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Reflexiones personales

Los antisistema

antisistema 1A menudo, los partidos políticos situados en torno al centro del espectro usan el término “antisistema” como un arma arrojadiza que lanzar contra sus enemigos. Por su tono y su gesto al usar esa palabra, antisistema equivale a traidor, a rebelde, a poco menos que el Demonio encarnado en actor político. Y parte de razón tienen, pero a la vez también se equivocan profundamente.

Tomando parte del argumento de Linz en “La Quiebra de las Democracias”, los antisistema son básicamente un conjunto de actores y partidos deseales con el sistema en el que viven. O sea, que no respetan la legitimidad del mismo y rechazan un sistema que, bajo su punto de vista crítico, es inadecuado para los fines sociales que consideran más importantes. El resultado es que los desleales, o antisistema, se oponen al sistema en el que viven de modo directo, lo cual en buena medida los convierte en el anatema de cualquier grupo político leal con el sistema.

Esa es la parte en la que la crítica que vincula antisistema y demonio acierta porque, desde el interior del sistema, realmente son la némesis que quiere destruirlo. Sin embargo, el uso habitual de antisistema tiene una fuerte connotación peyorativa, especialmente en manos de la derecha mediática: un antisistema es un rebelde sin causa que busca destruir nuestro justo gobierno e instaurar una dictadura populista/anarquista/gulags que destruirán todo lo que valoramos y queremos mientras queman iglesias y se ríen malévolamente. Poco falta para que directamente los pinten de villanos de una película (como, de hecho, hizo literalmente Gil Calvo en su descripción de Pablo Iglesias, siendo Podemos un partido bastante más moderado que antisistema).

Sin embargo, que un colectivo esté en contra del sistema en el que vivan, que sean desleales al mismo, no es necesariamente negativo. Los revolucionarios franceses eran antisistema cuando derribaron una monarquía y crearon una democracia, igual que los americanos cuando se liberaron del yugo británico; por el otro lado, también eran antisistema las tropas franquistas que derribaron una democracia, o el partido nazi que usó los medios democráticos de la república alemana para subvertirla y destruirla desde dentro.

Ser desleal con un sistema, por tanto, no implica necesariamente nada bueno (no todos son héroes) pero, desde luego, no implica necesariamente tampoco nada malo (tampoco son todos villanos). Ser antisistema lo único que implica es que se está en contra de una sociedad y su articulación concreta y que se busca su cambio profundo para que pueda cumplir con fines más elevados. Ejemplos de antisistemas contemporáneos que difícilmente podrían definirse como “malvados”:

antisistema 2-Un colectivo anarquista que busca una nueva sociedad basada en la horizontalidad de las relaciones y el final de la dominación de una élite que controla los medios de producción y de represión.

-Un colectivo que crea en la democracia participativa y que, por tanto, precisa de la abolición de los mecanismos de representación (Congreso, Gobierno, Senado…) para construir herramientas de decisión social conjunta.

-Un colectivo que crea que el neoliberalismo económico domina la sociedad y lo que hay que hacer es reformar la estructura social para construir un sistema donde la economía esté supeditada a las personas o al Estado.

Dichos así en abstracto pueden parecer muy extraños e improbables, pero lo cierto es que nuestra historia está llena de colectivos de esta clase, de los cuales han salido muchas buenas cosas. Los anarquistas lucharon del lado republicano durante la Guerra Civil, protegiendo un sistema menos abusivo de la implantación de uno peor; los que abogan por una democracia participativa se encuentran detrás del desarrollo y potenciación de iniciativas legislativas ciudadanas y el uso de referendums en muchos países; y los antineoliberalistas son los herederos de los movimientos sindicales y trabajan con fuerza por crear un nuevo sistema donde el mercado opere de un modo más igualitario y haya menos desigualdad.

Por tanto, ser un antisistema no es intrínsecamente negativo en ningún momento ni en ningún sentido y, además, es socialmente necesario. Por mucho que Fukuyama dijese en “El Final de la Historia” que estábamos en el último de los sistemas sociales y que la ideología iba a morir, se equivocó. El mundo en el que vivimos (especialmente dentro del primer mundo) probablemente sea el menos malo de los mundos que ha habido… pero, sin duda, no es ni de lejos el mejor que puede existir ni necesariamente el mejor que podemos crear en la actualidad.

antisistema 3Es necesaria la voz de los leales al sistema (aquellos que no quieren reformarlo) así como la de los desleales con el mismo (los antisistema) y de todas las posiciones intermedias. Solo el choque de esas voces, el debate profundo sobre la realidad que construimos entre todos, puede llevarnos a conocer las fortalezas y debilidades del mundo que tenemos, y a construir alternativas que potencien las primeras y reduzcan las segundas. Y, llegado el caso de que la reforma no sea suficiente, elaborar planes y diseños donde los cambios estructurales profundos y revolucionarios puedan dar pie a un mundo que sea mejor que el que tenemos.

La derecha, conservadora por naturaleza, reniega de todo cambio, de modo que es natural que demonice a los agentes que buscan cambios lo más profundos posibles. Pero ser antisistema no es malo en si mismo, lo único que determina la “bondad” o “maldad” de un colectivo antisistema concreto es el conjunto de ideales que defiende (sometidos a debate social sobre si son beneficiosos o perniciosos) y el conjunto de medios que usan para conseguir esa sociedad alternativa ideal para ellos.

Al fin y al cabo, la historia la escriben en buena medida los antisistema y muchos de los grandes avances son cosa suya. ¿O acaso no es la Transición el acto pacífico de reformar antisistémicamente un sistema considerado injusto?

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de los antisistema?

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