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Reflexiones personales

¿A qué se debe el valor de las cosas?

valorLos economistas clásicos dicen que el valor de un objeto se encuentra en el punto donde se cruzan las dos curvas principales de la economia: oferta y demanda. Así, cuántas más personas quieren una cosa, más sube su precio, y cuántos más copias haya de esa misma cosa a la venta, más baja. Sin embargo, aunque esta apreciación es más o menos correcta en economía, lo que hace es ocultar ligeramente la base real del valor de las cosas: la escasez.

El mundo en el que habitamos es un mundo de bienes finitos: hay una cantidad limitada de móviles a la venta, una cantidad limitada de Mona Lisas, una cantidad limitada de todo lo que nos rodea. Cuánto más limitada sea esa cantidad, más valor le damos al objeto/sentimiento/idea/lo-que-sea asociado.

Pongamos un ejemplo poco tradicional de esto: el amor. Todo el mundo quiere ser amado (demanda) y, al mismo tiempo, en general la gente también quiere amar (oferta). Si la cantidad de amor ofrecido y demandado fueran los elementos principales, el amor sería algo poco valorado y fácil de conseguir: bastaría con ir a alguien que ofrezca y cogerlo, sin más. Además, como cada persona suele ser al mismo tiempo demandante y oferente de amor (osea, quiere una relación con alguien, y las relaciones suelen ser bidireccionales), debería ser sencillo de encontrar pues en principio cualquier persona soltera valdría.

Sin embargo, ¿por qué no es así? ¿Por qué es tan difícil de encontrar y se valora tanto que es el tema central de películas, novelas, sinfonías…? La razón es que el amor tiene muchos elementos adicionales a la capacidad de amar, centrados en torno a la compatibilidad de las personas: tienen que ser atractivos el uno para el otro, tener intereses que converjan, capacidad para hablar y divertirse, confianza, etc. Un montón de ingredientes concretos que cada persona tiene asignados de manera desigual: las abiertas, los tímidos, los divertidos, las inteligentes,… cada persona tiene un distinto conjunto de elementos de personalidad, lo cual hace que su compatibilidad con otras personas sea mucho más limitada.

valor 2El resultado es que, el amor de verdad (especialmente el romántico y ficticio que dura para siempre y que llamamos “amor verdadero”) es en realidad un bien muy escaso porque cada persona debe encontrar a alguien que lo ofrezca y tenga una personalidad compatible. Y, no sólo eso, sino que los patrones más deseados (inteligencia, belleza, simpatía, comprensión…) en realidad los busca mucha gente al mismo tiempo. Esto es aplicable a todo: el mundo que vivimos es uno de escasez. Los diamantes son escasos, pero también el amor, la lealtad, un Velázquez, etc.

Y es que la escasez no se basa únicamente en el objeto en concreto, sino también en la capacidad de producir más. Si yo dibujo un monigote en un lienzo, será un cuadro sin duda único, pero probablemente valga muy poco porque yo dibujo fatal. Pero, ¿esto no contradice la afirmación principal? No, porque el que sea un cuadro único no implica que sea escaso: cualquiera puede hacerlo igual o mejor y, al estar yo vivo, podría hacer muchos más monigotes. Pero un Picasso… bueno, eso es otra historia por completo diferente porque ese cuadro no sólo es único sino que es irrepetible (Picasso está muerto) y, además, no hay más de un Picasso en toda la historia de la humanidad.

Por tanto, todas las interacciones que realizamos los humanos están a menudo basadas en un concepto de escasez o limitación. Y, de hecho, toda la economía lo que busca es modelos para gestionar y distribuir esa escasez: compra/venta a distintos precios, trueque… da igual el modelo económico que sea, siempre se encarga de asignar unos bienes escasos a la gente en base a su poderío económico (hoy en día, en base a su riqueza monetaria). Infinidad de dimensiones se pueden entender desde la dimensión de la escasez, que es central a la hora de entender el funcionamiento del mercado laboral (cuanto más fácil de reemplazar sea un trabajador, menor salario y seguridad tendrá en el trabajo, por ejemplo), las relaciones entre personas (la amistad de verdad es muy escasa y difícil de encontrar y, además, requiere un largo tiempo de elaboración conjunta, de experiencias, etc.) y muchas otras dimensiones que nos rodean.

