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Reflexiones personales

Lo mediocre

mediocreHay un artículo de David Jiménez sobre el triunfo de los mediocres que, bajo varias supuestas autorías, ha estado circulando por internet. Es un artículo interesante con el que inicialmente es difícil no estar de acuerdo porque dice muchas cosas que suenan muy bien juntas. Y, aunque en parte es cierto lo que dice, la verdad es que se basa en una serie de errores, falacias y ocultaciones que a todos nos ocurren.

Pero lo cierto es que es difícil llevarle inicialmente la contraria. ¿Cómo no pensar que España es un país mediocre si nuestro presidente del gobierno no sabe ni hablar inglés? ¿Y la cantidad de telebasura que llena nuestros canales de televisión, preparados para alimentar a una población idiota incapaz de digerir nada más desarrollado? ¿Y las universidades que no llegan a ningún puesto decente de los rankings internacionales? Estos ejemplos muestran un mensaje claro: todos ellos son mediocres, ergo nuestro país lo es. Pero, sin embargo, cada uno de ellos oculta realidades que cambian todo ello, principalmente relacionados con el elemento central de los medios de comunicación: la visibilidad.

El caso de los políticos nos habla de la diferencia entre lo supuesto y lo real. Un buen político, a nivel teórico, es un buen gobernante, culto, inteligente, con buena oratoria, capaz de crear políticas que generan bienestar a la sociedad, que respeta la democracia, etc. Contra todo eso, es inevitable no sentirse defraudados ante la incapacidad de nuestros políticos mediocres para hacer eso. Pero es que ese es el supuesto de un político, como el tipo ideal descrito en El Ala Oeste de la Casa Blanca.

La realidad es que la posición de un político no depende de hacer bien como gobernante, sino como competidor. Para ser exitosos como político deben ser excelentes destruyendo a sus rivales dentro del partido, siendo capaces de atraer a los sectores afines y blindarse de seguidores de cara a competir en las elecciones. No se trata de gobernar bien, el oficio real del político es controlar el poder. Rajoy puede no tener ni idea de inglés, ser un nefasto gobernante, avergonzarnos públicamente… pero es un excelente político, capaz de destrozar a toda su oposición interna (desde Aguirre a Aznar), de mantener la cara mientras le salpican un escándalo de corrupción tras otro, y de ganar aún así las elecciones. Por triste que sea, ese es el trabajo de un político y probablemente no sea nada mediocre el nuestro.

Los medios de comunicación nos hablan de la falacia en torno a la representación y la visibilidad. No todos los sectores y colectivos de una sociedad aparecen en igual medida en los medios de comunicación igual que estos no prestan igual atención a todas las noticias. No es importante señalar que hoy todas las ambulancias han llegado bien a sus hospitales, eso lo damos por sentado, pero si es noticia en caso de que una se haya estrellado y matado al paciente que transportaba. Las noticias invisibilizan así a los sectores de nuestra sociedad que funcionan bien y sin problemas, sobrerrepresentando en cambio a todos los que fracasan, a los problemas sociales actuales, etc.

mediocrePero no es solo cosa de las noticias. La televisión está llena de telebasura y lo natural es asumir que eso es así porque la mayor parte de la audiencia está interesada en ese tipo de contenido. Por tanto, tenemos unos medios de comunicación dando contenido de baja calidad porque tenemos una sociedad llena de espectadores que son gente mediocre. Pero eso no necesariamente es cierto.

Si las televisiones emiten una serie de programas no lo hacen porque sean el contenido que mejor encaje con la audiencia, sino porque es el contenido que más beneficios les va a reportar. Para esto es necesario por un lado tener una audiencia, es cierto, pero a la vez también minimizar los costes de producción. Y muchos de los programas de telebasura son mucho más fáciles y baratos de producir que si se trata de juntar programación de calidad, bien diseñada y con un contenido profundo y trabajado. Si a esto unimos que el número de canales de televisión es limitado, lo que la gente realmente ve en televisión no necesariamente refleja lo que querrían ver sino cual es la menos mala de las opciones disponibles en el momento en que ellos les apetece ver la televisión, y probablemente esta diferencia sea clave en los modelos de desarrollo de televisión realmente a la carta.

