Categories
Actualidad

La Lucha por la Independencia Catalana

Hace unos días, todos los periódicos del país recogían el encuentro entre Rajoy y Mas y lo discutido allí. Que si bien, que si insuficiente, que si demasiado, que si se sigue trabajando, que si hay ruptura… análisis de lo ocurrido hay muchos, pero lo innegable es que, hoy por hoy, la situación sigue estancada. La razón de esto es más profunda que el resultado de un encuentro y es una historia en la que ya llevamos inmersos mucho tiempo, desde que se anunció por primera vez que se iba a producir el referendum y la explosión de la Diada.

Pero empecemos por el principio, con un punto de partida básico. Lo que encontramos en toda esta historia es que hay dos (o más) posturas con respecto a un problema con múltiples dimensiones (económicas, políticas, identitarias, culturales…). Cuando se dan situaciones de este estilo, lo normal es que la gente se siente a negociar, con una parte cediendo en algunas cosas y la otra cediendo en las otras hasta alcanzar un acuerdo; cuántas más cosas se negocien, mejor, porque es más fácil así que ambas partes puedan vender una victoria a sus seguidores. Es lo que está haciendo Merkel con su actual coalición en el interior de Alemania, y lo que la UE ha hecho durante mucho tiempo.

Sin embargo, lo que encontramos en esta situación se aleja de este modelo. La razón principal de esto es que, aunque hay numerosas dimensiones en este problema, las dos partes principales han centrado todo en un único punto vital: el referendum. Y, cuando sólo se discute uno de los puntos, entonces siempre hay un único vencedor y un único vencido.

Además, los dos lo han hecho con una retórica completamente extrema: el referendum no se podrá celebrar jamás porque es ilegal, o el referendum se va a hacer de todas formas porque es lo que quiere el pueblo catalán. Ambas retóricas destruyen la posibilidad de la negociación real: la legalidad no es algo sujeto a debate ni se puede mover si no se cambian los códigos legales pero, sin embargo, la autoridad del pueblo sigue siendo legítimamente superior y no se puede contradecir.

Así que, a base de repetir sus posiciones, ambas partes se han arrinconado en una esquina de ceguera e intransigencia.

Cuando la negociación no es posible, como en este caso, lo que encontramos es el famoso choque de trenes que se suele decir en los medios periodísticos. Básicamente, ambos grupos convergen en el conflicto, dispuestos a usar todo su capital y su poder para forzar a la otra parte a aceptar la derrota. Es una guerra en toda regla, con sus batallas, bajas, victorias y momentos cumbre. Ese es el camino hacia el que vamos de momento.

Por un lado, Rajoy tiene de su lado un peso y un poderío mayor. Cuenta primero con el respaldo de la ley (reflejado en la unidad territorial consagrada en la Constitución, así como el hecho de que las Autonomías no tienen capacidad para convocar referendums). Segundo, cuenta a su disposición con todo el aparato político del partido, así como toda la capacidad de acción que da la Administración Pública y el Gobierno en si mismo, así como el mayor peso económico y capacidad de acción financiera. Y, sobretodo, cuenta con un poder imparable en una democracia como la nuestra: una mayoría absoluta en el Congreso y el Senado que le permite pasar por encima de cualquier debate, lucha o conflicto e imponer su voluntad.

Pero, en frente, Mas tampoco carece de fuerza, la principal de la cual es el apoyo de una parte importante de la sociedad civil catalana. A priori puede no parecer mucho frente al poder político cristalizado, pero se transforma en uno de los valores principales en democracia: legitimidad. Junto a este capital, Mas también tiene a su disposición el poder de la Administración de la Generalitat que, si bien no es comparable con el Gobierno, tampoco es despreciable.

El resultado de este choque desigual es, inevitablemente, la larga guerra que ya hemos visto a lo largo de los meses pasados y que se va intensificando a medida que se acerca la fecha clave. Hay mucha gente presionando a ambos líderes para buscar un punto intermedio y regresar a una posición de negociación donde ambos puedan salvar la cara frente a un choque frontal que les va a hacer perder a los dos. El problema que evita que se acerquen posturas es que hay demasiada gente que apuesta en contra.

Por un lado, Rajoy es líder de un partido conservador y de derechas con un claro ideario acerca de la unidad de España: esta es innegociable e indivisible. Cualquier cambio en esta línea se traducirá en la pérdida de muchos apoyos y votantes, que buscarán alternativas, especialmente en las comunidades más centralistas (las de la meseta). Perder esta batalla, incluso realmente negociar sobre el papel del Estado de las Autonomías, inmediatamente implica que el voto se comience a mover hacia Vox y UPyD, y en la actual situación de crisis política del PP (paralela a la del PSOE aunque menos acusada) eso no es permisible.

Mas se encuentra en una posición similar. Por un lado, CiU tiene un ideario nacionalista e independentista y eso es algo que es parte identitaria de sus votantes. Una identidad ya sacudida por el impacto la recientes admisiones de Pujol, que fragmentan el partido por dentro y lo ponen en entredicho. A mayores, el movimiento social nacionalista (visible en las Diadas) ha ido ganando fuerza y con él van muchos votos. Dar un paso atrás en ese sentido implica ceder terreno, un terreno que ERC rápidamente capitalizaría para ocupar el centro del escenario político catalán (como ya viene haciendo) y hacerse con el control de la Generalitat. En cierto sentido, Mas está entre la espada y la pared, mientras que los líderes de ERC esperan a que tropiece, azuzándolo cada vez más a combatir una batalla perdida o, cuanto menos, muy costosa.

El resultado es que los dos grupos tienen demasiado que perder si salen derrotados en esta batalla, pero también demasiado que perder si no la luchan. E, incluso el vencedor, se va a encontrar con reproches por haber llevado la situación hasta el punto en que la ha llevado.

Mientras tanto, ¿y el resto? El resto, observan el choque de trenes desde el exterior, esperando no ser salpicados por la sangre y hacerse con un poco del poder que los otros gasten. Sólo el PSOE intenta jugar en una posición en el medio, con un cambio de modelo hacia un federalismo que no defienden con suficiente pasión y que saben que no satisface a ninguno de los trenes, con lo cual acaba resultando ser simplemente una comparsa, un entremés entre las escenas principales del drama en el que, realmente, no tiene demasiada voz ni voto.

¿Tiene salida todo esto? Yo la veo complicada. Hace mucho que la decisión que se tomó, a favor de la confrontación, fue la equivocada. Entonces, en lugar del conflicto institucional y político tendría que haberse escogido luchar por la opinión de la gente: convencer de que vale la pena separarse o mantenerse unidos. Porque, al final, es la sociedad la que importa. Pero ese camino, de momento, permanece cerrado, lleno de telarañas porque nadie le ha dado la oportunidad de actuar como debería.

¿El resultado? Bueno, la historia aun está lejos del final, mucho más de lo que parece, y probablemente el conflicto siga con nosotros muchos años, con diferentes actores y escenas. Desgraciadamente, me temo que de este choque de trenes y del cambio de poder que implican, van a salir muchas más bajas que soluciones. Todos tienen demasiado que perder y muy poco que ganar.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas del conflicto catalán?

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.