Siempre he creído que la ciencia-ficción nos habla de nosotros mismos, de nuestras dudas y problemas, nuestras sociedades actuales y las que estamos creando para el futuro. Y, con Sense8, los Wachowsky y Straczinsky hacen precisamente eso: tomar un drama humano, meterle el giro de la ciencia-ficción y hacer que nos replanteemos y cuestionemos nuestro mundo y la vida que en él desarrollamos. Y todo de la mano de una enorme variedad de localizaciones, historias y actores que se entrelazan entre sus historias humanas, la bella fotografía y la gran trama que lentamente se va desvelando por detrás. Pero avisados quedáis, igual que ocurrió con Babylon 5, la primera temporada de Sense8 es básicamente la presentación: la trama principal ocupa un segundo lugar, presente e incluso importante en momentos, frente al planteamiento de sus personajes, sus historias, formas de ver el mundo y demás. Todo ello para que, cuando probablemente lleguen la segunda y siguientes temporadas, todos esos elementos puedan ser puestos en juego, evolucionados y cambiados con las nuevas tensiones que surjan.
Pero, a mayores de ser una excelente historia de ciencia-ficción dura (no preocupada por naves espaciales y cañones láser sino por imaginar cómo podría ser el mundo tras una premisa de ficción, en este caso la posibilidad de conectar mentalmente a algunas personas), Sense8 es una narración lenta sobre el drama personal de ocho personas. Y con estos dramas construye una narración con varios elementos sociológicos de gran interés.
El primer elemento que llama la atención es el muy cuidado trabajo que se puso en las ocho localizaciones principales que se ven en la serie. Londres, San Francisco, Bombay, Seúl, Nairobi, Chicago, Berlín y Ciudad de Méjico no son sólo el estereotipo típico del cine americano sobre esas ciudades y sociedades sino que, en gran medida, consiguen transmitir las diferencias entre las culturas y las formas de ver el mundo (especialmente en las más culturalmente diferentes, como son las asiáticas). Se nota una enorme labor de documentación sobre esas localizaciones para transmitir esa sensación de que aparecen como realmente son, lo cual le da una enorme solidez al argumento.
Y es que, aunque parezca que es algo anecdótico, el escenario es clave. Cada sociedad tiene reglas y normas, formas de ser, costumbres y conflictos, etc. Lo que en una puede ser normal en otra puede ser motivo de mofa o peor, de linchamiento. Así que las ocho historias sirven para mostrar conflictos y choques de las distintas sociedades porque los problemas que unos tienen en unas probablemente no lo serían en otras, y viceversa. Pero, al hacerlo, conecta con uno de los mensajes clave de la serie: da igual de qué esquina del mundo seamos, en el fondo todos somos humanos y tenemos problemas humanos.
Las cuestiones centrales de los vínculos entre las personas, la forma en cómo interactuamos, la confianza, los secretos, el miedo, el valor, el humor, la pérdida… son cosas que cada sociedad manifiesta de forma diferente, pero todas tratan porque son el núcleo de lo que supone ser un humano. Da igual que la historia sea en Nairobi o Méjico D. F.: son historias de personas, y al ponernos en la piel de cada uno de ellos, con sus dramas y problemas locales, hacemos un poco el mismo ejercicio que hacen los protagonistas, que es estar en la mente de gente muy diferente que, en el fondo, es igual en lo que importa.
Además, me parece especialmente digno de mención, junto a todo ello, el trabajo especialmente bueno que hacen en los temas de homosexualidad y género. Habría sido muy fácil construir unos personajes con esas temáticas que, por su construcción, mostrasen claramente todos esos conflictos y se convirtiesen en arquetipos a imitar y respetar y, con ello, en campañas publicitarias a favor de esas ideologías. Habría sido muy fácil y, probablemente, muy útil.
