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Demasiado Tarde

El post de hoy no va a tener más palabras mías que este primer párrafo. Sin embargo, creo que estas palabras del importantísimo Alexandre Marc, recogidas en el libro “El Federalismo Global” de César Díaz-Carrera (si no me equivoco, tengo que confirmarlo), valen la pena como post completo. No hay duda de que no son ni de lejos las más sociológicas ni politológicas de las palabras de Marc, y sin embargo, esta anécdota personal suya a mi me parece especialmente relevante. Que cada uno la interprete como considere adecuado, y en base a lo que esas palabras signifiquen para él.

El año 1931 me trasladé a Alemania para dar una serie de conferencias. La última tuvo lugar en Francfort, en pleno invierno. Nevaba. Yo estaba descorazonado. Todos los jóvenes habían sido ganados para el nacionalsocialismo. Un gran filósofo de aquella época, con el que me encontré al pasar por Karl Liastrof, me aconsejó incluso que no fuera a la reunión. Me dijo:
-Le van a matar. Le van a romper la cara.-
Fué demasiado pesimista. De hecho, los jóvenes se portaron con gran corrección, me escucharon y hasta me aplaudieron. Pero su espíritu estaba cerrado y no penetró nada en ellos. Se hallaban completamente corrompidos por la propaganda nazi. Al salir, me di cuenta de que me sentía muy desanimado. Y había motivo para estarlo. Fui dando un paseo por aquella vieja ciudad de Francfort, que era muy bella antes de ser destruida por las bombas. Buscaba la casa de Goethe para inspirarme en aquel espíritu que dominaba al Estado. Finalmente, fui a parar a un barrio de mala reputación, donde una cuadrilla de mendigos se calentaba junto a un brasero. Buscaban un poco de calor, porque era invierno. Me senté en el rincón de un banco. A mi lado había un hombre de aspecto un tanto altivo, aunque parecía cansado y vestía al modo de los proletarios. Al cabo de unos instantes entabló conversación conmigo. Me dijo:
-Usted no es de por aquí, ¿de dónde viene?-
-De Francia.-
-¡Ah! ¿Qué es usted? ¿Viajante de comercio?-
-Sí, en cierto modo…-
-¿Y qué vende usted?-
-Vendo una idea que no se compra. La idea de la paz, de la justicia, de la fraternidad de los hombres y de la unión de todos los europeos.-
Entonces me miró. No dijo nada. Un gran silencio. Luego se volvió a mi y me dijo:
-Es una buena idea, señor, muy buena idea. Pero ¡qué lástima! Llega usted demasiado tarde. ¡Demasiado tarde! Y si ellos sospechan…-
Se me han quedado grabadas para siempre estas palabras: “Zu spät. Demasiado tarde”. Dejamos pasar la ocasión de sacar a la humanidad de aquel espantoso agujero. Os deseo a vosotros, los jóvenes que estáis aquí presentes, que no escuchéis jamás estas palabras: “Demasiado tarde, demasiado tarde”. Comenzad antes de que esta voz resuene. Es el único consejo que me permito daros.

Costán Sequeiros Bruna

PD: me he permitido reorganizar un poco el texto a nivel estético para hacerlo más legible, ya que originalmente la historia está en dos párrafos.

Y a ti, ¿qué te ha parecido?

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