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Reflexiones personales

La Horizontalidad del Poder

Los movimientos sociales que están surgiendo a raiz del 15-M y la Primavera Árabe han mostrado desde el principio su deseo de actuar sin liderazgo, en una estructura completamente horizontal. Para ello se emplean diversos métodos, como la constitución de asambleas, el cambio de portavoces, etc. Lo que todo esto busca es construir un mundo donde no haya diferencias de poder entre los miembros, y donde toda la gente pueda participar en calidad de iguales.

Sin embargo, esto es un espejismo, al menos en parte. Los mismos individuos en sí son diferentes en sus capacidades: unos son más listos, otros más atractivos, otros tienen mayor don de palabra o capacidad de organización, otros están más educados… todos esos elementos, y más, sitúan a unas personas por encima de las otras para ciertas tareas, y a otros por encima de los primeros para otras.

Pero no sólo eso, sino que en cualquier colectivo grande de personas no existe una unión total, sino multiplicidad de subgrupos más o menos vinculados entre si. Incluso en un grupo de amigos con 10 o más persona, todo el mundo es más amigo de unos que otros, ¡cuanto más cuando el grupo no existía a priori y tiene millares de miembros dispares! Así, se forman subgrupos de intereses, compuestos por personas con una mayor afinidad ideológica y formas más semejantes de ver las cosas, y cada uno de estos subgrupos posee distinto peso en su capacidad de movilización, número de miembros, etc.

Por tanto, teniendo en cuenta que los movimientos sociales están compuestos por gente de distinta capacidad, y grupos con diferente nivel de influencia, es imposible afirmar que son horizontales. El poder existe, como en todo grupo social, y está repartido de manera desigual en el interior: negarlo no sirve de nada. ¿Entonces, es absurdo pretender la horizontalidad?

En parte sí, y en parte no. Buscar la horizontalidad es una utopía, pero eso no es malo precisamente. Debemos esforzarnos en construir métodos lo más horizontales posibles, experimentando con diversas opciones en un intento de lograr equilibrar los desniveles de desigualdad en el reparto del poder que existen en la sociedad.

Sin embargo, debe hacerse teniendo en cuenta que la realidad, al menos hoy por hoy, no es esa. Debemos esforzarnos por buscar la horizontalidad, pero la horizontalidad perfecta no existe. Por tanto, debe construirse un sistema que, aunando la máxima horizontalidad y participación posible, deje espacio para que los más capacitados empleen todo su potencial por el bien del grupo. Hay que construir un modelo que permita la meritocracia, pero partiendo todos del mismo punto de partida, de modo que sea justo.

Este principio es una de las base de la democracia, pero siempre se ha articulado hasta ahora de arriba a abajo: los poderosos juzgan quienes son mejores, y con ello pervierten el principio de meritocracia. Ese es el punto clave que hay que corregir para poder hermanar horizontalidad y diferencia: no deben ser los poderosos quienes juzguen, sino el conjunto. Esa es la base de la democracia más importante: entre todos, escoger a los más capaces para gobernar, de abajo a arriba. Pero hay que ir más allá, no por medio de la delegación del poder, sino por medio de su distribución. Hay que articular esto en todos los niveles: la sociedad, la política, la economía, los movimientos sociales… para construir un mundo donde el poder funcione con una lógica diferente a la que ha tenido hasta ahora. Porque todos tenemos poder, la clave es cómo lo empleemos.

¿Es esto utópico también? Supongo que si, pero con suerte es una utopía más cercana y alcanzable, a la par que eficaz.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas?

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