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Reflexiones personales

Populismo, Crisis y Unión Europea

Echemos un vistazo al pasado. Estamos en el periodo de entreguerras, la crisis económica que comenzó en Estados Unidos se ha extendido. Alemania paga unos altos precios por compensaciones de guerra, Italia no avanza económicamente, España se divide en una República que no es capaz de generar la lealtad de amplios sectores de la población. El sistema político de los tres países es puesto en duda, se lanzan críticas feroces contra los políticos y las medidas que se toman, y tres líderes populares logran atraer la voluntad de la gente para desafiar al sistema político en el que viven. Con sus diferencias y complejidades, así resumidamente ascienden al poder Hitler y Musolini, Franco necesitaría una Guerra Civil pero en ella contaba con apoyo más allá del ejército.

Tras la devastación de la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial, surge la Comunidad Europea del Carbón y Acero, como primer paso del gran proyecto continental destinado a evitar una nueva guerra que devaste el continente. Pero un proyecto que iba mucho más allá de simplemente evitar una nueva guerra. Ha incluido cada vez nuevos elementos: economía, educación universitaria, el desarrollo lento y débil de una democracia europea, la consolidación de instituciones de jurisprudencia, el fomento de la democracia, aduanas comunes, desaparición de fronteras internas, cooperación policial, una moneda común… y muchas más cosas.

Es un proyecto enormemente complejo, y que sin embargo se percibe como distante a los ciudadanos, incapaz de explicarse a si mismo. La Unión es opaca, compleja, burocrática…

Introduzcamos una nueva crisis, y lo que vemos es que el proyecto se ecuentra en tensión. Por primera vez en décadas, se habla con seriedad de que este o aquel país abandone el Euro, de que la Unión pueda colapsarse, de que todo el trabajo haya sido para nada. Y esto se debe en gran medida a la retórica destructiva de sus detractores, y el mal hacer de sus defensores.

Hemos visto en las elecciones griegas lo fuerte que era la posibilidad de abandonar la UE dentro de su propio electorado, aupado por una extrema derecha xenófoba y opuesta a la Unión, a la integración, a los extranjeros, etc. Francia mostró a una Le Pen que luchó con fuerza en sus propias elecciones, demostrando que ese discurso no se quedaba sólo en Grecia. Las elecciones holandesas actuales muestran a un Wilders fuerte, e igual de opuesto a la Unión que sus rivales de la extrema izquierda. Pues si la extrema derecha ha mostrado su xenófobo euroescepticismo y deseo de regreso al Estado-nación, la extrema izquierda ha hecho lo mismo tanto en Grecia, como Francia y ahora Holanda. La extrema izquierda argumenta en contra del capitalismo global, los mercados financieros desatados y procesos similares que destruyen el empleo y condenan al país. Y estos se encuentran encarnados en una Unión puesta al servicio de los grandes poderes económicos.

Pero también los defensores la han dañado innegablemente. Detrás de la retórica de Angela Merkel de la necesidad de más Unión y la creación de una Unión política, lo que hemos visto es un ataque sistemático contra las instituciones europeas hasta el extremo de que fueron dejadas de lado por el binomio de Merkozy. Y los federalistas y unionistas se quedaron callados, o fueron acallados. Hollande logró alzar una voz seriamente en contra, y desde el comienzo de su gobierno defendió el fin del bilateralismo y la reintegración de todos los demás y las Instituciones… pero tras las vacaciones, parece que pasa a inclinarse por un Merkollande nuevo y deja todo lo demás de lado. Y los demás, empequeñecidos, ven como la Unión les es robada de delante de la cara, secuestrada de nuevo por esos dos grandes países.

Así nos encontramos que desde ninguno de los dos lados se defiende a la Unión en serio, y ni ella misma es capaz de articular su propia voz para defenderse. Y con la Unión, lo mismo pasa con los gobiernos estatales. Cada vez más, los gobiernos y políticos son atacados de modo destructivo (ideológicamente hablando, no en cuanto a destrucción física), sin que un nuevo modelo sea propuesto en su lugar. Esto va creando un vacío de descrédito institucional a todos los niveles que aleja a la población de su propio gobierno. Un vacío que en el pasado ya fue aprovechado por aquellos que querían destruir el sistema, y que podrían volver a hacerlo de nuevo; creernos inmunes a las trampas del pasado es el primer paso de la vulnerabilidad, como bien muestra La Ola.

Con todo esto no quiero decir que no debamos criticar a los políticos, ni a la Unión. Pero una cosa es atacar a los políticos y a los actuales dirigentes de la Unión y otra cosa es atacar al sistema político y al conjunto institucional. La democracia en la que vivimos no es el mejor de los sistemas posibles, y tiene muchos fallos, pero no por ello debemos destruirla. Hemos de corregir sus fallos, modificarla y perfeccionarla, pero no tirando todo por la borda.

Al menos, no hasta que alguien proponga un nuevo modelo alternativo y mejor. Pero eso, lamentablemente, no aparece por ningún lado. Es fácil señalar las fallas y destruir cosas… pero hacerlo sin proponer alternativas ni soluciones no nos lleva a ningún sitio.

Costán Sequeiros Bruna

Este es el comentario del antiguo blog:

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