Julio Cesar, uno de los destructores de la democracia plutarca que era la República Romana sube la escalinata camino del Senado y es acuchillado decenas de veces por sus compañeros, incluyendo a su propio segundo, su hijo Bruto. Algo más de dos mil años después, Enrico Letta, Primer Ministro no electo de la democracia representativa donde importa demasiado el dinero que es la República Italiana, es destrozado con las puñaladas figuradas de su segundo, Matteo Renzi. ¿Alguien ve algún elemento en común?
La historia italiana está llena de este tipo de elementos, desde las sucesiones de los Papas a la cabeza de los Estados Papales (con los Borgia como ejemplo clásico, aunque estos técnicamente fueran españoles), las lecciones sobre cómo gobernar de Maquiavello basadas más en la capacidad de mantener y aumentar el poder que en hacer las cosas bien, o la sucesión de Primeros Ministros que ha tenido la actual democracia italiana, donde el único con cierto grado de estabilidad ha sido Berlusconni.

El Gobierno mueve sobres llenos de dinero sin que nadie pueda hacer nada. La Iglesia tiene Cardenales que se envenenan unos a otros y desfalcan dinero del Banco Vaticano. Las empresas se mueven a paraísos fiscales. Y esto todo y más, ¿cómo se detiene? La clave para ello es lo que en inglés se llama accountability, que podría traducirse como “rendir cuentas” y que significa, a grandes rasgos, que haya alguien ante quien todo el mundo tenga que responder.