Sin embargo, el guión es más contundente en este sentido: si, hay varios personajes homosexuales e incluso una transgénero (que, en televisión americana, es todo un shock) pero no están construidos unidimensionalmente en torno a esos temas: son personas completas, con sentimientos, experiencias, vivencias, objetivos, etc. Tienen fortalezas y debilidades, viven en sociedades homófobas y patriarcales o más tolerantes, pero todos incluyen esas dimensiones y muchas más al mismo tiempo: trabajo, lucha contra el sistema, amor, personalidad, historia… Lo cual los convierte en algo mucho más poderoso que cualquier discurso bien creado sobre la importancia de la igualdad de género, transgénero o raza: los convierte en la demostración viva de que esa igualdad es intrínseca al ser humano y sólo el hecho de que hayamos construido las sociedades en las que vivimos de un cierto modo ha hecho que se establezcan unas desigualdades de poder y control que no se reflejan en disparidades reales de base. Que, en el fondo, hemos criticado y ostracizado a alguien que consideramos “diferente”, “alienígena”, “inferior” cuando, en realidad, era tan igual a nosotros que era imposible diferenciarlo si no se centraba uno en diferencias tan superficiales (como el género o la sexualidad) que nada dicen de quienes son… hasta que les hemos marcado a fuego con el precio que implica ser sometidos a un mundo que los había etiquetado como inferiores, indignos, impuros, etc.
Y este es el núcleo que yo le vi a Sense8: es una crítica radical a la forma en cómo hemos construido el modo en que interactuamos en sociedad, las barreras que nos separan y nos someten. Y para hacerlo viaja entre el presente de los personajes y sus vivencias pasadas, las experiencias que les han construido como son y las interacciones que se establecen pese a la distancia y el desconocimiento. Es la historia de ocho seres humanos en un mundo con reglas cambiantes que nos hacen a todos cuestionarnos las reglas que para nosotros no han cambiado. Y qué clase de cosas se pueden hacer para cambiarlas.
Sinceramente, siempre me han gustado muchísimo los Wachowsky (Matrix es mi saga de películas favorita y V de Vendetta les va a la zaga por poco) y Straczinsky (aún, a día de hoy, Babylon 5 es mi serie favorita), pero creo que con esta primera temporada los tres se han superado y han creado una historia más madura en la narración (fotografía muy cuidada, diálogos con enjundia, una banda sonora brutal y muy adecuada y variada, etc.) y, sobretodo, en lo que se cuenta. Realmente, vale mucho la pena, ahora a esperar a que salga la segunda temporada y ver por dónde van sus planes, porque si una cosa se aprende con Straczinsky y sus series planeadas para 5 años es que, si crea un universo con todo el cuidado del mundo (como en este caso) y dedica una temporada a plantearlo y describirlo (como en esta ocasión) es para hacerlo evolucionar brutalmente con las siguientes, profundizando en sus dilemas, cambiando a los personajes con las experiencias y haciendo que, en conjunto, el resultado sea cada vez más enriquecedor. Y con el punto de partida de Sense8 y su evolución en esta temporada, si mantiene esa dinámica el resultado final puede ser simplemente apabullante.
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas de Sense8?
2 replies on “Crítica de Serie: Sense8”
Demasiadas escenas de sexo gay.
No hay nada de malo con el homosexualismo implicito en el CINE, pues aqui dos de los 8 protagonistas son Gay, pero meter tantas escenas de Sexo GAY nota el afán de los productores Wachowsky por reivindicar la causa LGBT. Rematan con una orgia exagerada, que desorienta el hilo fundamental de la historia.
Es cierto que hay muchas, pero ¿demasiadas? No creo que sea la palabra adecuada. No creo que lleguen a una escena por capítulo (menos, sin duda, que sexo hetero hay en Juego de Tronos, por ejemplo, o cualquiera de la HBO) y si, todas son homosexuales, pero es que en buena medida solo muestran la cara que los medios tradicionales (especialmente en Estados Unidos) oculta normalmente. Si que, sin duda hay una parte de reivindicación, pero también creo que juega un papel importante de cara a la normalización, que se vean más y no resulten tan chocantes en pantalla (especialmente, como digo, en la televisión norteamericana).