Pero, sin embargo, desde finales del siglo XX han entrado en escena elementos que aparentemente no entrarían en esta ecuación. Primero está el debate sobre todos los elementos “infinitos” como el aire respirable o la luz solar; estos son valorados poco por las personas que, generalmente, no se suelen parar a pensar en ellos salvo que los vean amenazados. El empeoramiento de la calidad del aire es, sin duda, una amenaza porque implica un aumento de la escasez a la hora de encontrar aire respirable, lo cual hace que lo valoremos más. Pero, si el aire no está amenazado, ¿carece de valor? Porque seguimos necesitándolo aunque no seamos conscientes de ello. La respuesta es que tiene un enorme valor intrínseco (mantenernos vivos), pero nosotros lo valoramos poco porque damos por sentado que lo podremos obtener en todo momento y todo lugar.

Pero hay otra situación más paradójica: la digitalización. Cuando un libro es convertido en pdf, se pueden hacer infinitas copias del mismo sin implicar una merma en el placer que cualquiera puede obtener de su lectura. Entonces, sin duda, es escaso en el sentido metafórico (no hay más Quijote que los que escribió Cervantes, por ejemplo) pero no en el real (todos podemos tener copia si queremos con un par de clicks).

valor 3Esto, que aparentemente es poco importante puede suponer un punto de inflexión inmenso en la historia de la humanidad. Hasta el siglo XXI vivimos en mundos donde lo importante era administrar la escasez y la finitud pero, a medida que avanzamos tecnológicamente, podemos ir llevando distintos elementos hacia la infinitud. ¿Libros? Todos los que quieras, sin coste alguno, cuándo y donde quieras. ¿Películas o música? Lo mismo. ¿Un cuadro? Las Lanzas de Velázquez seguirán estando en el Prado, pero puedes tener una imagen en ultra-HD colgando del salón de tu casa si tienes una pantalla donde ponerlo. Y cierto, un concierto seguirá siendo escaso para la gente que atienda físicamente, pero cualquiera lo puede ver por streaming online.

Pero, ¿y fuera del arte y los productos mentales? Las ideas siempre han sido infinitas: se crean y valoramos al creador (Marx, por ejemplo, con la idea de lucha de clases) pero luego las ideas se replican por si mismo de modo infinito a medida que la gente habla de ellas y se las transmiten a nuevas personas. Y con el desarrollo de las impresoras 3d con nuevas tecnologías y un precio cada vez menor, podemos estar pronto hablando de productos de mercado que se pueden obtener a precios irrisorios, algunos tan complejos como manos cibernéticas que reemplacen a manos perdidas, como ya hay hoy en día en modelos para impresoras 3d.

Así, lentamente, nos encaminamos a un mundo donde lo que esté producido vaya perdiendo valor porque su escasez mengua. Cualquier objeto se puede reproducir, cualquier idea, cualquier producto cultural… todos ellos, libremente accesibles a precios muy asequibles por su infinitud. Lo que seguirá siendo escaso es lo inequívocamente humano: la amistad seguirá siendo escasa porque es una relación profunda entre dos personas concretas, algo que no se replica a base de agregar más amigos en una cuenta de Facebook; y la capacidad de crear e inventar seguirá siendo infinitamente escasa y valiosa, aún cuando todo lo que esa capacidad pueda crear sea fácilmente replicable una vez entre en existencia.

Un mundo así redefine todas las nociones de valor y pone en el centro una cuestión central del transhumanismo: que en el centro de todo, como en el Renacimiento, se encuentran las personas. Ellas son lo único que no se puede replicar, que siempre será escaso porque cada una es diferente de la de al lado y ofrece oportunidades específicamente suyas. Es cierto que muchos patrones se repiten (gente extrovertida, o que le gusta el fútbol), pero la combinación concreta de todos elementos en un patrón específico es mucho más rara y, aunque no sea realmente única, ciertamente es muy escasa.

El resultado es que nos dirigimos hacia un mundo que plantea muchas cuestiones y discusiones en todo el orden social que ponen en jaque el mundo como lo hemos conocido. Desde la transparencia a la democracia y, en último caso, incluso el valor intrínseco de las cosas.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas del valor de las cosas?

2 replies on “¿A qué se debe el valor de las cosas?”

La revolución marginalista de Jevons, Menger y Walras llevo a la economía la ruptura con toda la tradición clásica de la idea de que el precio de las cosas, es igual al valor trabajo o su coste de producción. Actualmente, los modelos econométricos, al igual que los modelos micro y macro pertenecientes a la teoría económica ortodoxa, basan sus postulados de precio en la idea de preferencias marginales, que tienen más que ver con los gustos y las valoraciones subjetivas. A ese postulado, además, han sumado valiosas ideas los desarrollos posterioes de la psicología económica o “Behavioral Economics”.

Y la Escuela de Economía Austríaca dejo de lado la tesis de que la economía es la ciencia de la escasez de recursos y su asignación. La economía es la ciencia de la acción humana en su capacidad para elegir una serie de medios para un determinado fin, sea este el que sea y debido a que los medios no son infinitos, no todos logran los mismos resultados y solo unos pocos se ajustan a lo que los consumidores demandan.

