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Reflexiones personales

Segunda Guerra Mundial

Lo cierto es que este es otro de esos posts de “pensar sobre la marcha”. Acabo de terminar de ver Hermanos de Sangre (Band of Brothers), que es una serie impresionante y sumamente recomendable para todos. Pero lo cierto es que después de verla, entre muchas me quedó la idea en la mente, la pregunta: ¿por qué se luchó la guerra? Así que, vamos a ver qué puede encontrar mi cerebro al respecto. Estoy bastante informado al respecto, pero no me he documentado especificamente para este post, asi que si tenéis ideas o información al respecto, adelante.

Como es obvio, cada una de las naciones involucrada luchó por sus propios motivos, de modo que veamos los principales actores en el teatro de guerra:

Francia era en el momento el país con el mejor ejército del momento, equipado a la perfección y listo para luchar. Lamentablemente, anquilosado en unas tácticas anticuadas, propias de la Primera Guerra Mundial. Era una potencia colonial, pero lamentablemente había alcanzado una expansión máxima y comenzaba su declive. Yo creo que era una nación con miedo, consciente de que su era llegaba a su fin y comenzaba otra era con nuevas potencias. Prueba de ello era la línea defensiva de bunkers que habían construido en la frontera con Alemania, claramente diseñada para prevenir que se produjese su descalabro de la Primera de nuevo (guerra que ellos iniciaron cuando declararon contra Alemania, y en la que sin embargo recibieron un duro castigo). No querían perder su hegemonía, claramente dañada desde el fin de los imperios breves surgidos de la dinastía Napoleón, y que estaba tocada de muerte.

Inglaterra probablemente tenía mucho en común con Francia en este punto. La hegemonía anterior, mantenida todavía al final de la Primera Guerra Mundial, era consciente en exceso del ascenso de demasiados países a su alrededor, dispuestos a disputarle el dominio del mundo. Alemania, destacaba entre ellos, siendo capaz de revitalizar su economía y su producción incluso pese a los altos costes impuestos como pago por la Primera Guerra Mundial: si la dejaban crecer y expandirse, claramente eclipsaría el poder inglés. Solo era natural que se uniese a Francia y declarasen la guerra a Alemania después de la invasión de Polonia.

Italia es el tercer país en una posición intermedia en este conflicto de titanes. Bajo el gobierno Mussolini, el país busca convertirse en una potencia y tomar el poder que “le corresponde”. Su destino como potencia colonial nunca fue hegemónico como el de Francia o Inglaterra, de modo que creen que es hora de compensar eso. Lamentablemente, aunque no tiene un mal ejército, la falta de cohesión interna y una clara sobrevaloración de sus posibilidades, hacen que este país sea incapaz de lograr realmente esos objetivos ya desde un comienzo prácticamente, quedando eclipsado en gran medida en el combate que se sigue.

Estados Unidos tiene un interés claro en esta guerra: convertirse en el líder mundial. Tiene una potencia demográfica, un enorme espacio, y una enorme capacidad de producción. De hecho, esta capacidad de producción y enorme (en cantidad, que no calidad) ejército serán las claves de su victoria. Esperaron lo suficiente como para asegurarse de que todos los bandos se habían destrozado mutuamente, y entonces entraron en el conflicto como “los salvadores”. Incluso dejaron intactas varias ciudades japonesas para demostrar completamente el potencial de la bomba atómica que sólo ellos tenían (y eso que los japoneses ya se habían rendido para cuando lanzaron las bombas). Esto demuestra que los americanos no entraron en la guerra pensando en el presente, sino en el futuro, en quien dominaría el mundo cuando la guerra acabase.

