
Supongo que el comienzo de este análisis de estas segundas elecciones de 2019 debería ser algo del estilo de “me equivoqué en el anterior“. Y me equivoqué porque pensé que sería tan desastroso para la izquierda ir a unas nuevas elecciones, que eventualmente serían capaces de pactar y llegar a un acuerdo. Y la realidad es que no han sido capaces y que el orgullo/soberbia de Sánchez ha empeorado todo. En una democracia representativa como esta y como muchos países europeos, los pactos de gobierno y los gobiernos conjuntos son cosa frecuente con parlamentos divididos; pretender gobernar en solitario y con mayoría absoluta es una quimera cada vez menos viable.
Por eso decía hace unos meses que eran como las primeras elecciones generales reales de una democracia compleja, donde el bipartidismo había llegado ya roto. Y los juegos tradicionales del bipartidismo no iban a funcionar para formar gobierno. Pues aquí estamos, con un Presidente en funciones aferrado a unas herramientas que ya no funcionan, y que condena al país a un gobierno aún más inestable, si es que se logra organizar uno esta vez y no vamos a otras elecciones en 2020.