Continuando con el post anterior: toda fuerza aplicada genera, al mismo tiempo, “una fuerza de igual intensidad y dirección opuesta sobre el mismo objeto”. Esa es una ley básica de la dinámica en física, probada un millón de veces, pero también puede ser una ley del funcionamiento social si la reformulamos:
Todo movimiento social y cultural genera, con el tiempo, un movimiento opuesto de creciente fuerza a medida que el primer movimiento va ganando poder y moldea la sociedad bajo sus estándares.
O, lo que es lo mismo, como diría Pareto:
Tan pronto una élite es sustituida por otra, una nueva élite empieza a tomar el poder que la anterior acaba de conquistar.
Pero, si eso es así, ¿dónde está esa nueva élite ahora? Pues lo cierto es que en todas partes. La ves cuando caminas por la calle, o cuando comes en un restaurante o lees el periódico. La critica social.
Sin embargo, si que se materializa con mayor fuerza en ciertos elementos de creciente influencia en el subsistema social/ideológico/político. Quizás el primero de ellos fuese Green Peace, cuya crítica al modelo social imperante se reducía a una parte pequeña del mismo, pero con una fuerte oposición a esa parte. Sin embargo, la Hegemonía creció en poder, y como respuesta aparecieron los movimientos críticos a mayor escala, desde los hippies al punk que tomaron fuerzas de antiguos movimientos más o menos boyantes o débiles (desde el sindicalismo al feminismo) y llevaron la lucha a los medios culturales que el mismo sistema usaba para defenderse y propagarse: música con grupos como Megadeth, novela de la mano de Gibson, ciencia social con la Escuela de Frankfurt, cine de la mano de algunos directores europeos,…
Y, finalmente, todos ellos convergieron bajo un único movimiento de movimientos, una bandera política: el movimiento anti-globalización. Este es el movimiento que lucha en el subsistema político/ideológico precisamente en contra del núcleo de las enseñanzas del sistema, desde la relación del primer mundo con el tercero, a la democracia no participativa, o la preponderancia del sistema económico y sus injerencias en el político.
Del otro lado de la valla, los “buenos” contraatacan fortaleciendo sus élites con fusiones con élites de los otros subsistemas (en especial el económico, el más atacado) en un intento de blindarse y crecer, sin darse cuenta de que sus propios “triunfos” alimentan al crecimiento de sus enemigos, encarnizando la batalla política.
Además, proceden a usar los medios de comunicación imperantes para estigmatizar a estos sectores más críticos, esperando que el rechazo social de la mayoría consiga disuadir o eliminar a esta oposición; lo cual sólo consigue que la oposición se vuelva más endógama y, con ello, comience a adquirir una mayor conciencia de ser una clase “para si” (como diría Marx), de sus propios intereses en común a defender… y, lentamente, con sangre, sudor y lágrimas, que de ahí vaya surgiendo una nueva élite, dispuesta a mantener vivo el eterno ciclo de sustitución de las élites.
Sí, el cambio llama a nuestras puertas; el caos, la entropía del sistema. De como se maneje esta transición depende que caminemos hacia un blindaje cada vez mayor del subsistema político, ensimismado en defender por todos los medios un pasado cada vez más lejano (con el establecimiento de mayores medidas de seguridad hasta que alcancemos un auténtico Estado Policial) hasta desembocar en una Revolución violenta… o que, por una vez, ambos sectores se sienten a hablar y caminemos de la mano hacia un mundo de menos desigualdades, con democracia real; y, por una vez, romper el nefasto ciclo de Pareto.
La raza humana nunca ha sido capaz de lograrlo en su historia, desembocando siempre en revoluciones o conquistas. ¿Habremos aprendido algo del rojo río de la Historia? ¿O nos queda repetir nuestros errores una y otra vez, hasta que el Tiempo se acabe o alguien pulse el nefasto Botón Rojo de las armas nucleares?
Costán Sequeiros Bruna
Y tú, ¿qué opinas?