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Reflexiones personales

La dictadura de lo políticamente correcto

correcto 2Vas a decir algo pero… alto, ¿seguro que es apropiado? ¿No ofenderá las ideas de los millenials, los góticos, las feministas, los machistas, los homófobos, las homosexuales, los creyentes, las ateas, los veganos, las fructívoras, los de derechas, las de izquierdas… o cualquier otro de las decenas de colectivos que forman nuestras sociedades? O, mejor dicho, estás seguro de que cualquiera de los colectivos identitarios sociales no va a encontrar alguna forma, por rebuscada que sea, de poder hacerse el ofendido por tu contenido aunque sea sacándolo de contexto y forzando su interpretación? No, ¿verdad?

Lamentablemente, por exagerado que parezca, en cierta medida en la actualidad eso todo es una realidad. Hay tantos colectivos oprimidos, ofensibles, etc. cuyas identidades se construyen en respuesta y discusión a la identidad conjunta que, necesariamente, cada vez que hablamos, corremos un alto porcentaje de riesgo de decir algo que alguien en algún lado pueda considerar ofensivo. Así es como nace el imperio de lo políticamente correcto.

Puede parecer, sin duda exagerado, pero el intento de todo el mundo por convertirse en identidades dispares y diferentes del conjunto de la sociedad está llevando esta mucho más allá de donde se planteaba la multiculturalidad y la tolerancia originalmente. Y, como todas estas identidades, dentro del discurso común, merecen el mismo “respeto y no agresión” que el resto, el resultado es que es prácticamente inevitable que, cada vez que hablemos, le podamos pisar los pies a alguien que quiera montar un problema por ello. Individuos y colectivos de gente que se siente transespecie (osea, que son personas pero se sienten gatos, perros, o lo que sea), los transedad (como la señora adicta a ser bebe), y otros igualmente extraños y bizarros se unen a la ya compleja red de identidades diferenciadas (por cuestiones de género, sexualidad, orientación política, religiosa, etc.) para hacer que la disparidad social sea máxima.

El problema de todas estas disparidades encantadas de hacer notar como las ofendemos radica principalmente en el hecho de que invisibilizan las verdaderas desigualdades de importancia. Cuando puede ser un problema hablar y que una mujer-gato se sienta ofendida, igual te olvidas de que hay gente socialmente reprimida/dominada de verdad, con razones muy válidas para sentirse abusados: las mujeres, los homosexuales, los proletarios, las minorías étnicas, etc. Todo ello son colectivos con luchas de mucho tiempo contra desigualdades e injusticias muy fuertes que incluyen el idioma pero van mucho más allá.

correcto 1El resultado es que, bajo el intento permanente de que tengamos que usar un vocabulario tan cuidado que no ofenda a nadie, numerosos mensajes se vuelven imposibles. El humor negro, el sarcasmo, la crítica, etc. son formas del discurso que se basan en el uso y el manejo de la polémica y que, sin embargo, pueden acabar teniendo consecuencias en un mundo donde tus rivales pueden buscar tu historial de twitter de cinco años atrás para encontrar un chiste de humor negro con el que poder atacarte, como le ocurrió a Guillermo Zapata en el ayuntamiento de Madrid.

Y, ademas, se genera un status quo falso donde, como todos estamos sometidos por alguna razón a la mayoría abstracta (sea por nuestros gustos de ocio, identidad, apreciación culinaria, etc.), se disgrega la identidad conjunta en las cuestiones importantes. Así, la gente deja de considerarse obrera después del proceso de demonización de la misma, y pasa a considerarse miembra de cualquier otro de los muchos colectivos desorganizados y (a menudo) enfrentados en los que podría dividirse.

Y así, el mantra del “divide y vencerás” convierte la dictadura de lo políticamente correcto en un eficaz modo de reventar cualquier oposición a las desigualdades reales del mundo. Así, mientras todos tratamos de no ofender a nadie con nuestras afirmaciones, de ser perfectamente correctos y respetuosos, y atacar a cualquiera que pueda decir algo remotamente cercano a ofensivo para nosotros… bueno, mientras eso ocurre, aquellos que controlan el poder se encargan de seguir usándolo de verdad en su beneficio, apropiándose de lo que es por justicia de los demás y sosteniendo las verdaderas desigualdades que a ellos les convienen.

Así que, me temo, lo políticamente correcto es, más a menudo que no, un arma usada más contra nosotros y contra la diversidad real y la desigualdad real, que un arma con la que defendernos de los abusos de poder reales. Ah, y todo esto sin entrar en el problema que supone lo políticamente correcto si lo enfrentamos a la cuestión de la libertad de expresión y como cualquier tipo de censura la destruye

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de lo políticamente correcto?

One reply on “La dictadura de lo políticamente correcto”

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