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Sociología

El Cáncer del Honor

Honor ¡qué bella palabra! Tantas películas nos hablan de los sacrificios honorables, de la belleza del comportamiento honorable, de la gloria que nos trae… Y, sin embargo, Thorstein Veblen en su Teoría de la Clase Ociosa (en cuyo honor va bautizado este blog) nos da una interpretación muy difeferente al respecto.

En las tribus antiguas había mucho espacio para convivir, y las situaciones de cada una eran duras. De modo que la única división de trabajo que existía era entre una proto-industria (sobretodo agricultura) y la caza. Debido a la superioridad física de los hombres, en general, la caza quedó en manos de los hombres, y la industria en la de las mujeres y niños.

Pero existe una importante diferencia entre ambas: la hazaña. Uno puede llevar a cabo una hazaña de caza (¡”derribé a un mamut de una flecha!”) pero no puede llevar a cabo una hazaña significativa de industria (“¡regué toda mi huerta!” no suena igual de bien). Así que aparece una distinción, que lleva a que las proezas de caza sean progresivamente bien vistas, mientras que el trabajo industrial es denigrado. Y, con ello, el trabajo de los hombres es bien visto, y el de las mujeres considerado peor.

Esta situación se desarrolla hasta un punto donde aparecen herramientas más avanzadas y las sociedades empiezan a tener pequeños excedentes que compensan la posibilidad de declararles la guerra. Ha aparecido el botín. La guerra se vuelve así la actividad más gloriosa, pues es la que más hazaña produce, y la que mejores trofeos da. Es absolutamente honorable ir a la guerra, y pasa a ser la única fuente seria de honor. Durante siglos, eso se desarrolla y se camufla bajo códigos y palabras bonitas, pero la única realidad que subyace a ello es que el trabajo industrial es malo, y la guerra es buena. Y ahí nacieron las diferentes clases sociales, porque unos guerrean mejor que otros, unos llevan a cabo más grandes hazañas, y por tanto unos son superiores a otros.

Echémosle un vistazo a la historia y al cine. Cuando nos hablan de honor ¿qué es lo primero que pensamos? En caballeros nobles de brillante armadura… la nobleza medieval tenía prohibido trabajar con las manos en cualquier cosa, so pena de perder su honor, y su única función era la guerra, bajo cuya premisa tenían sometida al resto de la población que se encargaba del trabajo industrial y productivo por ello. ¿El Japón feudal? También, los honorables eran los samurai, que seguían el código del bushido. Y, obvio es decir que la mujer, en todos estos casos, sigue supeditada al hombre debido a que no puede llevar a cabo hazañas, lo cual hace su trabajo indigno y a ella inferior.

Pero, lamentablemente, no creamos que eso ha muerto aunque ciertamente ha cambiado. El desprecio por el trabajo manual persiste en las sociedades actuales en gran medida. Los grandes empresarios no están trabajando en las cadenas de montaje, y a menudo, las profesiones mejor pagadas son aquellas que no se ensucian las manos con trabajos industriales y productivos (como los abogados, por ejemplo). Y en política permanece, especialmente el valor del honor en ciertos círculos. Así ¿no son los miembros de la Asociación del Rifle Americana en su mayoría miembros del Partido Republicano? ¿Y acaso una guerra en la que uno sale victorioso no repercute positivamente en las urnas y en la posición de poder que tu país ocupa en la red de poder de todos los países? De hecho ¿no es la “violencia legítima” el medidor del poder político, como define Weber en sus tesis clásicas?

El honor, así, es una cosa muy bonita que encierra una cosa muy fea. Uno de los mecanismos de opresión y de generación de clases que ha imperado durante toda la historia, y que en el siglo XXI pervive (con cambios) más de lo que a menudo nos damos cuenta. Y una de las razones por las que la guerra siempre está con nosotros, sin importar lo “civilizados” que seamos.

Tenedlo en cuenta la próxima vez que, cuando os den un ascenso o premio, respondáis “es un honor”.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de ello?

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