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Descanse en Paz: Manuel Fraga

Abro el facebook y me encuentro con que se ha llenado de gritos de felicidad ante la muerte del político. Y, sinceramente, me quedo frío. Primero, porque me parece feo alegrarse por la muerte de alguien, especialmente alguien que hoy por hoy no cambia nada con su fallecimiento. Sin embargo, más que eso, me sorprende por las razones que llevan a tan gran felicidad.

Como los que siguen este blog saben de sobra, mi amor por la izquierda política nunca ha sido disimulada. Así que esta particular elegía no surge de la necesidad de limpiar la imagen de alguien con quien no comulgaba políticamente, ni defender a un ídolo personal. Ni mucho menos. Es una elegía contra la simpleza de reducir a alguien a una cosa concreta de su vida.

Empecemos por los negros de su vida que todos conocemos. Si, fue ministro franquista. Si, firmó las ejecuciones de personas. Si, fue un notable anti-gallego. Eso para empezar, y sin duda podríamos añadir más cosas negras a su biografía. Pero para eso ya están todos los demás que actualmente escriben sobre el hecho desde la izquierda. Sin quitarles la razón, yo voy a hablar de la otra cara de la moneda.

Porque la figura política de Fraga es mucho más compleja que eso. De hecho, el simple recordatorio de que fue “exiliado” como Embajador en Londres cuando empezó a decir cosas que en el Régimen no gustaron podría ser buen ejemplo de ello. Por ello, creo que es necesario recordar también las luces.

Principal entre ellas fue que es probablemente una de las figuras clave a la hora de entender que la Transición pudiese tener lugar. No sólo es uno de los padres de la Constitución, sino que su trabajo incesante permitió que la parte principal de la derecha entendiese que su lugar era dentro del juego democrático, y que no se intentase ningún otro golpe de estado. La diferencia entre nuestra Transición y la Egipcia actual es clara muestra de la importancia de enseñar a jugar a la democracia a los sectores que pierden el dominio si se quiere evitar el derramamiento de sangre. Eso es un logro que nunca debemos olvidar.

Incluso, más allá de eso, llevó a una completa refundación de la derecha, especialmente tras la transformación de la Alianza Popular en el Partido Popular. Si alguno de los miembros duros del gabinete de Franco levantara la cabeza y mirase a la derecha actual (Rajoy y compañía, no las Falanges que son poco más que anecdóticas) probablemente los considerase peligrosos izquierdistas. Y esa transformación tan notable es en gran medida fruto del trabajo de Fraga, no sólo introduciendo a la derecha en la democracia, sino cambiando sus objetivos y su forma de entender el mundo hasta llevarlos a su actual (y deplorable) amor por el neoliberalismo.

A mayores, es un hombre que, como todo hombre, vive preso de su tiempo. Es cierto que hizo atrocidades dentro del Regimen, pero incluso dentro del mismo era de las fuerzas más “progresistas” y suaves. Como dijo un amigo, el más de izquierdas dentro de la ultraderecha. Y el esfuerzo de reforma del Sistema que intentó llevar adelante (como la lucha por una mayor libertad de expresión y la eliminación de la censura, aunque sin llegar a que se ejerciesen por completo) debe también pesar en la balanza de su juicio.

Junto a esas labores, habría que añadir su labor como docente y como escritor de análisis de la sociedad. Lo cual siempre requiere tiempo, conocimiento y dedicación. Una dedicación que mantuvo en toda su labor como político, aunque fuese en la dirección de la derecha.

Así pues, para terminar y resumirlo todo: no, no me gustaron las políticas de Fraga. Pero creo que, en estos momentos justo tras su muerte, demasiado a menudo pasamos a un extremismo en negatividad que no hace justicia a un político con muchos negros, algunos blancos importantes, y muchos, muchos grises de distintos tonos. Así pues, como dijo el filósofo francés: “no me gusta lo que dices, pero moriría para que puedas decirlo”. Como él, a mi no me gusta la postura política de Fraga, pero en el juego democrático creo que jugó un papel que todos debemos comprender y respetar. No amar, no se lo ha ganado precisamente, pero sí respetar.

Costán Sequeiros

Este es el comentario en el antiguo blog:

post 102

Y tú, ¿qué opinas sobre este personaje de la política española?

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