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Japón: una Historia desde el Poder

Alguien ve una película que pase por Tokyo o viaja allí y lo que ve es una sociedad moderna, con rascacielos, ordenadores, gente calzando Nike, etc. Vemos su sistema político y vemos una democracia con elecciones regulares y un sistema económico capitalista con grandes empresas. Vemos su vida social y, aunque sea exótica en términos culturales, vemos paz y orden. Sin embargo, gran parte de la culpa de que veamos eso es que nuestros ojos ven lo que quieren ver, reconocen las estructuras y, por tanto, piensan que son como las nuestras, cuando en gran medida no es así. Bien podría decirse que Japón es una sociedad feudal del siglo XXI.

Pero retrocedamos en el tiempo, porque todo en Japón bebe de su historia y su tradición. Es la época del shogunato Tokugawa, de las casitas de madera y papel, de las katanas y de los samurai. De hecho, empecemos por ellos, la sociedad japonesa de aquellas es un sistema feudal perfecto. En la cima está (teóricamente) el Emperador, debajo del cual están los señores feudales de los distintos clanes de samurai (los Daimyo), bajo ellos están los señores menores y todos los demás samurai; debajo de ellos están las medias personas, los heimin y hinin, que son mercaderes, comerciantes y agricultores; y, finalmente, bajo ellos, están los eta, los no persona, encargados de las tareas impuras que nadie puede hacer sin deshonrarse. Como véis, un sistema feudal bastante clásico  (aunque sin la separación del estamento eclesiástico, ya que los monjes normalmente estaban en torno a la posición de las medias personas), hasta el punto de que la palabra samurai significa “el que sirve”.