Estas dos son las principales teorías actualmente de explicación de las relaciones internacionales, y aunque raramente sean mencionadas como tales, están permanentemente en las noticias de un modo u otro. Así que vale la pena echarles un buen ojo.
Empecemos por el realismo, que es la más antigua de las dos y, de hecho, podríamos rastrearlo hasta Maquiavelo y su Príncipe, por ejemplo. Esta teoría parte del supuesto de que el mundo internacional es anárquico, porque no existe ningun sistema de autoridad central que pueda obligar a los Estados a obedecer y cumplir leyes, y por tanto los únicos actores que importan son los Estados. Al ser anárquico, impera el más fuerte, llevando a una visión donde destaca el papel de las potencias. Por supuesto, los demás países no suelen estar de acuerdo con la preponderancia de otro, de modo que compiten y luchan entre sí para incrementar su poder. Al querer todos ocupar los lugares hegemónicos, lo que surge es un conflicto permanente donde el engaño y la competencia (o, al menos, la sospecha de la misma) hacen imposibles las colaboraciones a largo plazo, debido a que es un juego de suma cero (osea, cuando uno gana es porque otro pierde). En este juego, el principal poder que importa es el duro: cañones, barcos, regimientos de infantería, divisiones aéreas… eso es lo que determina la capacidad de defenderse y agredir a otros y, con ello, la capacidad de controlar la política mundial. Política que debe buscar garantizar el control de los puntos estratégicos y el acceso a los recursos primordiales, dando una enorme importancia a la geoestrategia.
Los discursos de Bush y su gobierno son habitualmente claros ejemplos de una visión realista de las relaciones internacionales.
La otra cara de la moneda, la constructivista, lo que destaca es que la sociedad internacional es como cualquier sociedad: un producto de las interacciones de sus miembros. Como tales, la competición es una parte importante, pero también es posible la cooperación, la indiferencia, o cualquier otra posibilidad. De estas interacciones pueden surgir normas que constriñan y regulen las mismas, que pueden ir desde “acuerdos de caballeros”, normas de etiqueta en las relaciones internacionales, o incluso conjuntos de derecho internacional. El juego en la construcción de estas normas es tanto de competición (buscar las normas más favorables a uno mismo) como de colaboración (porque deben ser aceptables para todos). Por ello, aunque el poder duro es necesario e importante, también lo es el poder blando, mucho más capacitado para generar consensos y equilibrios. Además, junto a los Estados, el constructivismo contempla la importancia de las instituciones internacionales que se van creando (ONU, FMI, etc.) porque ellas son las garantes y defensoras de las normas internacionales, así como el lugar donde se suele negociar su creación. La política internacional, por tanto, no debe buscar la confrontación innecesaria (a veces es inevitable, eso si), sino la construcción de posturas en común, acuerdos aceptables para la mayor parte, y la negociación. Por ello, la legitimidad de las acciones internacionales se vuelve un elemento central y de enorme importancia antes de cualquier intervención, así como todo un corolario de acciones previas como consultas entre pares, etc.
En general, la historia del desarrollo de cualquier institución internacional (desde la ONU a la UE) es buen ejemplo del constructivismo.
Obviamente, he tenido que resumir mucho ambas posturas para hacer una idea general, y he tenido que dejar fuera al liberal-institucionalismo (muy parecido al constructivismo, y a menudo considerado su precursor). Si me preguntáis cual de las dos posturas me parece que define mejor la sociedad internacional actual, os diré que indudablemente el constructivismo encaja mejor.
El paradigma realista fue llevado adelante sin dudar por Bush en la invasión de Irak, donde desdeñó por completo la importancia de la legitimación de la intervención por parte de la ONU, crear grandes consensos internacionales, etc. Y, con ello, pese a que la intervención militar fue un éxito, el manejo posterior ha sido un fracaso. Otro ejemplo del éxito de la perspectiva constructivista es el hecho de que han sido instituciones internacionales (UE y FMI en especial) las artífices de la caída del Gobierno Griego e Italiano, algo completamente inexplicable desde una perspectiva realista donde sólo importa la acción de los Estados.
Costán Sequeiros Bruna
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