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Sánchez gana las primarias del PSOE

SánchezLa destrucción del PSOE que narraba en tres actos a finales de verano ha llegado, en teoría, a su final tras las primarias. En principio, Pedro Sánchez ha derrotado a Susana Díaz y se convierte de nuevo en el líder del partido. Ya hemos visto antes en el PSOE que, al final, en luchas intestinas el líder del partido no es el candidato a las elecciones generales pero, como para esas falta aún mucho, habrá que ver.

Pero, de momento, hay cosas interesantes que comentar ya. La primera de toda es que, como con Corbyn en Inglaterra y como se ha visto incluso en Estados Unidos con el papel que Sanders jugó contra Hillary, o el de Melenchon en Francia, etc. hay un sector importante de izquierdas que rechaza las posiciones más centristas hacia las cuales los socialdemócratas han ido girando en general. Si cogemos una perspectiva más amplia, movimientos como Syriza en Grecia o Podemos en España son muestra de esto, ya que la población ha ido dando de nuevo poder a partidos que se sitúan más a la izquierda que en el centro, dejando a los partidos del centro en un territorio neutro y más complicado.

Díaz, en este sentido, suponía el centro continuista para el PSOE, mientras que Sánchez había mostrado claramente una posición más de izquierdas y de confrontación con el PP. No puede definirse como un candidato antisistema, sin lugar a dudas, pero si ha mostrado estar en una posición más de izquierdas clásica, más combativo con recortes, contra la derecha y contra la posición cómoda de esperar mientras el PP desmantela el Estado de bienestar. Por tanto, una primera lectura parece indicar que la izquierda en general está recuperando fuerzas y posiciones en el mundo.

La siguiente dimensión tiene que ver con la lucha por el partido en si. De un lado, Susana contaba con el control del aparato, el apoyo de los líderes regionales y tradicionales, etc. del otro, Sánchez no contaba con nada de ello. Y, sin embargo, ganó. Una lectura interesante en esto tiene que ver con el cambio, el riesgo y los tiempos en los que vivimos. Díaz quiso jugar sobre seguro, usar el poder del partido y, un poco como Hillary, ganar porque era el candidato esperado; y, sin embargo, ni una ni otra se dieron cuenta de que el tiempo histórico ha cambiado y lo que antes valía ya no. El cambio, histórico y generacional, requiere nuevas formas para sintonizar con los votantes, nuevas ideas y una actitud en buena medida más combativa contra el sistema, al menos desde la izquierda.

Además, revela otra cosa interesante. En las peleas tradicionales e internas de los partidos, cosas como el apoyo de los barones o de los líderes históricos es lo más importante para decantar el poder, ya que muchos de ellos tienen poder notable en si mismos. Sin embargo, a la hora de enfrentarse a unas primarias, todos esos son solo voces específicas y concretas, no necesariamente reflejan la opinión de los demás miembros y bases del partido y no votan de una manera especialmente poderosa. Es más, muchos de ellos pueden tener sus propios problemas y discusiones con las bases, de modo que lo que dicen (a menudo no controlado por ninguno de los candidatos) puede servir tanto como apoyo como herida al candidato al que apoyen. Y, en cualquier caso, siempre dan la visión del “aparato del partido”, que en una partitocracia como la nuestra es fácil que se vaya tiñendo de oscuro a medida que los abusos de poder empañan su imagen.

DíazA mayores, Díaz jugaba probablemente con un problema: una desconexión de la realidad. Mientras Sánchez era apartado del aparato y tenía que lidiar con las bases directamente con su famoso viaje, a Díaz el aparato le daba la visión del aparato. El problema es que el aparato, como toda élite, tiene una visión muy sesgada y desconectada de la realidad, de modo que si bien se vio pronto que su apoyo en Andalucía era fuerte, su desconexión de Cataluña era clara. Y así con todo. Las élites, de todo tipo, viven en burbujas desconectadas de la realidad, donde lo que para ellos puede ser obvio no lo es para los demás e, incluso, puede ser muy lejano de la realidad. Y eso se debe en buena parte a que todos ellos pasan por las mismas experiencias de élite y tienden a reforzarse y apoyarse unos a otros en sus visiones cerradas de la realidad por no estar realmente expuestos al exterior.

El ejemplo perfecto de esto fue cuando Zapatero falló a la hora de indicar lo que cuesta un café en una cafetería normal. El peso de los viejos dinosaurios políticos puede servir para acercarse a ciertos sectores demográficos que se apoyan en ellos, pero se encuentran muy alejados de la juventud y otros grupos que pueden estar cansados de su intromisión continua en política habiendo ya acabado su tiempo (González y Aznar son perfectos ejemplos de ello). De modo que el apoyo de los viejos políticos parece que en una época de cambio acelerado interno y externo bien podría ser más perjudicial que beneficioso, especialmente porque suelen ir muy estrechamente asociados al establishment.

Finalmente, habrá quien hable de que las primarias son peligrosas, incontroladas, etc. y pondrá el ejemplo del brexit, u otras elecciones “que salieron mal”. Las elecciones no salen mal, lo que pueden salir es distinto de lo que ciertos sectores quieren. Pero vivimos en democracia, o eso se supone, de modo que el miedo no debería ser para los procesos democráticos, los referendums y demás, sino que debería ser hacia los sectores que acaparan poder a espaldas de esos mecanismos y se quieren beneficiar de ellos.

En resumen, el cambio es una fuerza muy importante en la política actual del mundo y Sánchez supo subirse en ese carro. Díaz, creo que por suerte, se queda fuera, en gran medida además como pago por el exceso de confianza y su voluntad para destruir el partido a cambio de trepar ella. Al final, querer el trono a todo precio puede salir muy caro.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de las primarias entre Sánchez y Díaz?

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