Hace algo más de una semana hablaba sobre cómo el subsistema político moderno es insuficiente y debe ser corregido, cambiado y modificado para los nuevos tiempos en los que vivimos. Sin embargo, tal y como están las cosas, es necesario modificar no sólo el subsistema político, sino el conjunto del sistema entero, lo cual incluye el económico. El subsistema económico tiene un modo de funcionamiento, unos valores, unas instituciones… un todo que, simplemente, no funciona para obtener beneficio para la población, sino sólo para una pequeña parte de la misma.
El pensamiento ortodoxo dominante, neoliberal desde la raíz hasta las puntas, se dedica continuamente a indicarnos que no hay otro camino que el suyo, que las alternativas (como el modelo de economía social anterior) son erróneos y la suya es la única verdad. Da igual que los datos demuestren que los recortes y las privatizaciones son erróneas y sólo hacen daño, ellos gritan más fuerte que el suyo es el camino y seguimos avanzando por él pese a las protestas. Sus gritos de “no hay alternativa”, sin embargo, son falsos: ya existen modelos diferentes de construcción de un subsistema económico sobre premisas completamente distintas. Hoy voy a coger uno de ellos, sacado directamente de la ciencia-ficción transhumana, llamada la economía reputacional. Y, aunque en principio pueda parecer muy imposible y fantasiosa, veréis pronto que, en realidad, no es tan dificil de implantar en la realidad como pueda parecer, especialmente en un modelo intermedio mixto que la combinase con el capitalismo al principio.
Bien, imaginemos un mundo donde todo el mundo tenga facebook o una red social similar. No es muy diferente del mundo actual, ¿verdad? Ahora, a los perfiles individuales de cada uno se les añade un valor, que llamaremos reputación. Ese valor de reputación es producto de las interacciones en la sociedad, con los demás habitantes. Así, si yo hago algo, cualquier cosa, los que sepan de ello pueden ir a mi red social y puntuarme a favor o en contra por ello, los votos a favor incrementan mi reputación, y los negativos la reducen. Un simple sistema de “me gusta” y “no me gusta” como el que existe en Youtube, por ejemplo.
Así, con este sistema, lo que se fomenta es que la gente haga cosas que a los demás les guste, para recibir votos a favor de ellos. Así, todo el mundo es animado a aproximarse a los valores que su sociedad tiene. Porque, si vemos que alguien ayuda a cruzar a un anciano y le damos un “me gusta” es probable que más gente comience a ayudar a cruzar ancianos por egoismo; y si al maltratador le damos un “no me gusta”, desanimamos esa actividad. Pero llevemos la escala más allá, ¿acaso no nos gusta que un autobusero se esfuerce por llegar a todas las paradas a tiempo? ¿O que nuestros grupos favoritos saquen discos gratis? ¿O que el médico nos cure con habilidad? ¿O el político que es honesto y hace leyes que nos beneficien a todos? Lo que trata el modelo reputacional es, por tanto, crear un círculo virtuoso, donde las buenas acciones a nivel social sean recompensadas, y las cosas que perjudiquen a la sociedad sean castigadas.
Todo esto se debe a que, a la hora de obtener bienes de todo tipo, la moneda sería la reputación, y no el dinero contante y sonante. Servir y ayudar a que la vida a tu alrededor sea mejor redundaría en que tu propia vida fuese mejor. Ahora, añadamos a este sistema una buena dosis de filosofía hacker, que anime a la gente a compartir libre y gratuitamente sus productos culturales: discos gratis, investigación científica y periodística gratuita, servicios sociales gratuitos… donde la gente recompensaría a quienes le gustase precisamente con esos “me gusta”, de modo que los bienes culturales fluirían libremente, a la vez que los bienes fisicos (limitados) acaban en manos principalmente de aquellos que más beneficien a sus compañeros ciudadanos.
Ahora, lo que se acaba de construir con esto es un panóptico social, así que habría que introducir medidas de transparencia y responsabilidad para asegurarse de que los potenciales peligros de eso estuviesen bajo control. Pero, desde luego, como sistema, el modelo de la reputación como base de la economía es mucho más sólido y beneficioso para la sociedad en su conjunto que el del libre mercado capitalista, porque cambia por completo el enfoque básico del valor subyacente: allí donde el mercado capitalista recompensa la explotación (producir más con menos coste) para extraer un beneficio exclusivamente propio, el modelo reputacional recompensa el servicio a la comunidad como medio de obtener el beneficio propio. Y el servicio a la comunidad es un bien público que redunda en el beneficio de todos.
Así pues, como se ve, existen modelos alternativos al funcionamiento actual del subsistema económico. Que los gritos de los neoliberales no os cieguen a la realidad de que existen otros caminos, y no son tan fantasiosos ni imposibles como nos quieren hacer creer.
Costán Sequeiros Bruna
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