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Andor: Represión y rebelión

Portada de Andor, en Disney+.
Portada de Andor, la historia humana de cómo comienza la rebelión contra el Imperio.

Andor, la nueva serie de Star Wars, toma la estela de Rogue One pero va mucho más allá de la misma. Se aleja de las grandes aventuras espaciales, de la Fuerza, de los personajes famosos y carismáticos, para contarnos una historia de gente cotidiana que se ven lanzados a un mundo brutal. Es una historia, en última instancia, sobre el poder de la opresión y la resistencia a la misma, dura y oscura como Star Wars no suele ser, donde el precio de las cosas nunca es barato ni lo que ocurre es blanco o negro. Es una serie inteligente, donde los personajes actuan con inteligencia pero además trata al espectador como alguien inteligente, capaz de seguir una historia lenta pero compleja, donde cada pieza va encajando con las demás progresivamente. Y está sustentada en unas interpretaciones brillantes y unos guiones espectaculares que hacen que una situación cotidiana como tres personas hablando en un salón se convierta en una escena extremadamente tensa por todo lo que está en juego, el contexto, lo que se dice y lo que se calla. Todo ello hace que sea especialmente interesante como análisis de nuestra realidad, del funcionamiento de nuestras sociedades y de las personas que en ellas viven.

A la hora de entender Andor, hay que empezar por el punto de partida: el tema central de la serie. Y, advertencia desde ya, en este post va a haber spoilers, así que recomiendo ver primero la serie para haceros vuestras propias ideas antes de leer las mías. Dicho lo cual, vamos al meollo, a esa galaxia muy muy lejana que, esta vez, se siente muy muy cercana.

La tesis central de Andor, como reflejan muchos de sus diálogos y las acciones de sus personajes, pero especialmente la lectura del manifiesto rebelde en el último capítulo, es que el ejercicio del poder y la brutalidad es un enorme esfuerzo. Que ningún régimen represivo puede hacerlo sin tener un coste y que ese coste lentamente se va acumulando, día a día, hasta hacer de la situación insostenible. El miedo de una población solo puede conseguir la estabilidad de un régimen durante un tiempo determinado, antes de que la gente se de cuenta de que ya no les queda nada por perder y ocurra la revolución o la movilización general. Es la historia del final de la mayoría de las dictaduras, cuando eventualmente la gente deja de tener miedo y sale a las calles con sus demandas, pagando el precio que haya que pagar para defenderlas y conseguir el cambio que quieren.

El miedo es una emoción muy fuerte, sin duda, pero funciona mejor cuando se deja intuida que cuando se ejecuta. Alien es más terrorífica que la mayoría de películas porque nunca sabes realmente qué puede hacer el alienígena, qué aspecto tiene, qué capacidades. El terror surge así a lo desconocido, a lo imprevisible, a lo invisible. “El Imperio”, como dice el discurso final, “se beneficia de la oscuridad”. El desconocimiento, la imposibilidad de vigilar a los vigilantes, etc. se convierten así en herramientas potentísimas del poder, porque no dan un objetivo claro a la revolución. Como dicen en otro momento de la serie, “nos han estado ahogando tan lentamente que no nos hemos dado ni cuenta”. Cuando el miedo funciona de ese modo (que es como lo utiliza por ejemplo Vox en sus discursos sobre cómo España se rompe, o cómo los inmigrantes nos quitan el trabajo) es muy efectivo, porque cada persona puede proyectar en el mismo lo que más tema y, al mismo tiempo, como nunca se materializa más que vagamente, siempre da la sensación de estar a la vuelta de la esquina.

