Mal llamado así por los medios de comunicación, el movimiento es una plataforma que busca un cambio en el mundo. Así, no se oponen realmente a la globalización, sino a la globalización que está habiendo en el mundo en la actualidad, normalmente vinculada con el neoliberalismo que impera en economía. Así, se niegan a aceptar el creciente poder de las empresas, el debilitamiento de los sistemas de protección social, y sobretodo la deslegitimación política que sufren la mayor parte de las instituciones de gobernanza mundial debido a que no se vota a los representantes que van a las mismas (desde la ONU, al FMI, el Banco Mundial, etc.).
Sin embargo, el movimiento antiglobalización es un movimiento diferente al resto. Esto se debe a que no es un todo homogéneo con una misma ideología y valores, sino que está compuesto por multitud de movimientos que interactúan en su interior. Desde los movimientos de independencia indígena (los zapatistas, por ejemplo, son claves), a los anarquistas o comunistas, los sindicatos, movimientos de defensa de los derechos humanos, ONGs, movimientos feministas, ecologistas, etc. Todos ellos forman parte del movimiento antiglobalización, que se convierte así en un movimiento de movimientos.
¿Cómo es esto posible? Porque, de la mano de las nuevas tecnologías de la comunicación (en especial Internet, pero no únicamente), el movimiento se constituye como una red, donde distintos agentes y organizaciones actúan como nodos de la misma. Se unen, comparten información, debaten, se apoyan, se oponen, se marchan, evolucionan, cambian… toda la enorme variedad de las posibles relaciones entre organizaciones y movimientos se da en su interior, cuya geometría se vuelve variable. ¿Por qué es esto así? Sencillamente porque la globalización a la que se oponen es, igualmente, una red de instituciones y poderes, y es necesario combatirla con armas adecuadas para su escala. Como dice la máxima de Foucault, transcripción de la física, “todo poder genera un poder opuesto de la misma intensidad”.
Sin embargo, el movimiento antiglobalización no es únicamente un movimiento de protesta y reactivo, sino que por el contrario es proactivo. Emiten propuestas, hacen planes, describen modelos alternativos, experimentan con otras formas de organizar la sociedad… El último modelo de la hacienda pública, el modelo basado en presupuestos participativos, fue desarrollado en Porto Alegre, precisamente en el lugar donde todos los años se reúne el Foro Social Mundial, auténtico portavoz y asamblea del movimiento antiglobalización.
El objetivo que une a todas estas piezas es, precisamente, definir y construir una globalización más humana y que responda a los ciudadanos, sus deseos e intereses. Si a lo largo de la historia se ha conseguido eso con el sistema político, derrocando a los poderosos y distantes reyes y sustituyéndolos por democracias, ahora se busca hacer lo mismo con un sistema económico cada vez más distante, poderoso y que no responde ante nadie. Los “mercados” deben ser puestos bajo control de los ciudadanos, creando modelos sociales sostenibles, mejores con el medioambiente, y que defiendan a los habitantes.
Para ello, en el movimiento hay básicamente dos corrientes: los reformistas, y los reiniciadores. Los primeros creen que es necesario cambiar el funcionamiento del sistema como está, mientras que los segundos creen que es necesario idear sistemas completamente nuevos o revitalizar los antiguos (comunismo y anarquismo, sobretodo). En la dialéctica entre todos los grupos de las distintas corrientes se avanzan con nuevos modelos, ideologías y formas de actuar, pero sobretodo se avanza con propuestas que son defendidas por unos u otros (por ejemplo, la defensa a ultranza de la Tasa Tobin por parte de ATTAC). Así, las distintas organizaciones y movimientos avanzan agendas diferentes (a menudo incluso contradictorias) dentro del marco mayor de lo que es construir una globalización (económica) más adecuada y justa.
Seguro que a más de uno y de dos de los miembros del 15-M les sonará todo esto, porque realmente, sean conscientes o no de ello, el movimiento español bien podría formar parte del movimiento antiglobalización. Y, probablemente por ello, ha resonado con tanta fuerza por todo el mundo, porque habla de problemas, debilidades e injusticias que son sentidas con fuerza de un modo global. Y es que, por mucho que el nombre del movimiento general sea el de antiglobalización, la verdad es que probablemente se trate del movimiento social más globalizado de todos, habiendo atraído gente de todo el mundo para sus contra-cumbres en lugares como Seattle, Nueva York, Barcelona o Bruselas, y con sus propiso Foros en ciudades como Quito o Porto Alegre.
Por tanto, es probable que el futuro de un modo u otro pase por asimilar las lecciones que este movimiento está aportando al mundo. Sólo así, probablemente, podamos devolver un poco de humanidad a una globalización económica y neoliberal que se nos ha ido de las manos.
Costán Sequeiros Bruna
PD: parte de las ideas aquí expuestas han sido extraidas del genial “La Era de la Información Volumen 2: El Poder de la Identidad“ de Manuel Castells, donde se le dedica mucho espacio al análisis de la red y del propio movimiento antiglobalización.
Y tú, ¿qué opinas?