Recogido en documentos de una gran importancia legal internacional como la Carta de las Naciones Unidas, o los Pactos Internacionales de los Derechos Humanos (pero, ojo, no en la Declaración Universal de los Derechos Humanos), el principio consiste en que cada pueblo tiene derecho a decidir por si mismo cómo va a ser gobernado. Esto implica, por un lado, que desde el exterior no se puede interferir en el gobierno de ese pueblo (y, por tanto, va vinculado al derecho a la no injerencia) y, por otro, implica internamente que un pueblo puede decidir abandonar un Estado y proseguir su camino juntos.
Este principio pues, el derecho a que cada pueblo pueda decidir por si mismo su futuro, apela enormemente a la moral que hemos desarrollado en occidente pues, ¿cómo sino sería posible la libertad? Y, de hecho, este principio fue una de las bases que dieron pie al proceso descolonizador que tuvo lugar a partir de la Segunda Guerra Mundial, y que puso fin a los imperios coloniales que quedaban (Francia, Inglaterra…).
Sin embargo, el principio tiene un problema, de hecho el mismo que la democracia en si. ¿Quién es un pueblo? ¿Quien decide que tiene derecho a la autodeterminación? ¿Dónde empieza y acaba? Un pueblo no es lo mismo que un Estado, pero tampoco es lo mismo que una nación (otro término difícil de demarcar en la realidad).
Voy a poner un ejemplo claro y cercano: el País Vasco. Podemos estar todos de acuerdo en que tienen un idioma propio, una cultura propia, una forma de ver el mundo propia. Es lo que se llama una nación cultural (al igual que lo son la catalana y la gallega). Sin embargo, ¿eso los convierte en un pueblo independiente? España, como Reino/Estado, es uno muy antiguo, con muchos cientos de años a sus espaldas, y a lo largo de todo este recorrido ha construido una identidad política común. Es una nación política, además de una cultural, porque a su nación cultural le añade pues un Estado. Eso los hace un pueblo también. Ahora bien, ¿tienen derecho los vascos a autodeterminarse e independizarse de España?
Pues, eso dependerá de quien sea el pueblo que se autodetermina. Si el pueblo son sólo los habitantes de Euskal Herria, entonces deberían tener derecho a autodeterminarse como conjunto. Sin embargo, los habitantes de todo el país ha fundado enormes vínculos históricos, culturales, políticos, económicos… entre todas sus partes. Por tanto, quizás el pueblo con derecho a autodeterminarse no sean los vascos, sino los españoles; ellos podrían, en un referendum por todo el país, decidir si el País Vasco merece ser independiente o no.
Con esto, lo que quiero mostrar es que la clave del derecho de autodeterminación es el uso político que se le puede dar a la palabra pueblo. Igual que antiguamente consideraban que una democracia podía consistir sólo en que votasen los ricos, o los hombres, el pueblo al que hace referencia un principio tan bonito como el de la autodeterminación es, en realidad, un constructo. Algo que diseñan los políticos con sus discursos, los libros con sus textos, los cantantes con sus canciones, y la gente con sus conversaciones. No es algo que exista, no es algo que podamos mirar desde lejos y decir “oh, si, esa gente de ahí son un pueblo“. No tiene barreras objetivas.
Y si no es una realidad en si misma que podamos observar y determinar sin intervención política, sin que intenten manipularla y crearla, ¿puede estar sujeta a derechos, convertirse en un principio? ¿Puede un sentimiento, algo que no existe en realidad, ser tipificado dentro de un código legal? Y, sin embargo, ¿podemos dejarlo de lado sin destruir la libertad más básica?
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas de este derecho?