A menudo, la primera respuesta que se tiene cuando sale a discusión la cuestión de la discriminación positiva es que, “si tienen curriculum adecuado, seguro que habrían conseguido el trabajo porque los empresarios no son tontos y cogen al mejor preparado”. Es una respuesta habitual y, a priori, tiene sentido, al menos económico. Lo que ignora es que el problema no es una cuestión de contratos, sino de discriminación y prejuicios que se encuentran detrás pero condicionando la realidad mucho más.
El enorme conjunto de prejuicios con los que se construye la sociedad articulan enormes sistemas de discriminación, de grupos dominantes y dominados. Estos sistemas lo que hacen es crear patrones de discriminación que se autovalidan, de modo que su lógica parece cierta aunque no lo sea. a lo largo de este post usaré la discriminación a las mujeres principalmente, pero se puede extender sin dificultad a cualquier otro tipo de discriminación.
Cojamos un ejemplo clásico: “mujer al volante, peligro constante”. Hubo una época en la que, sin duda, este prejuicio podía parecer cierto; es la época en que las primeras mujeres consiguieron el carnet de conducir, sin embargo, como la tradición mandaba que eran los hombres los que conducían, en realidad ellas tenían el carnet pero no solían tener práctica. Entonces, se confundió el síntoma (falta de práctica) con una incapacidad de las mujeres para conducir.
Así, el resultado es que el estereotipo machista se validaba a si mismo por toda la estructura de dominación sobre el que estaba construido, no porque fuera de verdad cierto. Es contra esto contra lo que va destinada la discriminación positiva. Crucemos el charco para un ejemplo clásico.
En Estados Unidos, los colegios estaban segregados en base al color de la piel de la gente. Llegado cierto punto, se abolieron las leyes que segregaban a la gente por motivos raciales, pero se encontraron con que la gente no se mezclaba. Así que fue necesario crear una ley que llevase a que ambos colectivos tuviesen que mezclarse por la fuerza, de modo que se intercambiasen obligados niños de uno y otro que enseñasen a la gente que la convivencia racial era viable. Al margen de los elementos económicos y de discriminación de otras clases, había un importante componente de discriminación racial.
Ahora, retornando al ejemplo del machismo y la elección de los directores de las empresas a la hora de reclutar, si las empresas siguen cerrando acuerdos con el clásico “puro, copa y prostituta” el espacio para las mujeres no tiene lugar. Las mujeres, pocas, que consiguen entrar en ese mundo se ven obligadas a jugar con las reglas de los hombres y, en el camino, a demostrar ser más “masculinas” que la media para poder encontrar su hueco.
Es aquí, como en el caso de los colegios norteamericanos, donde entra la discriminación positiva. Al obligar a que cierta parte de la junta de directores, de políticos, etc. esté compuesto por mujeres, ver a mujeres allí comienza lentamente a verse como algo cotidiano y los prejuicios lentamente pueden ir despareciendo. Con ello, se rompe la hegemonía machista y los estereotipos construidos en torno a ellos. Así, ayudas a que un grupo de mujeres estén obligadas a conducir en vez de sus parejas y, lentamente, cogen la práctica conduciendo que les hacía falta y, con ello, demostrar cotidianamente que no son peores conductoras en absoluto.
Esa es la función de la discriminación positiva: normalizar situaciones que deberían existir por el papel pero que los mecanismos ocultos de dominación hacen que no se de. Solo cuando se hayan roto esos estereotipos y se hayan construido relaciones más naturalmente igualitarias se pueden eliminar las discriminaciones positivas creadas para normalizar esa situación y que la sociedad de nuevo camine por si misma.
Y es que, por mucho que el discurso diga que los empresarios contratan en base al curriculum y cosas similares, lo cierto es que las enormes discriminaciones se encargan de que eso no sea así.
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas de la discriminación positiva?