El principio del entendimiento es el diálogo. Cuando dos personas o facciones están dispuestas a sentarse de verdad a discutir una situación es cuando se pueden producir los acercamientos, el entendimiento, y la solución de los conflictos.
En el lado opuesto, el silencio provoca cancela cualquier acercamiento. Cuando una de las partes se calla y se niega a escuchar a la otra, se rompe toda posibilidad de solución a gusto de ambos participantes. Además, el silencio de uno fuerza al extremismo al otro. Al no valer el diálogo, lo único que vale es ejercer cada vez posiciones más extremas y usar el poder hasta conseguir doblegar a la otra parte por la fuerza.
Estos dos principios tan sencillos son la base de la diferencia política entre la democracia (que se basa en el primero) y el autoritarismo (que se basa en el segundo). La diferencia entre el poder de muchos y el poder de uno. En resumen, el diálogo y el silencio son la base de la sociedad actual más o menos en todos sus aspectos.
En teoría, nuestra sociedad democrática debería inclinarse hacia lo primero, pero lo que vemos desde hace unos pocos años es que cada vez se escora más hacia el segundo. Cuando el gobierno habla, el pueblo escucha y se ve afectado. Cuando el pueblo habla, el gobierno hace oídos sordos y mira hacia otro lado. Lo vimos con el 15M, y con las movilizaciones que han seguido desde entonces. Y, desde el ascenso de Rajoy al poder, cada vez ese efecto se ve con mayor fuerza, arropado por una mayoría absoluta que le hace inmune a cualquier intento del pueblo por echarle del gobierno durante los próximos tres años.
En respuesta a los silencios del gobierno ante las palabras del pueblo, este se moviliza cada vez más y se organiza. Pero esto solo genera frustración, pues por mucho que sus demandas sean justas y adecuadas, lo que sigue recibiendo es silencio. Y hoy ese silencio se ha roto de la peor de las formas, cuando a las palabras del pueblo se les ha respondido no con silencio, sino con golpes. El silencio provoca la radicalización por culpa de la impotencia… pero en este caso, es quien tiene el poder quien se ha radicalizado. ¿De qué se siente impotente? ¿Por qué considera tan grave la movilización pacífica y democrática de los ciudadanos?
Porque hay una cosa básica para un gobierno: la legitimidad. El PP tenía toda la legitimidad necesaria tras unas elecciones con mayoría absoluta, pero desde entonces ha visto como esta iba siendo erosionada con decisiones difíciles, erróneas y tomadas en mal momento, por malas acciones políticas, una imagen de debilidad y falta de conocimiento, y una mala explicación y difusión de sus ideas y acciones.
Y esta falta de legitimidad es precisamente lo que evidencian las movilizaciones. Las manifestaciones no sirven para cambiar la sociedad actualmente porque la mayoría absoluta del PP hace que no tengan que escuchar a la calle ni a la oposición para gobernar. Pero seguimos en una democracia, y las movilizaciones en la calle transmiten un lema claro desde hace tiempo: “no, no, no nos representan”. Y eso, en términos políticos, significa que no tienen legitimidad para gobernar. Y si no tienen esa legitimidad, se los puede deponer, de una forma u otra.
Costán Sequeiros Bruna
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