La Comisión Europea ha iniciado este 60 aniversario del Tratado de Roma declarando parcialmente la guerra a la función callada y subalterna a la que la Alta Autoridad (el antiguo nombre de la Comisión) había quedado relegada en este comienzo de siglo XXI. Y para hacerlo, ha hecho varios movimientos para romper una de las desigualdades fundamentales de la Unión: el hecho de que los beneficios de la misma los Estados se los atribuyen a si mismos, mientras le echan las culpas por las cosas malas. El primer movimiento fue obligar a que los Estados se pronuncien en las comisiones incómodas y el segundo es la publicación del Libro Blanco Sobre el Futuro de Europa, el primero de varios informes que irán saliendo a lo largo del año.
A diferencia de lo que muchos esperaban (para cantar los aleluyas o para maldecir su nombre), en lugar de iniciar el proceso directamente legislativo (al fin y al cabo es su poder como Comisión), lo que ha hecho es crear un debate profundo sobre el futuro de la Unión. Para ello, el informe no da nuevas normas ni elementos concretos, sino que esboza los cinco escenarios que podría implicar el futuro de la UE. No me quiero detener mucho en ellos, así que resumidamente serían:
-Todo sigue igual.
-Todo se reduce al mercado único.
-Fomentamos la Europa de múltiples velocidades (cada uno que vaya pactando lo que quiera unir por su lado).
-Nos centramos (pocos ámbitos, pero en esos tener gran cantidad de poderes transferidos).
-Nos unimos (caminar hacia unos Estados Unidos de Europa, paso a paso pero firmemente).
Ese viene siendo el resumen de los cinco escenarios, que la Comisión describe en más detalle pero en cualquier caso de un modo suficientemente vago como para que sigan siendo historias de futuro-ficción, no paquetes de leyes y decisiones a implementar desde ya.
El objetivo, manifiesto por la Comisión al final del texto, es que a lo largo de toda Europa comience un profundo debate sobre qué somos y hacia donde vamos. Y esto es lo que a mi me parece muy potente.
Vivimos en una Europa que ya se ha habituado a buena parte de lo que es la Unión y la da por sentado (como la paz en el continente), donde crecen movimientos nacionalistas y xenófobos partidarios de debilitar o separarse de la Unión (cuyo mayor logro es el brexit) y donde la mayor parte de la gente no sabe bien cómo afecta la Unión a sus vidas, ni qué desean de ella. Y eso en medio de una crisis económica que aún vive, enganchada a una crisis de legitimidad y política extendida que se alimenta precisamente de todas esas debilidades. Es importantísimo generar de nuevo una explicación y un debate sobre el camino que hemos seguido y el que tenemos ante nosotros, porque sino ese camino se andará a ciegas (al fin y al cabo, el mañana nunca espera más de 24 horas).
Los cinco escenarios no están así diseñados para ser aprobados en el Parlamento como un conjunto de leyes y decisiones, sino que están articulados de tal modo que sirvan como base al debate. Habrá quienes prefieran una Unión que siga como hasta ahora, otros querrán tener la libertad de profundizar a múltiples velocidades, mientras que otros querrán reducirla solo al mercado único. Sabemos que esos intereses, y más, coexisten en el interior de la Unión y de toda Europa, el objetivo del texto no es dar leyes, sino sacar todos intereses a la luz y abrir el debate sobre ellos, sobre cuales consideramos mejores o peores, cuales nos interesan más y cuales no desearíamos jamás. El camino, al fin y al cabo, que recorreremos todos juntos de un modo u otro (salvo que ahora haya un holanxit, franxit, etc.).
Algunos han dejado ya muy claras sus posiciones desde hace tiempo y se han beneficiado de ello: los nacionalistas y separatistas de derechas, como Le Pen, hace tiempo que claman contra Europa y dicen que “ninguna Europa nos vale, Francia libre e independiente”. Ok, es una posición legítima y válida aunque no la comparta. El problema es que todos los demás viven en el mundo de “si, más Europa” (¿qué es más Europa?) o “articulemos mecanismos de convergencia multilateral en el seno de Europa” (¿qué mecanismos y qué modelo de Europa es ese?) o “limitemos Europa y devolvamos competencias a los Estados” (¿qué competencias y qué modelo de Europa reducida deseas?).
En el fondo, de eso va todo. Europa se ha debilitado porque la historia nos ha llevado así, quitando el nexo de unión que la mantenía junta. No nos unimos porque nos quisiéramos, sino porque temíamos ir a la guerra de nuevo entre nosotros. Cuando quedó claro que la paz en Europa iba a dominar, la promesa de una mayor riqueza y bienestar económico nos mantuvo juntos. Pero, con la crisis, esa promesa mostró que en realidad es falsa, o al menos parcialmente.
Es cierto que vamos a ser más ricos, influyentes y poderosos en un mundo global de grandes potencias juntos que separados, pero… ¿es esa suficiente razón para convivir? Y si lo es, ¿en qué modelo de convivencia? Cuando Adenauer, Monnet y el resto de los padres de la Unión la crearon, el objetivo era llegar a unos Estados Unidos de Europa, y no tenían problema en decir que la Europa federal era el objetivo final a alcanzar, paso a paso. Aparentemente, con los años y las generaciones, ese objetivo se ha ido debilitando, a medida que antiguas élites nacionales perdían un poder que no querían ceder y los nacionalismos se atrincheraban contra la destrucción de su propio Estado bajo el monstruo europeo.
En ese modelo y en esa situación es donde llega el primer libro de la Comisión este año y pone sobre la mesa la pregunta que llevamos décadas evitando: ¿hacia dónde quieres que vaya la Unión Europea? Yo tengo claro que hace muchos años que soy un federalista europeo, por mi unos Estados Unidos de Europa serían el innegable objetivo a alcanzar y, además, creo que es la única forma real de que Europa tenga su peso en el mundo global y esto le permita garantizar su seguridad, prosperidad, ecología, etc. Como dice el antiguo lema de los movimientos sociales “united we stand, apart we fall”.
Pero, como la Comisión muestra, solo es uno entre seis caminos (el sexto siendo la disolución de la UE). No necesariamente el más válido, ni el más extendido. Así que, abierto queda el debate a nivel internacional y probablemente los meses que viene vayamos viendo distintos colectivos ir tomando posiciones frente a la disyuntiva planteada por la Comisión. Tú, ¿de qué lado vas a estar?
Costán Sequeiros Bruna