Un buen trozo de Andor, de hecho, es el camino a recorrer para hacer la brutalidad manifiesta. La trama entera de Aldhani no va de obtener un montón de dinero para financiar a la rebelión, sino, como se ve en la conversación entre Luthen y Mon Mothma, es una forma de obligar al Imperio a reaccionar de una forma abierta y brutal. Cosa que el Imperio inmediatamente hace. Así, el miedo pasa de ser algo sutil y latente, presente en todas partes y ninguna, a algo abierto y público, que la gente puede sentir en sus carnes. Al hacerlo, el poder se estabiliza, pues la represión y la brutalidad son herramientas muy potentes, pero al mismo tiempo empieza a sangrar, empieza a mostrar las fallas, porque “el uso abierto de la represión es una señal de debilidad, no de fuerza”, como señalan en otra gran conversación de la serie, durante la parte de la prisión. Y lentamente, todas esas goteras empezarán a acumularse.

Escena de una conversación donde Nemik dice "El ritmo de la represión supera nuestra habilidad para comprenderlo".
Conversación sobre el manifiesto, donde se habla de cómo la velocidad a la que se produce la represión es demasiado rápida para que la gente pueda entenderla y salir del shock.

Y aquí hay que volver a las conversaciones sobre el manifiesto, pues en torno a él se articulan varias otras ideas interesantes. Cuando llegamos a la represión, lo que dice el manifiesto es que el poder no se mantiene por un único acto de represión, sino por infinidad de ellos. Tantos que ya no son un escándalo, que se convierten en algo cotidiano. Cuando el poder reprime abiertamente busca la sensación de que somos víctimas potenciales en todo momento. En una escena sacada casi directamente de la película Brubaker de Robert Redford, lo primero que ocurre al llegar a la prisión es un acto de brutalidad innecesaria, solo para que la gente entienda que esa es su vida a partir de entonces. El poder se manifiesta para conseguir que la gente se sienta desempoderada, vulnerable en cualquier lugar, bajo control e incapaz de rebelerse. Los adentra en el estado de shock del que habla Naomi Klein, desarticulando la sociedad, estableciendo el reino del sálvese quien pueda.

Para esto el poder, como bien muestra Andor, va a usar todos los medios de represión, pero también los de vigilancia. Construyendo un panóptico digital donde los ciudadanos pueden ser vigilados en todo momento con cámaras, grabaciones, espías, delatores… eso lo vemos claramente en la parte protagonizada por el Imperio, como va facilitando que los ciudadanos se vuelvan unos contra otros, como rompe voluntades y controla lo que ocurre con un potentísimo servicio de inteligencia dedicado a espiar a su propia población y mantenerla controlada. Hoy en día vivimos en ese panóptico digital, como muestran las escuchas de la NSA a los ciudadanos norteamericanos y europeos, la presencia de cámaras en las calles, la posibilidad de pinchar teléfonos…

Otro elemento muy relevante es el poder emancipador de la muerte. Al fin y al cabo, es lo más valioso que se nos puede quitar, no en vano el uso legítimo de la fuerza es el centro de poder de la política y del Estado desde tiempos de Hobbes. Si entendemos que el Estado se cobra una vida de un modo legítimo (por ejemplo, porque en un país se acepte la pena de muerte para ciertos crímenes) entonces no pasa nada. El problema surge cuando esta se hace de un modo ilegítimo (se descubre que el ejecutado no era culpable, se hace sin juicio, etc.), entonces da pie a un escándalo. Pero, como señala Andor, las brutalidades se hacen tan a menudo que dejan de ser escándalo. O, si se prefiere una cita de Stalin, “una muerte es una tragedia, un millón es una estadística”. Una muerte de alguien querido nos deja en estado de shock, sorprendidos, desempoderados, vulnerables. Pero cuando ocurre una y otra vez, lo que pasa es que nos insensibilizamos y nos damos cuenta de que el poder ya nos ha quitado lo más valioso que tenemos, de modo que no tenemos ya nada que perder.

Por eso, en tantas revoluciones, como ocurre en Andor, los funerales juegan un papel central. Porque son la manifestación de que todo ese dolor colectivo por el que están pasando los ciudadanos no es legítimo y, además, es algo que pasa a todo el mundo. Las Madres de Mayo en Argentina, el suicidio de Mohamen Bouazizi en Túnez o la actual muerte de Mahsa Amini en Irán. Todos ellos son ejemplos de cómo la muerte enseña a los vivos que ya no tienen nada que perder, que la situación es insostenible y el cambio necesario. Es la llama de la revolución en Ferrix al final de Andor, porque ha sido la llama de mil revoluciones reales a lo largo de la historia de la humanidad.

