Cuando se inventó la separación de poderes en la Ilustración, base de la forma actual de la democracia, y se implantaron los primeros Parlamentos (el inglés es anterior, pero obedece a una lógica un tanto diferente) no existían los partidos políticos. Por el contrario, cada uno de los miembros del Parlamento defendía su propia postura y la de aquellos que le habían votado. Sin embargo, había afinidades entre algunos de ellos y, así, surgió primero la división entre izquierda y derecha (que eran los que se sentaban a un lado o al otro del hemiciclo), y de ahí lentamente surgieron los partidos políticos.
La idea era buena: organizaciones que permitiesen articular visiones concretas de la política y traspasar los intereses de los sectores que representaban al poder. Servían para hacer más clara la política, y que la gente tuviese mayor conocimiento de qué estaba votando y qué defenderían los miembros de cada uno de los grupos. Pero se ha ido de mano.
Ahora avancemos hasta el presente. En España tenemos un Estado de Derecho que reconoce la división de poderes. ¿O quizás no? Veamos. El Ejecutivo es normalmente el partido con más escaños en el Congreso; por tanto, en gran medida el poder principal en el Legislativo es el del Ejecutivo: un partido político. Y como los miembros del Partido están sujetos a la absurda disciplina de partido, lo que tenemos es un monton de caras y sillas, pero en realidad una única voz forzada. ¿Y el Judicial? Los órganos de gobierno del poder Judicial son escogidos en el Congreso y el Senado por los partidos políticos allí representados.
Como se ve, en España no existe una verdadera división de poderes, sino que los partidos políticos han ocupado el espectro completo del poder en diferentes formas (por no mencionar su intrusión en los sindicatos, en los medios de comunicación, etc.). Además, en España ser un político es una carrera profesional completa: muchos no tienen más que estudios secundarios ya que entraron en la máquina del partido desde muy jóvenes y llevan desde entonces pegando cuchilladas dentro del mismo para trepar. Esto hace que los líderes de los partidos sean buenos manipulando y manejando a sus seguidores, pero no necesariamente buenos para gobernar. Y dado que el progreso por completo se realiza en el interior de partidos completamente opacos a los ciudadanos: su promoción interna es decidida por sus rencillas internas y luchas de poder, ya que no existen primarias ni nada por el estilo, y la única vez que se celebraron (en el interior del PSOE), no sirvieron de nada. Al ser completamente opacos a la influencia ciudadana, cada vez se alejan más de los intereses ciudadanos y comienzan a defender los suyos como élites (maquillados como interés general) y aquellos que les darán los votos necesarios para ganar la siguiente elección.
Esto es una aberración.
El servicio público no puede ser una profesión, debe ser una vocación, un servicio que se presta por el interés de ver mejorado el bien común. Echemos un vistazo al modelo americano en algunas de sus ramas. Los Congresistas y Senadores no están sujetos a disciplina de partido, sino que responden a los intereses de los Estados donde fueron elegidos, y donde deberán volver a presentarse en las siguientes elecciones, por lo que existen muchas diferencias entre los de un mismo partido que permiten la creación de alianzas y rencillas entre partidos para asuntos concretos y favorece una negociación que no sea completamente rígida. Los candidatos a la Presidencia son elegidos directamente, separando realmente al Ejecutivo del Legislativo, y deben presentarse a unas elecciones primarias con anterioridad a las generales, reduciéndose así la capacidad de que los partidos manejen el progreso de sus miembros (que depende mucho más de sus campañas electorales y lo que hayan hecho con anterioridad, normalmente como Senadores, Congresistas o Gobernadores). Los miembros del Tribunal Supremo son escogidos por los partidos en una negociación entre el Presidente y las cámaras, pero una vez escogidos sirven de por vida (o hasta que se retiren), con lo cual se vuelven inmunes a las presiones de los políticos. Finalmente, la carrera política no es necesariamente una carrera cerrada en si misma, sino que se vincula enormemente con las carreras en el mercado normal (así, muchos son abogados de bufetes famosos, por ejemplo), con lo cual se busca a gente mucho más formada y que no sólo se ha dedicado a las puñaladas internas.
¿Hay, o no hay, un abismo? Es obvio que el sistema americano tiene sus fallos, como el bipartidismo estable, y las elecciones mayoritarias y no proporcionales. Sin embargo, en la base del republicanismo americano existe un enorme temor a la capacidad opresora del Estado (de ahí la famosa enmienda sobre las armas), y este temor ha hecho que sus partidos hayan visto mermada de un modo eficaz su influencia y capacidad como organizaciones. Junto a esto, una vida de la sociedad civil mucho más belicosa y organizada (los famosos lobbies) y una continua confluencia en todo tipo de Elecciones hacen que sea un sistema de partidos mucho más permeables y cercanos al pueblo, ya que necesitan de su apoyo para financiarse y salir elegidos continuamente. Y el éxito de este sistema de partidos es muy superior al español, no en vano el Partido Republicano y el Demócrata son los más antiguos del mundo todavía en activo.
Costán Sequeiros Bruna
Y a ti, ¿qué te parece?
One reply on “Partitocracia: el Cáncer de la Política Española”
Efectivamente, acaba derivando en una plutocracia; como lección deberíamos no dar nunca mayoría absoluta a nadie; no tenemos idea los ciudadanos de cómo puede ser el alcance de nuestros votos sin cometer el error de otorgar mayoría absoluta.