La economía así vista, ya no es un proceso estático, sino totalmente dinámico, un proceso productivo complejo y caótico, o como diría Hayek, un proceso auto-organizativo donde el elemento fundamental no es tanto el capital, como la información y su transformación en conocimiento.

Y aunque es cierto que oferta y demanda siguen cruzándose y en ellos se encuentra el precio, eso se produce a largo plazo y no a corto plazo. Y ya no es en los factores de producción dónde estos tienen su reflejo, si no en los gustos de los consumidores, que es donde los empresarios fijan su atención. Así, los empresarios, más que maximizadores de capital al más puro estilo marxista, son recolectores y transformadores de conocimiento disperso sobre necesidades que solucionan a traves de bienes y servicios. Los precios son un reflejo de la dinámica de los valores.

Por muy atractiva que pueda resultar la tesis de Rifkin de una sociedad de coste marginal cero, lamentablemente eso nunca se dará, porque que ciertos bienes sean más baratos en su producción por los desarrollos tecnológicos (algo que siempre ha sido así), otros bienes y servicios serán necesarios cuyos costes marginales no serán iguales o cercanos a cero.

Como decía Antonio Machado: “Todo necio confunde valor y precio”. No pensemos que porque los precios bajen, lo haga su valor y lo que la gente está dipuesta a pagar por ellos, es el valor que esos productos y servicios le reportan.

Seludos Alberto

Sin duda, hasta cierto punto estoy de acuerdo con todo eso, pero sólo hasta cierto punto. En el momento en que transformas la economía en “la ciencia de la acción humana en su capacidad para elegir una serie de medios para un determinado fin”, lo que has hecho es salir de la economía por completo y entrar en la sociología. Vestirse de una manera determinada para hacer deporte es elegir un medio (ropa) para un fin (hacer deporte de modo cómodo) y, sin embargo, no es parte de la economía (no hay transacción alguna entre tú y las distintas prendas que hay en tu armario). La relación entre medios y fines es una de las piezas fundamentales de toda interacción humana en todas sus dimensiones, desde la política a las relaciones afectivas, mucho más allá de los límites de lo que las herramientas y análisis económicos realmente pueden abarcar.

Limitando la parte del post sobre la escasez únicamente a la parte económica (dejando de lado la escasez de sentimientos o cualquier otro tipo no económico), es cierto que indudablemente la sociedad de coste cero no se dará nunca. Siempre habrá bienes escasos y, por tanto, con un precio más alto, aunque sea simplemente la capacidad humana que siempre se limita como mínimo por el factor tiempo y habilidad. De hecho, ni siquiera es del todo cierto que se rebajen muchos bienes al rebajarse el coste de su producción, porque normalmente cuando eso ocurre ya ha salido la nueva versión de ese bien que tiene el mismo precio que el anterior tenía y el que tendría que haber sido rebajado deja de estar a la venta (véase, por ejemplo, el funcionamiento del mercado de teléfonos móviles, donde las distintas piezas desaparecen rápidamente de los mercados y siempre hay gamas altas, medias y bajas en franjas de precio similares, aunque con prestaciones crecientes todas ellas).

En cuanto a la parte de las preferencias, sin duda sirven a la hora de determinar lo que cada uno de los compradores va a hacer con su dinero: al que le gusten los aparatos electrónicos comprará uno mientras otros comprarán coches, o pagarán por espectáculos de entretenimiento. Pero las preferencias son individuales, cada persona tiene las suyas, y aunque podemos hacer un agregado de las mismas, la clave a la hora de determinar cuánto valor tiene ese agregado depende más de la capacidad de la gente para satisfacer ese deseo – o sea, la escasez del mismo. De ahí la parte del aire: todo el mundo tiene una enorme preferencia por respirar, es algo que en general nos gusta hacer a todos y echamos de menos cuando no lo tenemos… pero, como el aire en principio está libremente disponible, por muy alta que sea nuestra preferencia por el mismo, el valor que le damos es muy bajo porque damos por sentado que ese aire va a estar disponible, de modo que ni nos paramos a pensar en él normalmente, centrándonos en otras cosas diferentes.

Es por todo ello que la escasez sigue siendo un elemento central del valor que le damos a las cosas, más allá de la economía. Indudablemente, no es el único elemento importante a la hora de asignarle valor, como bien señalaste las preferencias juegan un papel muy importante, pero sin duda sigue siendo un elemento clave y al que demasiado a menudo se le presta menos atención de la debida.

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