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Reflexiones personales

Uno Más Uno No son Dos

Hace muchos años, las segundas navidades desde que yo comenzara a estudiar la carrera, iba discutiendo de sociología con mi hermano en el coche. Y él estaba defendiendo la posición del sentido común que, pese a que yo sabía que era errónea, mis escasos conocimientos del momento no llegaban para rebatir.

Su posición era la del individualismo de la sociedad. Osea, la idea de que la sociedad está simplemente hecha por la suma de sus miembros. En efecto, si miramos por la ventana, vemos dos clases de cosas: personas, y objetos. Y es obvio que la papelera, un coche, y un árbol no constituyen “sociedad” aunque estén en ella. Aunque eso es lo que nos dice el sentido común, lo cierto es que se trata de una falacia básica, una de las muchas con las que ese sentido nos tienta.

Sin embargo, esta afirmación (tan próxima a la Escuela de Chicago y la percepción individualista de la sociedad) sólo es cierta a medias. Es obvio que la sociedad la construyen personas, pero hay muchas cosas que condicionan las acciones y posibilidades de esas personas, y sin embargo no son personas ni derivan directamente de los actos de las personas. Durkheim (uno de los padres de la sociología, y creador en gran medida de la vía estructuralista) fue el primero en hablar de ellos, llamándolos “hechos sociales”, aunque hay más cosas que eso. Pero vayamos por partes.

¿Qué es un hecho social? Un hecho social es una influencia, ejercida por la sociedad, sobre un individuo, que condiciona su acción. Por ejemplo, llegas a una tienda y hay poca vigilancia; hay algo que te gusta, pero que no puedes pagar, y sin embargo, no lo robas aunque no hay peligro real de que te descubran. ¿Por qué? No hay nadie diciéndote ahí que no lo robes, o para detenerte, y no es el miedo porque sabes que no te cogerían. Y sin embargo no lo haces. Eso (llamado el “policía interior” por muchos autores) es un ejemplo. Las tradiciones son otros ejemplos en este sentido, cosas que se hacen así porque “siempre se hicieron así”. Las buenas formas.

Hay un millón de ejemplos como ese, pero no abarcan el total de los elementos invisibles de nuestra sociedad. Las instituciones son, quizás, incluso más salientables. Uno podría argumentar que las instituciones son la suma de sus miembros, o al menos la de sus directivos, pero no es cierto ni de lejos. Primero están los reglamentos, escritos por alguien que quizás ya no esté ni en la organización, pero que condicionan lo que esa institución hace. Luego están los cargos, donde da igual que ciertos miembros tengan ciertas ideas, porque la burocracia interna y el politiqueo interno se encargan de moldear las acciones de la institución de manera que incluso puede ser diferente a como cualquiera de ellos haría. Por no mencionar sus tradiciones internas e historia. Pero de cara al exterior tampoco la institución se comporta como lo harían sus miembros. ¿Cuántas veces uno de los que nos atienden querrían ayudarnos y no pueden porque están atados, o a la inversa?

Y por si eso fuera poco, las instituciones constituyen a su vez una red de relaciones mutuas. Estas relaciones son en cierta medida como las relaciones entre personas (no en vano se los llama actores sociales también) pero no como las de sus personas. Las organizaciones actúan y reaccionan en base a lo que perciben de las otras organizaciones, que es en cierta medida la suma de las acciones de sus miembros en público (anuncios y ruedas de prensa, por ejemplo), las negociaciones en privado, y las relaciones con terceros con información. Su propio “radio patio”, que además incide en las acciones de sus miembros por separado, que pueden llegar a mandar mensajes confusios al exterior.

Un ejemplo. ¿Qué opina el Gobierno sobre la idea de la Junta de Andalucía de conseguir viviendas asequibles para todos sus habitantes? ¿Están de acuerdo con el análisis del Ministro de Economía que se muestran en contra, o los de la Ministra de Vivienda a favor? El Gobierno, como se ve, no es sus partes, sino algo diferente que surge de sus miembros, pero a su vez los condiciona. Es una ruta bireccional. Y la sociedad es igual. Surge de nosotros, pero al mismo tiempo nos condiciona y coharta. Es, pues, más que la suma de sus habitantes, mucho más, en una ecuación que tienda infinito.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de esto?

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