Los movimientos sociales son algo muy especial para la gente: para unos, los involucrados, son un frenesí, un camino hacia un futuro mejor, un proyecto con sentido en el que esforzarse; para otros muchos, es una fuente de ideas y cosas raras; finalmente, para otros, son un fracaso uno tras otro. Dicen estos últimos: “¿acaso ha acabado la dominación de la mujer tras el trabajo del movimiento feminista? ¿Ha cambiado la política y acabado con la corrupción el 15-M? ¿Los pacifistas han acabado con las guerras? No, al final, todo sigue igual.” Y, sin embargo, esta apreciación es cierta sólo porque no entienden la función real de los movimientos sociales.
Esta concepción errónea parte de un punto de vista bastante lógico: los movimientos sociales defienden unas ideas y valores y tratan de avanzar y consolidarlos; por tanto, su éxito o fracaso se mediría en la capacidad que tengan de construir medidas que establezcan esas ideas y valores: la aparición de leyes, instituciones, cambios en las relaciones laborales, etc. Si lo consiguen tienen éxito y si no lo logran, fracasan. A priori esto parece sensato, ciertamente, pero dista por completo de la realidad de lo que son los movimientos sociales realmente.
Un movimiento social es, sobretodo, una corriente de pensamiento. Si, son ideas, valores, nociones, etc. construidas todas ellas en torno a una serie de principios básicos: la igualdad de los géneros, de las razas, un mundo pacífico, una democracia de verdad… Estas ideas se asientan en las cabezas de quienes forman ese movimiento, que comienzan a darles estructura y a utilizar sus experiencias y lo que aprendan para darles cuerpo.
El resultado es que se forma una masa de gente que comparte una visión del mundo, y esa gente se vuelve un altavoz de las ideas que llevan en su interior. En cierta medida, son como un virus social que está infiltrándose en una célula para cambiarla desde dentro. Y no lo hacen por medio de instituciones o logros palpables en la legislación, lo hacen de una manera mucho más sutil: cambiando la forma en que piensa la gente sobre el mundo que les rodea. Son uno de las fuerzas principales en el combate por las conciencias y la mente de las personas y por configurar nuestras identidades.
Así, es el papel central del movimiento feminista desde sus orígenes como sufragismo el que, lentamente, ha ido cambiando la mente de la gente para que empecemos a entender la importancia de la paridad entre ambos géneros. Y el movimiento pacifista ha contribuido enormemente ha deslegitimar el uso de la violencia, obligando a que las guerras sean ahora más escasas y tengan que estar motivadas por razones de “fuerza mayor”. Porque, lentamente, esos movimientos han llenado nuestras mentes de nuevas nociones sobre cómo debe funcionar la sociedad, lo que es bueno, lo que es malo y qué debemos querer y buscar.
Pero, como se ve, los movimientos sociales son consciencia e ideas en movimiento. Sin embargo, a medida que avanzan y se desarrollan, se solidifican en distintas organizaciones no gubernamentales para llevar adelante los distintos aspectos de su agenda. La PAH que lucha contra los deshaucios nació en gran medida del 15-M, en la misma medida en que la conciencia de la gente se formó para entender que la justicia debe aplicarse a los políticos y que hay otras democracias posibles. Ideas que luego se transformarían en el embrión que daría fuerza a algunos de los nuevos partidos politicos y la reformulación de algo de los antiguos.
El resultado es que los movimientos sociales, que son algo informe y vasto, cambiante y poco cohesionado, se transforman en organizaciones capaces de avanzar o no su agenda. Estas si que pueden fracasar o tener éxito, dependiendo de lo habilidosas que sean a la hora de manejar la fuerza de la sociedad civil para conseguir sus fines en el sistema, pero eso no cambia el hecho principal: a esas alturas, el movimiento social ya ha tenido éxito.
Así, como un virus, el movimiento social ya ha introducido las nuevas ideas en el debate político de la sociedad y esta va a tener que decidir qué quiere hacer con estas nuevas ideas en su interior. Algunas serán aceptadas por el conjunto de la población, lo cual traerá más cambios a medida que esa gente convertida vaya extendiendo el mensaje; otras ideas serán abandonadas, o dejadas para más adelante, o reformuladas en nuevos caminos.
Ese es el camino de los movimientos sociales, y precisamente porque operan sobre las ideas de la gente y dan un sentido de objetivo y cambio es por lo que generan una lealtad tan fuerte entre sus miembros y un rechazo tan grande entre sus detractores. Y, en todo el resto, una sensación de curiosidad, de ganas de investigar esa cosa nueva y así decidir si unirse a los seguidores o a los detractores de esa nueva idea que, cada vez más, está en la agenda mental y los debates de todo el mundo.
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas de los movimientos sociales?