Para responder a esta pregunta, lo primero que debemos decidir que es real. En este contexto, voy a usar real como “objetivo” o “externo”. Una pared es real, independientemente de las personas, la pared está en su lugar. Y si no crees en ella y quieres atravesarla, te vas a dar un buen bofetón. Dicho esto, empecemos por el principio. ¿Cómo se contruye la sociedad? La sociedad se construye de la interacción de dos dinámicas: las personas, y las instituciones. Veámoslas por partes:
La primera parte son las personas. Las personas continuamente interactúan entre ellas, hablan, discuten, negocian, ven qué es válido y deshechan lo que no es, etc. El resultado de todas estas cuestiones es la creación intersubjetiva de consensos, de formas de entender la vida y el mundo que son compartidos por la gente de la sociedad concreta y del momento concreto. Estos consensos cambian con los hechos y con el tiempo, y están continuamente abiertos a negociación. Y la codificación más habitual de este es en el llamado “sentido común”, que describe cómo debemos comportarnos y qué esperar en cada momento dado. Así, el mundo social surge como producto de esas interacciones, construido entre todos nosotros. Las teorías del interaccionismo simbólico, etnosimbolismo, y herederas son muy útiles para abordar esta perspectiva de la sociedad.
La segunda es la estructura. De antes de que lleguemos al mundo, heredamos una sociedad construida de modo histórico, fruto de luchas e interacciones, que nos lega una serie de instituciones que nos gobiernan. Leyes, parlamentos, empresas… estas condicionan la forma en que podemos interactuar, y nuestra forma de entender el mundo. A cambio, estas instituciones cumplen funciones sociales y sirven de soporte para estructuras de poder y dominación. Aquí las teorías más claras y útiles son las del estructuralismo y funcionalismo, así como sus herederas, así como la vertiente marxista y post-marxista.
Por tanto, cuando interaccionan ambas dinámicas, lo que surge es una corriente de abajo a arriba y de arriba a abajo: los individuos condicionan a las estructuras, pero las estructuras también condicionan a los individuos. Se produce aquí una lucha entre los distintos enfoques, un conflicto, cuyo elemento central es la legitimidad. A mayor legitimidad tiene el sistema/estructura, más inmune es a la presión ciudadana y a la renegociación, y viceversa.
Es por todo ello que la sociedad no es real en el sentido de externa y objetiva. Está abierta al conflicto, al cambio, a la renegociación, y precisamente porque esas luchas han sido distintas según los lugares, las identidades, culturas y países se han ido configurando de modo muy distinto a lo largo del tiempo y espacio. No hay un camino neutral, real y objetivo a la sociedad, sólo infinitud de caminos subjetivos, de luchas de poder y control, de oposición-negociación-colaboración, etc.
Sin embargo, que no sean objetivos y externo no quita su poder de coacción. Al contrario, la sociedad te coacciona para que aceptes todas esas negociaciones y percepciones intersubjetivas, y si no las aceptas acabas expulsado de la sociedad voluntariamente (ermitaños, subculturas cerradas, etc.) o castigado por contravenirla (prisión, falta de apoyo o respeto, problemas de integración social, etc.). Así, que sea todo realidades imaginadas y negociadas a lo largo de la historia no quita que su poder sea muy muy real. Especialmente en momentos en que haya un gran consenso y legitimidad en torno a los valores e instituciones imperantes.
Hoy en día, de hecho, hemos llegado a un punto donde esta negociación está cada vez más abierta, el lado opuesto a ese. El sistema está cada vez más deslegitimado ante el peso de su ineficacia para controlar problemas políticos y económicos, y la sociedad civil está presionando para que se establezcan nuevos modos de acción política y económica. La oposición al sistema está cada vez más extendida y más apoyada por la sociedad. Estamos en el parto de un nuevo mundo. Como dice la antigua maldición china “ojalá vivas en tiempos interesantes”… y, claramente, nosotros en esta era estamos malditos, o benditos, porque en efecto son así los tiempos.
Costán Sequeiros Bruna
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