Abriré con una cita de Lawrence Lessig en su libro “El Código 2.0“:
Del mismo modo que el anonimato puede dotar a alguien de la fuerza para manifestar una opinión impopular, también puede servirle de escudo para verter juicios irresponsables, difamatorios o hirientes.
Y esto es una cuestión que, por obvia que pueda parecer, es clave. Los derechos que hemos construido a nuestro alrededor tienen todos aspectos positivos y negativos, y el derecho a expresión puede requerir conjugar elementos de anonimato con elementos de publicidad; de este modo, habría que buscar modos en que cada uno sea responsable de lo que dice, pero tenga medios reales y eficaces de decir lo que quiera sin temor a represalias. Y en el mundo tecnológicamente avanzado en que vivimos, esta lucha entre publicidad y privacidad se traslada cada vez a más espacios.
Continuemos con palabras de Geremek, que en “La Democracia en Europa” dice unas palabras que no sólo son muy relevantes en la actual situación de crisis de legitimidad del sistema, sino que enganchan muy bien con las anteriores de Lessig:
La democracia se halla, paradójicamente, en contradicción con la necesidad de ese sentimiento de pertenencia, de comunidad. La democracia es un sistema frío. Sin duda está constituida por principios, reglas e instituciones. Pero su existencia depende del esfuerzo del ciudadano. Así pues, el enemigo mortal que amenaza la democracia es la indiferencia, la pasividad de los ciudadanos, la impotencia de los individuos frente al universo kafkiano del poder.
Si la clave en democracia es la participación de los ciudadanos, pues, estos deben ser libres de participar como consideren necesario y de defender sus valores y opiniones. La democracia debe darles el espacio para hacerlo y las herramientas para ello, pero hay que construir también esos sistemas que, permitiendo la participación, construyan redes de responsabilidad por lo que se dice y se hace.
Terminaré con palabras de Edgar Morin en “Pensar Europa”, y aunque él las dice con respecto a un nacionalismo pan-europeo, yo voy a darles otro enfoque en mi comentario:
Nuestra comunidad de destino no surge en modo alguno de nuestro pasado, que la contradice. Surge apenas de nuestro presente porque nuestro futuro nos la impone.
Efectivamente, vivimos en un tiempo de cambio, y nuestro presente, nuestra comunidad, surge del futuro. El problema es que el futuro siempre es desconocido e incierto, nuestra democracia actual puede verse superada por una democracia real y mejor, con mayor participación y gobierno ciudadano, o hundirse ante el peso de los populismos y la inactividad de los ciudadanos, cada vez más lejanos del proyecto político democrático.
El futuro, con sus cambios tecnológicos, políticos, y sociales, hace que cuestionemos las herramientas que hemos tenido hasta ahora. ¿Sirven los modelos actuales para defender la participación y la libertad de expresión responsable de los ciudadanos en una situación de cambio como la que tenemos? ¿Podemos contener la ola de escepticismo y populismo de un mundo que ve como las nuevas tecnologías y la libertad de prensa nos muestran continuamente los entresijos sucios del poder? Y, ante esas preguntas, ¿qué tipo de comunidad nos construye ese futuro en el presente? ¿Cómo organizarnos de forma eficaz de manera que defendamos lo que queremos, y contrarrestemos sus efectos más nocivos?
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas de todas estas frases?