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Crítica de película: Adiós Bafana

La película Adiós Bafana no pasará a la posteridad por su ritmo trepidante ni por su increíble fotografía. No está llena de interpretaciones de Óscar ni de unos diálogos de una profundidad inesperada. Sin embargo, sociológicamente si cuenta con algunas cosas que vale la pena.

Obviamente, la primera es la que más salta a la vista: un vistazo a un periodo de la historia reciente cuyas consecuencias aún hoy en día se sienten cuando se leen las noticias internacionales. Y una historia que es (junto a la de Gandhi en India y el Che en América Latina) una parte central del ideario rebelde y revolucionario del mundo entero, en especial de la izquierda. En el caso de Mandela, es justo la historia en el punto intermedio entre la revolución armada del Che y la revuelta pacífica de la India. Una revolución que combinó la lucha armada en las calles y el terrorismo junto a un fuerte ideario y un liderazgo ejemplar que se resistía desde las cárceles y con la paz.

Uno de los fallos de Adiós Bafana se encuentra en el hecho de que el narrador es el celador de Mandela, no él mismo. Esto sirve, especialmente al principio, para destacar muy eficazmente la división blanco/negro propia del appartheid y todos los discursos al respecto, pero también hace que parte de los posibles mejores diálogos y discursos sobre la revolución, el poder y demás, se pierdan porque el protagonista no se encuentra delante cuando se producen. Queda sin duda, la historia humana, pero se pierde parte de la historia política.

Otro elemento interesante es, sin duda, la cuestión de género. Es obvio señalarlo en el personaje de la esposa del protagonista, en la medida en que ella no tiene capacidad de agencia ni control sobre su vida, sino que sigue los pasos y se ve guiada por las decisiones de su marido. Sin embargo, creo que es interesante el otro lado de la historia, cómo la cuestión de género se ve también en la construcción de la identidad de los hombres en los comentarios que estos hacen (por ejemplo después de que entregue el chocolate a la esposa de Mandela) pero especialmente en los roles y actitudes (como la sequedad de los hombres o que, ante la muerte de su propio hijo, el protagonista tiene que irse fuera para poder llorar).

La última cosa que se me ocurre comentar  sobre Adiós Bafana es, quizás, la más superficial. Siempre que veo historias del appartheid me choca y sorprende una historia de esclavitud y discriminación tan clara con una estética tan moderna. Mientras en el mundo occidental se bailaba rock-and-roll, en Sudáfrica todavía había la gran división y la independencia no fue ganada hasta que comenzaban a surgir los hippies. Y esto me recuerda inevitablemente la cantidad de esclavos que, de un modo u otro, siguen existiendo en la actualidad, y la gran cantidad de batallas que aún quedan por librar por un mundo más igualitario y más justo para todos.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de esta película?

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