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Siria: una Historia desde el Poder

siriaEstados Unidos presiona para una guerra que no quiere. La Unión Europea se debate entre el apoyo y la división. Rusia se opone, pero sin razones de peso. Y, mientras tanto, miles de personas mueren o son expulsados de su país en el medio de una larga y dolorosa guerra civil.

Pero centrémonos en el actor principal, Estados Unidos. Desde fuera, lo que más se ve es que está impulsando la guerra en un modelo similar al de Irak, basándose en unas pruebas poco claras o, al menos, poco compartidas con el exterior. En el interior, sus ciudadanos y sus propias instituciones también parecen poco favorables al conflicto, y no parece haber bienes estratégicos como petróleo en juego. El régimen anterior no era el más anteamericano tampoco, ni parece que el rebelde vaya a ser más de fiar para los intereses americanos. Entonces, ¿por qué introducirse en este berenjenal político, con todas las cartas de la baraja en contra?

La clave es, como siempre, el poder. En la arena internacional, donde las potencias están más o menos claras, la clave del poder no es tenerlo… sino cómo ejercerlo. Es una cuestión de legitimidad. Estados Unidos desde siempre se mueve en un continúo en su política exterior, que varía entre el aislacionismo y el intervencionismo. Pero, a medida que ascendía al poder de la única hegemonía mundial, se ha encontrado cada vez más cercano al extremo intervencionista. Para esto, Estados Unidos se ha inventado dos percepciones de su posición en la política internacional que son claves en sus intervenciones, dos discursos enteros y bien articulados.

Primero, está el discurso del “beacon on the hill”, o “el faro sobre la colina” en castellano. Según esta mitología, Estados Unidos es el brillante faro que guía a todos los demás hacia un mundo mejor (y americano) liderando con el ejemplo. En gran medida, todo su soft power se basa en esta mitología, reforzada continuamente por su cine, su música, su diplomacia…

El segundo es el de “la policía del mundo”, según el cual Estados Unidos a veces se ve obligado a usar la fuerza para corregir injusticias y problemas en el mundo. Atacar dictadores, genocidas, etc. por el bien del planeta y de sus habitantes. Sin sorpresas, el hard power americano se basa normalmente en esta ideología.

Desde el comienzo de deste conflicto, Estados Unidos buscaba mantenerse al margen y, como mucho, usar sus recursos diplomáticos en encuentros a múltiples bandas, temeroso tanto de la continuación del régimen como del ascenso de facciones extremistas dentro de los rebeldes. Sabían que aquello era un polvorín, y la intervención americana podría encender toda la región. Así que esperaban.

Pero hay un límite a lo que se puede liderar con el ejemplo. Cuando Obama amenazó a Siria con que no usase armas biológicas, lo hizo como límite de lo que estaba dispuesto a tolerar. A su manera, estaba situando una “ley internacional” para el caso, una barrera que no podía aceptar sobrepasar. Era una apuesta clara: “si ponemos el listón lo suficientemente alto, El Asad sabrá que puede hacer más o menos lo que quiera si no lo sobrepasa, y nosotros nos podremos mantener fuera”.

El problema se trata de que eso le da la llave a El Asad. Y, cuando este decidió cruzar la línea, Estados Unidos fue llamado a actuar como la policía del mundo para castigar al infractor. Si se quedaban cruzados de brazos, años de política exterior construida para poder actuar en esa mitología se irían a la basura, y pronto otros seguirían el ejemplo de Siria. Y eso arriesga destruir el orden internacional construido desde la Segunda Guerra Mundial.

La alternativa, sin embargo, es intervenir en una guerra que nadie quiere, en oposición a su propia población, Congreso y Senado. Obama no debe preocuparse de más elecciones, ya que no puede ser reelegido, pero si que debe gobernar los próximos años, y los miembros de su equipo si tienen interés en trabajar en política en adelante.

Aparece Kerry que, con su error, consigue poner de nuevo sobre la mesa la mitología del liderazgo como ejemplo, y se abre la puerta. Pero, ¿cuánto podrá mantenerse esa historia en su lugar una vez que ha sido invocada ya la policía del mundo? Obama está entre la espada y la pared. Si espera infinito, la gente pensará que es débil y que la policía del mundo no funciona, pero si actúa demasiado rápido no habrá dado tiempo a esta vía diplomática y el ejemplo será el perjudicado. ¿Y dónde está la barrera, el momento adecuado?

Obama se enfrenta hoy a cómo manejar las dos principales formas de poder de su país, y la situación se trata más de elegir un mal menor que un buen camino. 70 años de política exterior lo observan, y la población de todo el planeta.

Costán Sequeiros Bruna

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