el principio cuestiones claves para K. Dick como es la definición de la realidad, el peso de la comunidad, la percepción, etc. Así, muchas de las historias no tienen tanto que ver con una nueva tecnología, sino cómo esta pone en tela de juicio el mundo que damos por sentado, rompiendo barreras que aparentemente no tendría sentido dudar.
Hay algo mágico en la ficción, sea en series, películas, novelas, videojuegos o cualquier otro formato. Algo que nos llega muy profundo cuando conecta con nosotros y que puede llevarnos a cambios drásticos en nuestra vida, a aprender o a sentir. Y por ello, la ficción juega un papel importante en construirnos como personas y, como resultado, como sociedad.
La primera pieza clave para esto es la empatía. Muchas de nuestras obras favoritas se basan en la capacidad que cada uno tiene de sentirse conectado con los personajes ficticios cuyas aventuras estamos presenciando. Al hacerlo, esos personajes dejan de ser simples objetos de ficción, para convertirse en personas reales con las que podemos conectar. De hecho, por ejemplo, a menudo suelo decir que Sense8 debería ser Sense9, ya que el espectador se convierte en la novena pieza del cluster, viviendo lo que todos los demás personajes viven en conexión con él.
Sucesor Designado es una serie que parte de un punto muy concreto: en un atentado terrorista durante el discurso a la nación, todo el Gobierno, el poder legislativo y judicial norteamericano son eliminados de golpe. Y en su lugar le toca asumir la Presidencia norteamericana al Sucesor Designado, la persona menos preparada y que se encarga de sobrevivir en caso de que algo pase.
A partir de ahí, con un buen guión y unas buenas interpretaciones, la serie se divide en dos ramas principales. Por un lado está la trama del FBI investigando la conspiración que hay detrás de los ataques, con una buena historia de investigación y espionaje; y por el otro lado está la trama presidencial, de cómo Kirkman debe aprender a ser Presidente y a reorganizar el Gobierno y echarlo a andar de nuevo.