Escena de la prisión de Andor, con todos en posición de "On Program", completamente vulnerables.
La brutalidad y crudeza de las escenas de la prisión de Andor no se alejan de la realidad de muchas prisiones, no en vano en Estados Unidos todavía es legal la esclavitud en algunos estados para crear mano de obra barata en las prisiones.

Lo cual nos lleva de nuevo a las emociones. El miedo es una herramienta potentísima cuando se usa de modo sutil, y muy potente pero temporal cuando se usa de modo abierto. El modo en que una dictadura se perpetua en el tiempo, como cualquier sistema político, no se basa en el miedo sino en la esperanza. Los gobiernos deben servir para hacer que la vida de la población sea mejor, cuando eso ocurre los mismos se vuelven estables porque la gente quiere vivir en esos sistemas. Dictaduras como la soviética (especialmente en sus primeras fases) o el actual Partido Chino son buenos ejemplos de esto, porque no solo usan el miedo sino que están creando riqueza, mejorando las condiciones de vida de la población. Al hacerlo, la gente puede considerar que perder ciertos derechos y libertades está justificado, a cambio de todo lo que están recibiendo.

Aquí entra otro de los elementos de Andor que tan relevantes son en la actualidad: el papel del conflicto entre seguridad y libertad. Hay muchas conversaciones y mensajes, especialmente entre los que son partidarios del Imperio, de que es aceptable la represión y el control porque está trayendo una estabilidad y una seguridad a la galaxia que no sería posible de otro modo. Esta dicotomía ha sido explotada hasta la saciedad en la sociedad actual, por ejemplo con la Patriot Act de George Bush justo después del 11-S, donde se “reformaron” un montón de derechos fundamentales de los americanos en nombre de garantizar su seguridad tras el atentado. Pero esa ley se encontró con una enorme resistencia y ha sido abolida con el tiempo, porque la gente usualmente escoge libertad por encima de seguridad, especialmente en entornos donde una cantidad razonable de seguridad ya ha sido garantizada. En esos casos, como el norteamericano, el sacrificio de la libertad a cambio de esa seguridad se ve como un sacrificio demasiado elevado y se produce el movimiento de respuesta y protesta.

Para que ese cambio sea viable y aceptable en una sociedad hace falta que tengan verdaderamente la sensación de que la seguridad se ha perdido, que son vulnerables ante amenazas de todo tipo, internas y externas. Que cualquiera podría sufrir un atentado terrorista como el de las Torres Gemelas, aunque viva en la mitad de Wyoming. El Imperio usa esto continuamente para consolidar su posición, y lo hace muy efectivamente a través del uso de las palabras adecuadas: la rebelión son ataques terroristas, partisanos, independentistas. Y pueden ocurrir en todos los sitios. Después del ataque a Aldhani el Imperio reprime y cobra impuestos en toda la galaxia, allá donde haya “actividad partisana o rebelde”. Como ellos definen qué se considera esas dos cosas, tienen libertad para reprimir en todos sitios y, al hacerlo, transmiten el mensaje de que se debe no a los buenos ciudadanos de ese planeta, sino a los rebeldes que viven entre ellos. Si haces eso en un planeta donde no hay actividad rebelde, una parte de la población se volverá contra si misma, intentando identificar esos rebeldes y terminar así con la amenaza a su seguridad que estos plantean.

Por supuesto, esto lleva al uso abierto del poder y la represión del que hablábamos antes, y los regimenes que sobreviven alternan entre situaciones de presión y situaciones más laxas. Sino la gente se insensibiliza, se da cuenta de que no les queda nada que perder y se rebela. Así, el movimiento represivo de Bush fue eventualmente sustituido por una restitución de esos derechos y un paso atrás, cuando se consideró que ya no eran necesarios o aceptables.

