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Libertad de expresión y la ofensa

OfensaYa he escrito muchas veces sobre el hecho de que la libertad de expresión es un absoluto: o existe o no existe. No hay medias tintas. Tan pronto se dice “esto no se puede decir”, por razonable o pequeño que sea eso, la libertad de expresión muere y la censura toma el control. El problema es que el discurso de lo políticamente correcto se ha convertido en una camisa de fuerza que bloquea lo que se puede decir en una conversación normal, y ahora es incluso motivo para ser perseguido judicialmente como se ha visto en el caso de los titiriteros, o actualmente con la sentencia a Cassandra Vera. La ofensa, el sentirse agredido por lo que otra persona dice, se ha convertido en un arma. Así que, como hemos llegado a los tribunales, echemos un vistazo a la legislación más importante de todas en España: la Constitución.

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Reflexiones personales

La dictadura de lo políticamente correcto

correcto 2Vas a decir algo pero… alto, ¿seguro que es apropiado? ¿No ofenderá las ideas de los millenials, los góticos, las feministas, los machistas, los homófobos, las homosexuales, los creyentes, las ateas, los veganos, las fructívoras, los de derechas, las de izquierdas… o cualquier otro de las decenas de colectivos que forman nuestras sociedades? O, mejor dicho, estás seguro de que cualquiera de los colectivos identitarios sociales no va a encontrar alguna forma, por rebuscada que sea, de poder hacerse el ofendido por tu contenido aunque sea sacándolo de contexto y forzando su interpretación? No, ¿verdad?

Lamentablemente, por exagerado que parezca, en cierta medida en la actualidad eso todo es una realidad. Hay tantos colectivos oprimidos, ofensibles, etc. cuyas identidades se construyen en respuesta y discusión a la identidad conjunta que, necesariamente, cada vez que hablamos, corremos un alto porcentaje de riesgo de decir algo que alguien en algún lado pueda considerar ofensivo. Así es como nace el imperio de lo políticamente correcto.

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Actualidad

La cara de la censura moderna

expresion 1Hace unos días, los miembros del equipo de El Mundo Today habían colgado una web muy bien trabajada y muy graciosa, parodiando la campaña electoral del PP, llamada Rajoy Presidente. Hoy han anunciado que la van a tener que quitar de internet porque el Partido Popular ha procedido a denunciar que van a iniciar acciones judiciales contra El Mundo Today de no ser retirada la web. Así que es hora de nuevo de darle la bienvenida a la censura y a los cortes, si no por acción directa del organismo de censores, a través de la amenaza de usar el poder judicial (que se encuentra siempre vinculado al poder político porque no existe realmente división de poderes en España, solo partitocracia).

Hace ya un tiempo hablé de cómo la libertad de expresión debe ser absoluta: si se pitan los himnos se acepta, si se dibuja a Mahoma se acepta, si hacen webs sarcásticas sobre tu partido se acepta. En el momento en que una sociedad, un organismo, una institución o lo que sea proceden a censurar cualquier clase de mensaje, a sancionarlo o actuar en contra, la libertad de expresión de desvanece porque ya desaparece la libertad de transmitir ciertos mensajes.

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Sociología

La sacralización de los símbolos

simbolos 1Un estadio entero pita un himno y se monta un escándalo; Sinnead O’Connor quema una bandera americana y se acaba su carrera musical. ¿Qué pasa ahí para hacerlos raros? A nadie le extrañan los silvidos y pitidos en un concierto malo y desde luego Sinnead todavía estaría grabando discos si hubiese quemado un pantalón de Bershka. ¿Qué diferencia a esos objetos?

Vivimos en un mundo lleno de símbolos, desde los iconos que pueblan las pantallas de ordenador a las palabras que ocupan las páginas de los libros. Los seres humanos somos profundamente simbólicos y esto es parte intrínseca de nuestra capacidad para funcionar y comunicarnos. Pero no todos los símbolos son iguales, igual que no se refieren a la misma cosa.

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Reflexiones personales

Pitidos, Abucheos, Charlie Hebdo y la Libertad de Expresión y Asociación

expresion 1El 7 de Enero de 2015, las instalaciones de Charlie Hebdo en París fueron atacadas por un comando terrorista de fundamentalismo islámico, causando una terrible masacre como respuesta al hecho de que Charlie Hebdo hubiese publicado unas viñetas con la imagen de Mahoma. El mundo, consternado, se unió contra la manifestación de un ataque a la libertad de expresión, al derecho de la gente a decir lo que cree, la valentía de no ceder ante la presión de los extremistas y terroristas, etc. Unánimemente, las autoridades de todo el mundo condenaron el ataque como un acto de barbarie. Ellos tenían derecho a dibujar a Mahoma si quisieran, independientemente de que en una religión concreta estuviese prohibido, igual que se puede dibujar a Cristo, a Le Pen o a cualquier otra cosa. Esa es la libertad de expresión.

Avanzamos unos meses, llega la final de la Copa y en el Camp Nou se abuchea el himno de España. De pronto, no se trata de un acto de libre expresión con la que un colectivo muestra su rechazo a una idea (la nación española, en este caso) ejerciendo su derecho a la libertad de expresión, sino un insulto, un ataque, una ofensa. Los militares incluso han llegado a exigir al Gobierno un protocolo que impida que estas situaciones sean legales y se puedan repetir. ¿Dónde está la diferencia? ¿Por qué es adecuado dibujar a Mahoma pero no pitar al himno?

La diferencia, como siempre, es que Mahoma es cosa de “los otros”, por lo que no pasa nada si lo atacamos, pero si se ataca a “lo nuestro” las reglas del juego cambian.