Tras el recorrido por cómo se ha ido configurando y evolucionando el capitalismo, es hora de ver qué aspecto ha tomado en la actualidad. El sistema capitalista actual, como conjunto, se ha estructurado en torno a una serie de elementos interrelacionados, unos internos a las personas, otros sistémicos, etc.
Uno de los principales cambios es que se ha separado el valor del objeto de ese valor. Era lo que se llama el valor de cambio (el precio) y el valor de utilidad (lo que ese objeto hace). Así, dos modelos de zapatillas son iguales de útiles para caminar, pero si una es de la tienda de la esquina y la otra es de Nike su precio monetario será enormemente diferente. La razón es fruto del desarrollo de lo que se ha llamado el valor de marca, que Naomi Klein describió genial en No Logo, y que hace que el valor de las empresas y de los productos no dependa de la realidad de ese producto/empresa sino de la percepción que la gente tiene de ella y la posición de mercado. Si consigues por ejemplo que tus zapatillas se asocien a la idea de prestigio, la gente estará dispuesta a pagar más para diferenciarse de los demás y demostrar así su mayor posición (un BMW en vez de un Ford Fiesta, unas vacaciones en Cancún en vez de la playa del pueblo, etc.).
En esto encaja otro de los elementos centrales, que es el desarrollo del consumismo como fuente de ocio y autoestima, y la gestión del deseo. La publicidad ha ido creciendo y evolucionando desde mediados del XX precisamente para implantar deseos en la gente que los lleve a sentir la necesidad de tener, de hacer, etc. aquello que se quiere que compren. El prestigio de marca, por ejemplo, es un camino, pero jugar con cualquier emoción bien manejada puede ser fuente de deseo: compra esta ropa para ser atractivo, juega a este deporte para estar saludable, ve a ver esta película para disfrutar y poder comentarla luego con los amigos, etc. Creas deseos que solo se satisfacen introduciendo de por medio el intercambio económico: la película hay que verla en el cine para disfrutarla de verdad, por ejemplo. Así, el capitalismo va creando nuevos productos y mercados y, a mayor deseo es capaz de generar en la gente, más precio les puede poner independientemente de lo que realmente valgan.
Además se genera la paradoja de que, controlando el deseo, se produce una insatisfacción permanente. Porque a menudo deseamos tener eso que nos han dicho que queremos, pero una vez que lo conseguimos en realidad no nos puede dar la felicidad que se supone, así que deseamos lo siguiente. Y claro, eso hay que pagarlo, con lo cual nos convertimos en máquinas de transferir dinero de un sitio a otro, buscando una felicidad que en teoría proporcionan los objetos pero que, en realidad, no ofrecen porque la felicidad no se compra.
Y esta es una cosa muy importante. El capitalismo siempre ha vivido de la circulación del dinero: yo compro esto, tu con el dinero de mi compra obtienes aquello, el que te lo vendió se compra eso otro, etc. El ciclo de fluir y circular el dinero es donde se hace ganancia y crecimiento, el dinero estancado debajo del colchón solo se devalúa y debilita el sistema porque no está fluyendo, creando y cambiando oportunidades. A más dinero se mueve, más crecen los mercados y con ello se mueve más dinero, en un círculo que sigue hasta que explota la burbuja de turno. Porque, normalmente, a más crece el mercado más se alejan los precios y valores de la realidad, tendiendo a crear una disparidad que eventualmente entra en crisis y debe ser equilibrada de nuevo por las malas.
El resultado extremo de esto es la financiarización de la economía: hoy en día hay mucho más dinero en circulación en el mundo que nunca, y la inmensa mayoría de ese dinero no existe. Un ejemplo sencillo: vamos al banco y depositamos 10 € en nuestra cuenta y el banco va e invierte esos 10 € en bolsa, a partir de entonces en el sistema económico ya existen 20 € porque tú sigues teniendo tus 10 € en tu cuenta y el banco tiene la posesión de esas acciones. El dinero, al entrar en el mercado financiero de cosas posibles, se vuelve más abstracto y se multiplica. El problema es que es dinero no real, que se invierte en cosas posibles pero ficticias, como la bolsa, basadas en acuerdos. Y cuando los productos financieros o la realidad chocan con las expectativas, las bolsas pierden millones de dólares, explotan las burbujas y hay que rescatar a la banca (o regalarle dinero si se es España, pero eso ya es otra historia). Porque igual que el dinero financiero se ha generado de la nada, se desvanece en la nada si se lo mira un poco fijamente. Eso si, cuando se desvanece, las consecuencias son tan reales como cualquier otra, con empresas que cierran, crisis, etc. De modo que el sistema capitalista actual depende básicamente de la ficción de un deseo creado y de un sistema de circulación de dinero ficticio básicamente insostenible. De ahí que, cada x años, se sucedan las crisis económicas de distinto calibre.
