A menudo, ambos términos son usados como sinónimos, intercambiándolos según el que habla desea. En otras ocasiones, el que se expresa sabe de lo que está hablando y se encarga de usar muy cuidadosamente uno u otro según le interesa. Así pues, ¿de qué se habla cuando se usan apropiadamente cada uno de estos términos?
Eficacia es el término que se refiere a hacer las cosas con éxito, de manera que funcionen adecuadamente. Cuando una estrategia en un partido es buena, por ejemplo, se dice que es una estrategia eficaz. O cuando los servicios sociales modifican su estructura para servir mejor al ciudadano se dice que se implantan medidas eficaces.
Eficiencia es un término que proviene de la economía, y que se refiere no a tener éxito a la hora de actuar, sino hacerlo con la cantidad mínima de recursos necesarios para ello. De este modo, medidas que reducen el gasto de agua en una comunidad son medidas eficientes. O cambios en el modelo de una empresa que reducen los gastos de la misma son medidas eficientes.
Ahora bien, como es obvio, lo ideal es que las medidas que se introduzcan sean a la vez eficaces y eficientes, implicando que se hace de modo que tiene el mayor éxito posible, y con el mínimo de recursos necesarios para ello. Lamentablemente, no suele ser habitual que ambas cosas puedan ir siempre de la mano, y la duda surge a la hora de escoger entre una y otra.
El neoliberalismo económico impone la doctrina de que lo que más importa es siempre la eficiencia. Así, como medida habitual para sanear la economía de las empresas lo primero que se busca es reducir plantilla, y a los países reducirles los gastos en “áreas inútiles” como los servicios sociales.
Sin embargo, esta afirmación ciega en la importancia de la eficiencia deja de lado que el Estado del Bienestar no existe como una máquina económica destinada a dar “beneficios” en términos económicos, sino que existe como medio de cubrir las necesidades comunes de sus ciudadanos. Así, extender la red de alcantarillado en pueblos pequeños desde luego no es eficiente, pero produce un bienestar eficaz para la gente de ese lugar, por pocos que puedan ser. Y este bien es la función principal del Estado del Bienestar.
Esto, obviamente, no implica que sólo importe la eficiencia. Por el contrario, el problema del mundo es que los recursos económicos son limitados, por lo que los recursos empleados en un bien en un sitio no pueden ser empleados en otro bien diferente. Así, el problema es establecer las prioridades de gastos necesaria, e intentar alcanzarlos del modo más eficiente y eficaz posible, pero siempre con la mente puesta en esas prioridades.
El manejar ambos términos con habilidad y buena cabeza es lo que distingue a un buen gobernante de uno que no lo es.
Costán Sequeiros Bruna
El único comentario del antiguo blog era de Eurotopia, con un link y saludos, escrito el 14 de Noviembre del 2010. Lamento no poder copiar la imagen como en otros casos, pero se perdería el link.
Y a tí, ¿qué te parece?