En cuanto a las universidades mediocres de nuestro país, son un buen ejemplo de cómo el poder se alimenta de esta percepción. He visto los pasillos de los departamentos de muchas universidades, donde comparten despachos los profesores excelentes con los mediocres, unos al lado de los otros. Y se comportan de modo muy diferente. Los excelentes saben que su carrera va a avanzar gracias a sus méritos, de modo que publican artículos, se esfuerzan en dar buenas clases, participan en congresos, etc. Mientras tanto, los mediocres saben que no pueden competir con ellos en esos elementos, de modo que se inclinan por el otro camino para llegar a coger el poder que puedan: el tráfico de favores, el cambio en las convocatorias para salir beneficiados, las presiones externas para que no se presenten candidatos más cualificados, etc. Al hacerlo, estos profesores mediocres terminan intentando llenar la universidad de otros profesores mediocres que no les hagan sombra y que, a poder ser, les deban el máximo número de favores posibles. Lo cual, inevitablemente, daña las posiciones de las universidades en los rankings y fomenta la percepción de que la misma está llena de profesores mediocres.

Estas tres distorsiones se combinan en nuestro interior. Al fin y al cabo, si nos gobiernan políticos mediocres es porque la sociedad que los votó es mediocre; si la televisión está llena de malas noticias y de programas de telebasura es porque nuestra sociedad es mediocre en su funcionamiento y los individuos que la componen son culturalmente mediocres; si nuestras universidads están llenas de profesores mediocres es porque nuestro país está lleno de profesionales mediocres en todos los puestos posibles.

Esta distorsión de la realidad, además, no es inocente, sino que nos beneficia. Porque hay un salto más: si nosotros nos damos cuenta de toda la mediocridad que nos rodea, entonces es porque nosotros estamos por encima de la misma. Si ciritcamos la telebasura porque es programación de mala calidad hecha para borregos, y el país está lleno de espectadores de esos programas, es señal de que el país está lleno de borregos menos nosotros que no lo vemos. Esto, inevitablemente, nos hace sentir bien, seguros, confiados, inteligentes… en resumen, nos llena de autoestima fruto de ese agradable elitismo que tienen los que se saben mejores que los que les rodean. ¿Qué mejor que irte a la cama a leer un libro mientras los demás ven Operación Triunfo, sabiendo que aunque no te has enterado de ni una palabra de lo que ha escrito Proust, indudablemente eres mejor que la mayoría de la sociedad solo por estar leyendo a Proust?

mediocreEs inevitable que el mundo está lleno de gente media (es el centro de la distribución normal en la que se organiza toda una sociedad), pero media no es lo mismo que mediocre. Mediocre tiene una profunda carga de valoración negativa que solo puede sustentarse sobre la base de que tenemos una percepción sesgada de la realidad, centrada en los estereotipos. Basta que veamos a un par de personas hablando de Gran Hermano para asumir que todos los que son como ellos ven ese programa, por tanto ven telebasura y, por tanto, son mediocres e inferiores a nosotros. Así, por un trozo (tanto de ellos como son sus gustos televisivos, como del conjunto poblacional al que los hemos adscrito por raza, subcultura, género o cualquier otra categoría) hemos juzgado al conjunto en una falacia clásica. Y a los que no vemos hablar de Gran Hermano, los extrapolamos por las cifras de audiencia del programa, por el hecho de que hayan votado a Rajoy, etc. Así que nos miramos, a nosotros y a nuestra sociedad, y decimos “menos mal que estamos por encima de la mediocridad reinante” y miramos al exterior y solo vemos las leyendas de la eficacia germana, de la sofisticación francesa, etc. sin pararnos a entender que ellos también tienen programas de telebasura, que en Estados Unidos eligieron a Trump que probablemente sea peor que Rajoy (y, sin duda, tendrá mucho más poder) y que los grandes científicos británicos y sus universidades de prestigio poco pudieron hacer para impedir el brexit.

Así que ignoramos todo eso, miramos alrededor y decimos con suficiencia que vivimos en un país mediocre. Es mejor que enfrentarse a la verdad, pararse a ver las raíces de por qué las cosas son como son y, además… ¡qué demonios, bastantes amenazas supone la vida real para nuestra autoestima como para no tratar de aferrarnos a toda brizna falsa que podamos imaginar para afianzarla!

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas sobre nuestra sociedad, es mediocre?

One reply on “Lo mediocre”

La mayoría de los políticos son mediocres, es verdad. Pero es que son los que se presentan a las elecciones. La mucha gente capacitada que hay, por los motivos que sea,prefiere no meterse en política. Como consecuencia, entran en ella muchos buscavidas que fuera de ella apenas tendrían a que agarrarse y de este modo hacen de ella su modo de vida, con todos los problemas que esto trae.

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