A menudo, sin embargo, las situaciones que hacen explotar la mecha de una situación ya tensa de antemano, son situaciones que no dependen de grandes planes sino de una información que llega a donde no debe. La muerte de George Floyd en Estados Unidos fue el pistoletazo de salida para el potentísimo movimiento Black Lives Matter y no fue un acto premeditado del gobierno represivo, sino una de las muchas instancias en que la brutalidad policial funcionó como siempre lo había hecho… pero fue grabada en una cámara. La revolución de Farix en Andor sigue esta línea, no empieza por un gran acto de control, sino por la tortura del padre de un muchacho que lleva una bomba a un funeral en venganza… daba igual cómo fuera ese funeral, incluso sin el fantástico discurso inspiracional del medio, la situación se hubiera salido de control porque el muchacho llevaba la bomba consigo de todas formas y quería venganza.

Escena de Andor en la que están entrenando para el heist en Aldani.
El entrenamiento en Aldhani nos muestra como en Andor, cada uno de los que llegan a la rebelión lo hacen por sus propias razones.

Y aquí llegamos a uno de los puntos finales que interesan, una conversación que ocurre durante la trama de Aldhani en que uno de los personajes dice “cada uno lleva su propia rebelión dentro”. Que, en ese contexto, significa que cada uno tiene sus propias razones para decir basta. Uno lo hace porque mataron a su familia, otro por las cosas que se vio forzado a hacer, otro porque perdió a su amor… da igual las historias concretas, cada uno tiene una razón personal que les lleva a estar ahí. Y, cuando esas razones se van compartiendo cada vez más, la gente tiene razones como colectivo para ir a la rebelión. En Mandalorian vemos a Cara Dune como una miembro de la rebelión y no hace falta saber por qué se unió a la misma cuando nos dice que es de Alderaan. Al fin y al cabo, en esa misma escena pero en el Episodio IV, Leia le dice a Tarkin que “cuánto más apriete el puño, más sistemas estelares se saldrán de su control”.

Ese es el centro de la revolución. Una revolución no se basa en ideales, en altas concepciones de políticas o del futuro mejor. Todos esos son importantes, pero vienen después. El comienzo es la sensación de cada persona de que no tienen nada que perder, que la situación es insostenible, cuando encuentran sus razones individuales para llevar su propia rebelión interior. Y, cuando miran alrededor y ven que eso mismo anida en el corazón de los demás, entonces se moviliza todo. La destrucción de Alderaan estaba destinada a sembrar el terror en la galaxia cuando los demás planetas supiesen que eso les podía ocurrir si se rebelaban… pero lo que hizo fue alimentar a la rebelión al crear millones de personas que de pronto tenían razones para alzarse contra el opresor, como le ocurre a Cara Dune.

Ese es el modo en que ocurre el cambio social en sus extremos, primero con la conciencia individual de que la situación es insostenible, y después al darse cuenta de que esa conciencia se ha vuelto grupal. Es necesariamente una historia de pérdida y sacrificio, como Andor tan bien muestra, con gente que pierde a sus seres queridos o incluso aquellos, como Luthen en su famosa escena, donde “sacrifica toda su humanidad por un amanecer que él nunca llegará a ver”. Al fin y al cabo, la pérdida es una de las cosas más estresantes y traumáticas que podemos sufrir en vida y, al serlo, nos hace replantearnos individual y colectivamente nuestras vidas y el significado de las mismas.

Por todo eso es que Andor no se centra en los grandes personajes, en los jedis o los sith, e incluso los personajes importantes como Mon Mothma aparecen de un modo extremadamente humano. Porque, al final, las revoluciones no se empiezan desde los grandes héroes y figuras famosas, sino en cafeterías y tiendas, en plazas y mercados. Entre la gente común, la gente oprimida y desesperada que se atreve a mirar al poder y decirle que ya basta.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de Andor y su interpretación de la rebelión?

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