Foucault es un autor muy conocido del estructuralismo francés que ha dedicado una buena parte de lo más rico a analizar el poder y su funcionamiento. El punto de partida de su concepción del poder es la visión más o menos clásica descrita en libros como Vigilar y Castigar que deja muy claro de qué va. El poder se basaría en su primera perspectiva en la capacidad de analizar y vigilar la sociedad y sancionar a aquellos que actúan en contra de lo que el poder desea de ellos, es una visión claramente vertical que fue central a partir del XVIII cuando surgen edificios como el panóptico.
Sin embargo, a medida que Foucault avanza en su obra va dejando esta noción clásica de poder para dar pie a la aparición del biopoder, una visión mucho más moderna del poder al fin y al cabo. El biopoder es el poder que se usa para gestionar las vidas de la gente en todos sus aspectos y por ello es más fuerte, más sutil y más pervasivo que el poder tradicional.
El biopoder no se basa en la existencia de una autoridad que vigila desde arriba, sino en la construcción de la identidad de los ciudadanos. “¿Para qué necesitas policías si tus ciudadanos quieren hacer lo que quieres que hagan?” podría perfectamente ser su lema si se llevase al extremo. así que la base del poder fluye desde el interior de cada uno a través de instituciones que nos moldean la mente: el colegio, la publicidad, etc. Esos organismos nos meten en la cabeza nociones de lo que deseamos (“¡quiero comprarme el nuevo iphone!”) y a la vez de las formas adecuadas de comportarse y de hacer para conseguirlo. Es fácil encajar esto con la teoría de la desviación de Merton, por ejemplo para ver cómo esas interacciones entre las nociones que tenemos en la cabeza acaban condicionando nuestra forma de actuar y de vivir.
Por tanto, el biopoder no surge exactamente de “los poderosos” como surgía el poder clásico, sino que surge del interior de cada uno. Si yo creo que asesinar está mal y además se que me van a castigar por ello, entonces lo más probable es que no asesine, con lo cual yo me auto-limito. El policía pasa a estar así dentro de cada uno en vez de vestir de azul y llevar una placa.
Sin embargo, el biopoder no surge únicamente de nosotros mismos, sino que es un poder difundido por toda la sociedad. Todos tenemos poder en nuestras relaciones con los demás y, como tenemos configurados en nuestro interior el modo correcto de actuar, lo que debemos desear, etc. en nuestras interacciones con el resto de la gente acabamos dejando traslucir todo ello. Por tanto, a partir de ahí se activan multitud de efectos que convergen en reforzar que deseemos lo que es adecuado: la sanción de nuestros compañeros, el que comportarse de ciertos modos de popularidad o autoestima, etc.
Todos estos mecanismos internos que tenemos funcionando aún cuando no somos ni conscientes de ellos son complementarios al poder de vigilar y castigar. No se trata de que solo deseemos lo que es correcto y las estructuras de poder estén fijadas en nuestro interior (como el heteropatriarcado) sino que al mismo tiempo sigue existiendo una policía, unos hospitales psiquiátricos, etc. que se encargan de compensar, limitar y reinsertar a aquellos cuya identidad construida ha fallado por una causa u otra. No se trata solo de un delincuente, por ejemplo, sino que a efectos de biopoder es igual de peligroso un ladrón que no ha aceptado la norma de la propiedad privada que un depresivo que no interactúa con el conjunto siguiendo los patrones establecidos.
El resultado es que los mecanismos de gestión de la vida, el biopoder, se distribuyen en la sociedad y nos afectan a todos, pero no de igual modo. De este modo, elementos como la riqueza hacen que alguien pueda elegir para sus hijos distintos modelos educativos, escogiendo la formación que desea en valores y demás, frente a los que tienen que ir a una educación pública común que, además, tiene un currículo decidido por gente concreta (políticos normalmente) con poder para ello. De modo que, aunque todo el mundo tiene biopoder en todas sus relaciones con los demás, no todo el mundo tiene la misma cantidad y los normalmente llamados “poderosos” acaban teniendo una capacidad de configurar las mentes y los deseos de mucha gente.
Esto inevitablemente implica que, aunque todos tenemos cierto biopoder, no todos tenemos el mismo ni en los mismos momentos. Desde el interior de una relación de pareja a un trabajo, el poder de cada uno es desigual y está distribuído socialmente para privilegiar a unos grupos sociales por encima de los otros. Los hombres poseen más poder que las mujeres, los ricos que los pobres, los patrones que los empleados, etc.
Por ello, al final, todos acabamos sin darnos cuenta aceptando el viejo motto de “que vivan las cadenas”, encadenándonos nosotros mismos cuando aceptamos una hipoteca para comprar ese coche que queremos, o cuando hablamos mal de alguien porque se ha comportado de tal o cual manera. Al fin y al cabo, el biopoder es el poder sobre la vida, de modo que se encuentra presente en cada faceta de la misma.
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas del biopoder de Foucault?