Ya he hablado aquí de legitimidad en el pasado y, hace nada, de las consecuencias de la deslegitimación. Sin embargo, me he dado cuenta de que nunca había expuesto las bases. ¿Qué es la legitimidad? Cómo ya dije en otro sitio, básicamente la legitimidad podría decirse que es la aceptación de los habitantes de una sociedad para que los gobiernen algunos de sus miembros y según una serie de normas y formas. Según las formas de cada sociedad, su sistema dominante tendrá una legitimidad producto de unas fuentes o de otras, lo cual es clave a la hora de cambiar el sistema o de deslegitimarlo. Veamos cuales son las fuentes principales de legitimación de cualquier sociedad:
La primera fuente de legitimidad es la tradición. Podría resumirse esta fuente en que “siempre ha sido así”. Es probablemente una de las fuentes más antiguas de legitimidad y era clave en las sociedades más estáticas, donde el cambio era poco frecuente e, incluso, mal visto. Sin embargo, incluso hoy en día a menudo unos y otros apelan a la tradición como modo de ganar legitimidad en sus argumentos y peso en sus discursos.
La segunda fuente en antigüedad es la religión. “Dios eligió a estos gobernantes”, “lo dijeron las estrellas”, “es el marcado por los ancestros”… cada religión tiene su discurso, pero todos ellos legitiman una forma de gobierno y unas formas de poder. Quizás la mejor formulación de esto lo tenemos en la Biblia, cuando dice “al César lo que es del César” lo que está haciendo es legitimar a los gobernantes, sean estos quienes sean. Lo bueno de esta fuente es que, al ser algo ajeno a la humanidad, mientras los sacerdotes estén de tu lado es una fuente de legitimidad que no se agota… mientras la sociedad no se vuelva laica. El tiempo, sin embargo, ha dejado a las monarquías divinas y teocracias atrás, porque en efecto la religión ocupa ahora menos espacio en la sociedad de lo que solía.
La tercera fuente es la legalidad, que depende de las leyes que imperen en cada sociedad. Puede ser tan sencillo como cumplir una serie de leyes que determina quien hereda una Corona, o depender de que el poder cumpla con las leyes y derechos contenidos en una Constitución. Lo que importa es que, en cada caso, el poder se atenga a la legalidad de la sociedad o que, si no lo hace, primero reforme esa legalidad.
La cuarta es el apoyo del pueblo, que es la fuente de legitimidad principal en los sistemas democráticos. Así, a través de las urnas, el pueblo legitima un reparto concreto del poder que gobernará, aunque este reparto está limitado a una duración concreta a partir del cual podrá ser retirado y cambiado por otro conjunto. Sin embargo, siempre que el pueblo continúe votando y usando el sistema, la democracia como modelo político será legítimo.
La última legitimidad es la eficacia: “si es bueno, es válido” podríamos decir. Así, un gobierno eficaz, que provea a sus ciudadanos de las cosas que estos necesitan y sea capaz de protegerlos de los peligros será a menudo un gobierno legitimado por el pueblo haya sido o no elegido en urnas o tenga mandato divino. Es una “legitimidad trampa” podríamos decir, porque es una legitimidad que no se basa en el sistema, sino en el uso que los gobernantes hagan del mismo, y a menudo ha legitimado gobiernos terribles que las otras legitimidades no proveerían de sustento.
Con estos cinco pies es como se construye el edificio del sistema político de un país. Cada uno de los modelos sociales combina una o más de estas fuentes de legitimidad para lograr así ser estable, incluso aunque algunas puedan estar inexistentes. Así, el feudalismo de la Edad Media bebía de una legitimidad tradicional, una divina y, en menor medida, una legal. Las democracias actuales, en cambio, combinan la legitimidad del apoyo ciudadano, con la legal y la de eficacia como fuentes principales.
El problema surge cuando las fuentes de legitimidad de un sistema dejan de suministrarle sustento. Así, el racionalismo destrozó la legitimidad divina de la sociedad feudal, así como las limitaciones de la legitimidad legal débil y la legitimidad tradicional en un mundo de creciente cambio. Y basta abrir un periódico para ver cómo la corrupción y la desafección ciudadana está dinamitando la legitimidad legal y democrática hoy en día, y la crisis ataca directamente a la de eficacia.
Es por eso que hoy en día el sistema está deslegitimado y la sociedad, a nivel masivo, reclama un cambio. Los viejos modelos han fracasado y han sido trampeados, necesitamos unos nuevos modos de organizarnos que permitan restablecer la sociedad sobre patas nuevas. Y en eso es en lo que hoy día, a nivel global, estamos metidos.
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas de la legitimidad?