Rusia tiene el mismo interés por el otro lado. La potencia demográfica y de producción rusa es rival de la americana, y su capacidad como potencia está constatada desde mucho antes de que entre en guerra, ya que antes de atacar Polonia, Hitler ya ha pactado una tregua con Rusia para que no interfiera. Pero estaba claro que ambas potencias pretendían romperlo antes o después, pues no pueden coexistir dos hegemonías militares tan próximas la una a la otra. Así que el hecho de que Alemania invadiese Rusia no quita que esta hubiese, por tanto, entrado en la guerra por si misma si hubiese sido de otro modo.

Lo cual nos deja con Alemania. Obviamente, como las dos anteriores, tenía una capacidad de producción y demográfica suficiente como para pretender convertirse en hegemonía. A eso añadimos el agravio que sentía por lo que debía pagar a los países vencedores de la Primera Guerra Mundial como indemnización por los gastos que esta guerra había causado. Hay un tercer elemento, a menudo olvidado, y es que en los regimenes realmente fascistas (Alemania es el único caso que es completamente así, tanto Franco como Mussolini tenían elementos no fascistas en su modelo de gobierno): en los regímenes completamente fascistas hace falta una permanente movilización de la población hacia el exterior. Por tanto, es claro que requiere un empuje fuerte hacia el exterior antes de que pueda retener su continuo movimiento, y este es uno de los elementos que dan tanto poder a su economía y producción, de modo que deben escoger entre ambos… la elección ya la conocemos.

Por tanto, siempre nos venden que la guerra fue por ideales. Una lucha entre la democracia, el comunismo y el fascismo, a muerte, por el “alma de la humanidad”. Obviamente, algo de eso es cierto, pero no es sólo eso. Era una lucha por el poder, y por la hegemonía del mundo. De un lado los que ya la tenían, y de otro los que la querían. Era una lucha por el poder, y todos lo sabían… los ideales eran una buena excusa.

La dinámica de la historia ha ido primero expandiendo y luego reduciendo el número de potencias. Cuando el mundo era ancho y grande, pasamos de Babilonia, a Egipto, Grecia, los Otomanos, los Incas, la India, China… todos ellos tenían mucho espacio, de modo que no competían. Roma fue la primera gran reducción de imperios, llevándose por delante no sólo tribus sino a Grecia, Egipto y buena parte de Oriente Medio. A partir de entonces, a medida que el espacio “libre” de imperios y naciones se iba acabando, el numero de imperios se fue reduciendo; aparecieron algunos nuevos, pero fueron los menos, la mayor parte eran fusiones y conquistas, o divisiones de los anteriores. Hasta que finalmente lldegaron las grandes guerras. La Primera fue una lucha encarnizada que acabaría con la destrucción del Imperio Austro-Hungaro y el hundimiento final en poder del Turco. Con la Segunda cayeron todos los demás, dejando en pie sólo a Rusia y a Estados Unidos. La Guerra Fria se encargó de Rusia.

Y creo que, aunque fuese inconscientemente, los líderes de todas estas naciones eran conscientes de ello. De que quien ganase la guerra tendría el dominio del mundo que se construiría después, y lo tendría por mucho tiempo.

Es irónico que ahora, algo más de cincuenta años después, el mundo comience el ciclo opuesto. La globalización, que se supone que iba a crear la aldea global, está dando lugar a una dispersión de poder en las direcciones más inesperadas. No sólo surgen nuevos países, como China o Brasil o La India, sino que viejos se reconfiguran (la Unión Europea, o Rusia), y el poder se destina a nuevos lugares no nacionales (como las grandes empresas o, crecientemente, movimientos sociales como el movimiento antiglobalización o el ecologista). Y todo esto en un creciente entramado de comunicaciones, y de instituciones crecientemente globales.

Quizas funcione, quizás no. Lo que esta claro es que sabemos a donde dirigió el otro camino y vale la pena intentar uno nuevo. Quizás nos lleve a nuevos y desconocidos errores, pero esperemos que no a otra Hiroshima, otro Dia D, otro Auschwitz.

Costán Sequeiros Bruna

Estos son los comentarios de este post en el antiguo blog:

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