Lo cual se agrava si tenemos en cuenta que vivimos en el mundo del crecimiento. Una empresa o un país solo valen económicamente si van a crecer sus ventas y beneficios con respecto a los del año pasado. Da igual cuánto facturasen, mantenerse igual no es suficiente y daña el peso en bolsa de la empresa, lo que hay que vender es la idea de crecimiento y, a poder ser, inmediato. Hay que crecer este mes para que las acciones suban, crezca más nuestro valor y podamos crecer el mes que viene, y el de después, y el siguiente… así hasta que es básicamente insostenible. Entonces reorganizamos plantilla para reducir costes y seguir creciendo con igual numero de ventas, o nos inventamos un nuevo producto que desate el deseo y la atención, o lo que sea. Cualquier cosa vale con tal de seguir creciendo o que, al menos, la gente crea que lo hacemos. Porque, a menudo, que lo crean vale tanto como que lo hagamos… y si hay que recurrir a contabilidad creativa, evasión de impuestos, etc. entonces sea, lo único que importa en este capitalismo es crecer, no las leyes, total la justicia ya está de su lado.
Y aquí entra en juego la inmediatez. Todo debe ocurrir muy rápido en esta economía de trasnferencias en microsegundos a través de internet. De compra/venta global, de tránsito acelerado de millones de bits y de dólares por las redes de comunicacion y transporte. Y como el beneficio y el capitalismo se vuelve global, se pierden todo tipo de vinculaciones locales, de modo que se abren las puertas al abuso: ¿este país me intenta poner barreras? Pues deslocalizamos la producción a aquel otro que no lo hace. Y como llegamos con una inversión muy fuerte que ese país necesita, podemos poner condiciones, así que nos dan toda suerte de beneficios para que nos quedemos, pero solo se quedará la empresa mientras no sea más rentable llevarla a otro sitio. Y obviamente, tampoco se detiene por otros costes como el cambio climático, el envenenamiento de agua y aire, etc. todo eso son solo trabas en el camino del progreso y enriquecimiento económicos.
Pero, en cualquier caso, tampoco es que tengan una oposición real ya. La razón principal es que hacen muchísimo esfuerzo en convencernos a todos de que vivimos ya en el mejor mundo posible. La historia ha acabado, como escribió Fukuyama, de modo que ya estamos en el mundo feliz. Así que, ¿para qué buscar un cambio en el mundo si todo cambio nos va a llevar a peor? Que vivimos en el mundo donde más desigualdad de riqueza de la historia existe entre el 1% más rico y el otro 99%… pues no debe ser para tanto, compra la nueva tele de 2444885 pulgadas y serás feliz de nuevo. ¿Quieres condiciones laborales más justas? Olvida eso, vete al cine que hay una nueva película genial para venderte todos estos valores de nuevo, deja a los ricos seguir haciendo sus cosas.
En el camino a esta enorme disparidad de riqueza justificada, el capitalismo ha pasado por destruir muchas de las herramientas de lucha. Primero, como salía en el programa de Salvados, ya nadie se identifica con la clase baja, ha sido demonizada. Aunque seamos pobres, no lo sabemos porque nos negamos a creerlo. Pero claro, cuando perdemos la idea de que somos pobres dejamos de defender los intereses como si lo fuésemos, desarticulando la lucha obrera por ejemplo. A mayores, no solo dejamos de ser conscientes de ser pobres, sino que no nos vemos como la misma clase: yo soy sociólogo, no soy la misma clase que el panadero, o el taxista, y este es claramente diferente del dueño de una tienda de ropa de barrio o el funcionario del ayuntamiento. Hay tantos grupos y colectivos distintos que dejamos de ver que tenemos intereses compartidos, así que se movilizan los profesores para una lucha por sus derechos laborales y el resto de la sociedad mira la televisión porque no creen que sea su guerra también. Y al desaparecer esta noción, la clase más pudiente sigue siendo consciente de sus intereses compartidos, de modo que pueden manejar a la sociedad.
Y con los remansos que quedan de combate lo que se procede es a cooptarlos (o comprarlos, si preferís). Si hay un sindicato, vamos a darle una parte importante de financiación pública (en vez de depender de sus afiliados) de modo que llegado cierto punto ya no pueda rebelarse de verdad porque lo hemos comprado. Si en el Congreso podrían hacer leyes en contra de los ricos, vamos a ofrecer a sus líderes puestos en los consejos de las grandes corporaciones con sueldos millonarios cuando acaben su tiempo de servicio, de modo que sean buenos con nosotros todo ese tiempo hasta que puedan llegar a su puerta giratoria. En resumen, compramos los mecanismos de defensa de clase, las herramientas de la democracia, etc. con el fin de ponerlos todos al servicio de ganar más dinero, explotar más y avanzar la línea de beneficios y crecimiento. Al fin y al cabo, ya dije que es lo único que importa en este capitalismo.
Así que, al final, se vuelve innecesario incluso comprar lo que en el XIX se llamaba “paz social” y se procede a intentar limitar y desmantelar el Estado de Bienestar. Al fin y al cabo, si ya nadie se cree pobre, ¿para qué mantener estructuras destinadas a proteger a los más desfavorecidos? Mejor hacer seguros privados que sanidad pública, favorecer a las universidades privadas y recortar en becas, etc. Porque, al final, no queda nada que se resista en serio a eso.
En conclusión, el capitalismo en la actualidad es un sistema de asignación de recursos finitos, concentrándolos a poder ser en una minoría en el poder muy organizada (lugares como Davos son muestra de esta unión de la élite) frente a una sociedad muy desarticulada para resistirse. Sin embargo, por mucho que el capitalismo se crea invencible, lo cierto es que tiene su tiempo tan limitado como cualquier sistema y en el próximo post iremos viendo por dónde se comienzan a abrirse las líneas de fractura que llevaran a su transformación o colapso.
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas de cómo funciona el capitalismo?