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Poder y relaciones humanas

Aunque pueda parecer que el poder es una cosa que tienen los poderosos, lo cierto es que hay poder en toda relación humana, desde la de un padre con su hija a la de una pareja. Esto hace que toda relación sea inevitablemente un juego de poder, ya que las dos partes implicadas en la misma se juegan en ella elementos que para ellos son importantes (como puede ser la autoestima, que es relacional), así como tienen distintas capacidades y necesidades/deseos.

Estas tres dimensiones son centrales a la hora de entender el poder que se establece en una relación, ya que inevitablemente son las que deciden quien tiene la posición más fuerte y quien la más débil. Por ejemplo, si una de las partes necesita más a la otra, esa parte es más vulnerable y por tanto más débil ante la otra parte (por ejemplo, el hijo frente al padre, pero también el enamorado que está cortejando a la persona de sus afectos).

Este es el primer poder, el que es necesario para el otro, que se condensa en la capacidad de decir “no” al otro. Quien puede bloquear a otra persona, posee poder sobre ella. El que ama a alguien siempre es vulnerable a que el otro no devuelva su anhelo y responda con una negativa a sus pretensiones, y con ello es débil ante el otro.

Las capacidades pueden ser de muchos tipos, y entran en la liga de los “sis” en vez de los noes. Puede ser que uno sea más listo que el otro, que tenga una posición de estatus por encima o que tenga más dinero. Cada vez que estos elementos salgan a juego, por ejemplo a la hora de comprar una casa para montar una familia importa el dinero, la parte que más capital en juego tiene siempre posee poder sobre la otra parte.

Sin embargo, ambas situaciones se pueden manejar de distintas maneras, y aquí entra un elemento central de toda lucha de poder, sea en la pareja, en el trabajo o en cualquier otro sitio: la estrategia. Si bien toda relación es una relación de poder, ninguna de las partes de la misma está jamás exento por completo de poder en ella en ninguna de sus facetas. Por tanto, a la hora de resolver los conflictos y situaciones que se producen, se vuelve clave no tanto el poder “en bruto” que cada una de las partes tiene, sino el modo en que saben usarlo en su propio beneficio, a la hora de conseguir que el otro acepte. Porque en una relación, salvo que haya una jerarquía clara (jefe y empleado) todo al final debe ser aceptado por ambas partes. Así, es muy posible que el enamorado convenza a la otra parte de que acepte su amor, o que el que tiene menos dinero le saque más partido ya que la otra parte lo despilfarra.

Por todo ello, estos equilibrios no son fijos si no que evolucionan con el tiempo y los sucesos. Quien podía empezar en una posición de debilidad puede acabar siendo quien tiene la fuerza, e incluso el equilibrio puede decantarse por un lado antes de cambiar las tornas para el otro. También puede ocurrir que el equilibrio varíe no sólo con el tiempo, si no con los temas a tratar, de modo que una parte de la relación sea la principal para unos asuntos y la otra tenga más poder en otros. Y en el modo en que los distintos temas se entrelacen pueden surgir nuevos puntos de poder, a medida que se usan herramientas como el sexo o el conocimiento mutuo para conseguir otras cosas como autoestima o dinero.

Por todo ello es probable que una relación realmente igualitaria sea imposible. El poder cambia, si, pero la paridad total es una utopía a la que aspirar y por la que luchar, pero un equilibrio total es muy frágil y complicado de mantener. Debemos esforzarnos por alcanzarlo en la medida de lo posible, pero sabiendo que el poder siempre va a ser parte de toda relación en la que estemos incluidos.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de los juegos de poder existentes en las relaciones humanas?

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