Es curioso como estos dos gestos, aparentemente tan sencillos, son tan importantes; y es así de llamativo, precisamente, por la poca atención que les prestamos a ambos. Pero veámoslos por partes.
¿Cuándo nos reímos? Nos reímos por muchas razones, pero en general se da cuando hay una broma. ¿Y qué es una broma o chiste? Generalmente son juegos de palabras, combinaciones que hacen gracia precisamente por su imposibilidad o su falta de sentido, o porque rompe las reglas. Un ejemplo: “el capitán dijo que subieran las velas… y abajo se quedaron a oscuras”. Este chiste malo tiene sentido porque hay un juego de palabras que rompe la lógica: en la segunda frase velas son usadas como las de iluminar, en lugar de las que guían un barco que son las que realmente corresponderían con la primera frase.
Pero hay un uso más importante que ese inocente. La risa sirve como descarga cuando las normas sociales se rompen a nuestro alrededor. Si alguien, por ejemplo, dice algo realmente embarazoso, reírse de ellos todos rompe la tensión y devuelve la situación a un ambiente más relajado. ¿Y por qué pueden hacer eso? Porque la risa tiene la peculiar capacidad de hacer que cualquier escena pierda su seriedad y su credibilidad. Por ejemplo, cuando unos actores hacen una comedia, ellos deben interpretar a sus personajes con total seriedad aún cuando lo que hacen sea para que la gente se ría, o sino se rompe la “suspensión de credibilidad” (que nos permite aceptar lo que ocurre en pantalla) y la escena pasa a ser absurda en lugar de cómica.
El llanto, por su parte, tiene un funcionamiento completamente diferente. ¿Cuándo lloramos? Se diría que cuando nos tocan “la fibra sensible”, pero lo cierto es que eso no es exactamente correcto aunque algo de eso hay. En el fondo, el llanto es un mecanismo de alivio de tensión, de stress. Cuando nos vemos forzados hasta el fondo, y nuestros nervios se resienten, una de las salidas pautadas es el llanto, que relaja los músculos a la fuerza y nos deja más tranquilos al final.
Sin embargo, no es sólo un mecanismo biológico (que también), sino que a su vez se rige por el código social, cosa que tiene en común con la risa. Para ambos, hay momentos en los que es adecuado reír, y momentos en los que no. Aunque la risa sirva para aliviar la tensión de ciertos momentos, no es adecuada para un funeral, por ejemplo (y raramente se ve en uno), mientras que el llanto sí lo es. Por el contrario, llorar por ejemplo estaba prohibido a los samuráis del Japón feudal, fuese cual fuese la situación.
Así que, como veis, en ocasiones hasta las cosas más sencillas encierran mecanismos sociales complejos (aún cuando aquí apenas he raspado un poco en su complicada superficie) sobre los que vale pararse a pensar un poco de vez en cuando. Algún día hablaremos sobre la locura, y cómo la risa es a menudo la última protección contra la demencia.
Costán Sequeiros Bruna
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