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Sociología

El Bien y el Mal con Mayúsculas

No, no me refiero al Bien y al Mal a niveles absolutos, propios de las religiones y las películas, pero si que es cierto que igual este post tiene algunos reflejos de aquellos. Pero no es un tema precisamente poco importante. Uno de los debates más antiguos en sociología (y en todas las ciencias sociales) es precisamente este: es el hombre inherentemente bueno, o inherentemente malo. De ahí las mayúsculas. Insignes han defendido una posición (el bien en Rousseau, por ejemplo, el mal en Locke) y en base a ese concepto subyacente han construido teorías y paradigmas que explican de un modo u otro el mundo. Pero, ¿es el hombre un ser bueno corrompido por la sociedad, o es un ser malvado controlado por la sociedad? ¿Un ángel, o un lobo para el hombre?

Lo cierto es que, como es obvio, no poseo la respuesta a esta pregunta, probablemente nadie la tenga. Pero si que tengo una opinión.

Mirad a vuestro alrededor cualquier día con tranquilidad y sentir a los demás que os rodean (nada filosófico, sino un simple uso de empatía). Un padre que abraza a su hija cuando la recoge en el colegio, un trabajador cansado de su turno que maldice a su jefe pesado, una pareja que no se entiende, un abuelo olvidado, una madre que vela por su familia, una ejecutiva que se abre paso en un mundo que se opone a la posición de las mujeres en el trabajo… solo son ejemplos, obviamente. Pero todos tienen un elemento en común: no son ni buenos ni malos en si mismos.

Las personas son grises, los blancos y negros sólo existen en películas y libros. No existe un mal definitivo en nuestro interior que lo devore todo, ni un bien abrasador capaz de limpiar todos los pecados. Las personas son “ellos y sus circunstancias” como dijo el sabio (me temo que no me acuerdo del nombre). Este “hijo de puta” puede ser un padre encantador y amante y un amigo inmejorable, y el “santurron de al lado” puede ser cruel con aquellos más débiles que él. Y precisamente eso es ser humano. El humano es un ser imperfecto, esa es la verdad (gracias a “Dios”), y en esa imperfección es donde estriba el libre albedrío. Alguien perfecto siempre haría “lo adecuado”, o estaría “cometiendo un error” (algo imposible, si es perfecto).

Y es ese libre albedrío el que nos permite ser seres complejos que cambian en base a la situación, en base a las necesidades, en base a como entendemos el mundo, a nuestros sueños y ambiciones, y a quienes nos rodean. Si no fueramos libres de ser buenos o malos, no seríamos humanos. Y esto es capital a la hora de entender la sociedad.

La sociedad es, ante todo, un producto de la humanidad en un sentido muy amplio. Es, especialmente, producto de los que habitan esa sociedad hoy en día, y de los que la habitaron en el pasado, pero no sólo ellos, sino toda la humanidad interviene en esa sociedad, a través de intercambios culturales, mercantiles, guerras, migraciones… Por tanto, la sociedad es el producto de la humanidad y es, como ella, imperfecta y está llena de facetas diferentes. Es prisión, es vigilancia, es colaboración, es apoyo, es educación, es guía, es enemiga, es amiga, es cambio, es estabilidad…

En los tiempos modernos, el negro y el blanco se han mezclado en el gris, dejándonos en el lugar que siempre ocupamos: el centro del escenario. La sociedad no es buena ni mala, nosotros no somos buenos ni malos. El mundo es lo que hacemos de él con nuestras decisiones, y nuestra es la responsabilidad de los éxitos… y de los fracasos. Nada de relegar en los demás, el primer paso para ir a mejor es aceptar que somos nosotros los que contamos, que no se puede delegar en conceptos ambiguos y vacíos.

Costán Sequeiros Bruna

Estos son los comentarios en el antiguo blog:

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