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Explicando tu vida

La diferencia entre mirar y ver

A menudo, en el uso habitual de la gente, ambos verbos se usan casi como sinónimos, e incluso en sus definiciones en la RAE tienen elementos entremezclados; sin embargo, en realidad son muy diferentes. Y las diferencias entre ambos se encuentran en el centro de muchas de las disparidades en la vida cotidiana de cada uno de nosotros, pues son extensibles al resto de sentidos también como la diferencia entre oír y escuchar.

Entonces empecemos por el principio. Mirar es algo que hacemos siempre que tenemos los ojos abiertos, pues refleja el proceso por el cual la luz incide sobre la parte trasera de los ojos y genera imágenes. Así, es al mirar cuando recibimos impresiones de colores, de formas, de texturas, etc. y con ellas percibimos el entorno que nos rodea. Así que, a la hora de mirar, miramos todo lo que tenemos delante nuestra.

Pero no vemos todo lo que miramos. Ver es el acto de transformar lo que miramos en conocimiento. Miramos una cosa de color marrón, plana y con cuatro palos marrones y vemos una mesa. Ahí se ha dado un salto que ha transformado el estímulo sensorial en un producto mental, una idea, un concepto, con el cual el cerebro puede operar. No le sirve de nada la cosa marrón con palos, pero en cambio sabe que en una mesa puede colocar la comida, o ponerse a trabajar, o lo que quiera hacer al momento.

Este proceso, sin embargo, requiere de cierta cantidad (no desdeñable, de hecho) de recursos del cerebro, de modo que este no puede procesar todo lo que mira y debe centrar su atención en los elementos que le son interesantes. Así, vemos ciertas cosas en nuestro entorno, aquello en lo que nos fijamos, y el resto lo dejamos normalmente en esa zona ambigua que normalmente llamamos la “periferia de la percepción”, esa región de cosas más o menos familiares que no estamos atendiendo en este momento.

El proceso de percibir algo, de verlo, no es sin embargo neutral. Al contrario, es un proceso mental que todos nosotros hacemos continuamente, de modo que refleja el modo en que somos y nos relacionamos con el mundo. Esto se debe a los arquetipos, la base del proceso, ya que llenan los conceptos con un montón de otros elementos que ya nos son propios y nos permiten saber cómo relacionarnos con esos elementos que hemos visto.

Ver y mirarAsí, varias personas pueden mirar los mismos objetos y, sin embargo, ver cosas distintas. Una pared, por ejemplo, puede a ojos de un arquitecto ser un elemento que su mente ya ha analizado para ver los fallos estructurales, los puntos de contención, etc. quizás en cambio, un pintor ha visto la luz que se proyecta sobre esa pared y las sombras de los objetos cercanos y ha pensado en lo adecuada que sería para hacer un mural. Ambos han mirado la misma pared pero, por sus diferencias en formación, interés, etc. la han visto de manera diferente.

Esto se agranda si tenemos en cuenta que el hecho de ver un objeto o no ya es discrecional. Quizás al entrar en la sala el arquitecto vio la pared pero en cambio el pintor no le prestó la menor atención y luego no será capaz casi ni de decir el color que tenía, porque lo que le llamó la atención fue un lienzo a medio pintar frente a una ventana. Ambos han estado en la misma sala y han mirado todo y, sin embargo, ambos habrán creado una imagen mental diferente de la misma y de cómo interactuar con ella.

La ambigüedad es aún mayor cuando tenemos en cuenta que no todos los objetos son tan “claros” como los físicos. Dos personas miraran a una tercera y verán cosas muy distintas en base a sus ideologías (“es un sucio hippie” frente a “un luchador de la clase obrera” por ejemplo), sus fobias y problemas (“un puto inmigrante” frente a “una persona”), etc. Si abstraemos aun más el objeto que miramos, dos personas pueden ver de forma completamente diferente una noticia en un periódico aunque lean las mismas palabras en el mismo, igual que pueden escuchar de manera diferente una canción.

El resultado es que cada uno vive en un mundo ligeramente diferente de los demás, donde ciertos objetos son habitualmente visibles y otros invisibles, y donde tendemos a pensar erróneamente que los demás ven lo mismo que nosotros cuando no es así. La mirada de un experto, o de alguien de una identidad distinta a la nuestra, es enormemente diferente a la que nosotros podemos tener; aunque el idioma puede servir para reducir la distancia entre ambos al comunicarle una persona a la otra lo que ha visto, dado que el idioma mismo debe ser percibido, la distancia nunca llega a anularse del todo. Y, ante estas diferencias, es inevitable que ocasionalmente surjan malentendidos, cosas que creíamos que querían decir una cosa y en realidad el otro pensaba que significaban algo diferente, etc. espcialmente cuando en la comunicación se introducen elementos como la ironía, el doble sentido y lo implícito.

Así que, al final, todos vivimos en nuestra peculiar realidad personal sobre la que se asienta la casuística con la que entendemos la vida que vivimos. Y es parte del drama diario de nuestras vidas el ser capaces de trascender nuestras barreras e intentar, a través de la empatía por ejemplo, ver el mundo con los ojos de los demás. Si no hacemos ese esfuerzo, al final es imposible el diálogo y el entendimiento y solo queda el conflicto irresoluble de dos mundos que no se entienden el uno al otro.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas sobre este proceso?

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