Categories
Reflexiones personales

Matrix: Resurrection y sus sistemas de dominación social

Portada de Matrix Resurrections
Matrix Resurrections describe una nueva y más certera forma de control social a la de la Matrix tradicional.

Que Matrix es mi saga de cine favorita es un hecho, como lo es que no llega a estas páginas por primera vez, ya que en el pasado ya hablamos de Animatrix y el sistema de dominación dentro del universo de las películas. Hoy he visto la nueva y, aunque no está tan bien como las otras, tiene unas cuantas ideas en la construcción de su mundo que son interesantes para este blog, y para de nuevo coger el tema de los sistemas de control social. Pero, eso sí, os aviso que si me acompañáis detrás del conejo blanco, os vais a encontrar spoilers, así que vais advertidos por si preferís no saber nada cuando os pongáis a verla.

Y para comenzar a analizar la representación del control, hay que empezar por el centro, el personaje del Analista que da sentido a la nueva edición de Matrix. Como él mismo dice, las ediciones pasadas, dirigidas por el Arquitecto, se basaban en el control de las cosas, en los hechos, como una complicada y perfecta ecuación matemática. Una que, como sabemos de películas anteriores, siempre llevaba al error sistémico inevitable fruto de la libertad inherente al ser humano: Neo.

Es un control basado en la vigilancia constante de lo que ocurre en el código, a lo que se suma la disposición y eliminación de todo el que despierta. En términos foucaultianos podríamos decir que se basa en vigilar y en castigar.

Pero la aproximación del Analista a la construcción de Matrix es muy distinta. El Analista construye su sistema de dominación no en el control de los hechos objetivos, sino en el control de la percepción subjetiva de los humanos encerrados. Aunque lo resume en el control de lo que desean y lo que temen, en realidad usa un abanico muy amplio de emociones para construir una experiencia más intensa que, de hecho, hace que generemos más electricidad. Por revelaciones de la whistleblower de Facebook, sabemos que la ira es una emoción extremadamente poderosa, que lleva al aumento de la interacción, la relación y la actividad de la gente. Nos activamos, como quien dice, y generamos “más electricidad” con esa fuerte emoción.

Y aquí es donde entra en la conversación el primer autor: Lakoff. Lakoff pone sobre la mesa que, a la hora de construir un discurso político que convenza a los votantes, la razón no es importante. Los datos, los hechos, las cosas objetivas no convencen, pueden sostener un argumento, pero no valen por sí mismas. Lo que convence, lo que mueve a la gente, son las emociones que tejemos en ese discurso, que permiten ir conectando a la gente con lo que hacemos y, más importante, lo que queremos que hagan (en su caso, de análisis político, lo que queremos que vote). Y así tenemos uno de los primeros modos en que se salta de la primera versión de Matrix a la actual: del dominio racional, al dominio a través de lo irracional.

La libertad es uno de los temas centrales de Matrix, siempre lo ha sido, y en este contexto nos pone sobre la mesa la idea de que actuamos de determinadas formas y esas se pueden controlar. La clave para ello es el control del relato social, del cual los actores van a extraer los elementos de sus papeles. Y así nos encontramos con Goffman, que nos habla de cómo en una interacción social cualquiera, los participantes tienen una variedad de roles a su disposición y activan el que consideran pertinente para el momento. Así una copa en la mano y cantar a todo trapo puede ser un papel adecuado en una fiesta, pero probablemente llame la atención en un velatorio; y al atender una tienda, probablemente la encargada escoja el rol de dependienta antes que el de madre. Y las características que tienen ambos roles, así como el modo que sea percibida por los espectadores (los clientes) determinarán el éxito de sus interacciones con los demás y si consigue con ello sus objetivos.

Como véis, los roles y los papeles son interpretaciones donde lo que importa no es tanto el desempeño del actor, sino el modo en que el espectador percibe esa interpretación: si es adecuada o no. Y aquí nos reencontramos con la nueva versión de Matrix y su énfasis en la percepción subjetiva. La realidad entera se deforma cuando aprendemos que ver ciertas cosas, oir ciertas cosas, etc. son señales de la locura, que es el modo en que el Analista mantiene atado a Neo. Al fin y al cabo, la construcción de qué es y qué no es locura es una construcción social, basada en los valores y formas de entender la salud y la normalidad que tiene una sociedad y, como todo, cambia con el tiempo. Ya hablaba de ello Foucault cuando habla del modo en que se construye la atención psiquiátrica.

Pero aquí podemos tender el primer puente: las emociones guian nuestras acciones, dentro de patrones codificados socialmente que son los roles que usamos en la interacción con los demás. ¿Quien construye esos roles? Pues un poco entre todos, pero sin duda hay una influencia desigual, pues pesan más los medios de comunicación, la publicidad, etc. que cada una de las pequeñas interacciones individuales. Al fin y al cabo, en la tele tenemos los ejemplos de los distintos roles representados continuamente en las noticias, las películas, los anuncios de champú. Mientras aprendemos de ellos cómo comportarnos, aceptamos las normas que nos constriñen.

Escena de Matrix Resurrection
Como siempre, Matrix está alrededor de nosotros, en todo momento.

Y aquí vamos a reencontrarnos con otro clásico como es Merton y su cuadro de la desviación. Merton dice que la sociedad nos fija unos objetivos que tenemos que alcanzar para ser exitosos y dignos de admiración y respeto: analizando la sociedad norteamericana, el fin principal socialmente es enriquecerse. Ante eso, la sociedad dispone de una serie de medios para alcanzar ese fin: crear tu propio negocio, trabajar duro, invertir en bolsa… Y la gente debe elegir si acepta ambas cosas, o si se opone a una o a la otra. Así nos encontramos que la gente normal persigue ese objetivo por los medios que le han dicho que siga; por el contrario, los “desviados” o rechazan ese objetivo (por ejemplo un religioso que renuncia a la riqueza para aproximarse a Dios) o rechazan los medios (como los criminales, que buscan enriquecerse pero por otros medios) o bien ambas cosas (los rebeldes y los retraídos).

Esta combinación de medios y fines guían nuestras estrategias para interactuar en sociedad y buscar ser exitosos, de modo que encajan como anillo al dedo en la estructura de roles de la que hablábamos antes. Y Matrix lo muestra claramente, porque en su nueva versión construye todos los medios para que las personas tengan siempre algo que ganar, pero también algo que perder, y es esta dualidad la que los mantiene esclavos. Porque, al final, lo que construye el Analista es precisamente un entorno controlado donde toda la gente se vuelve “normal” en términos mertonianos: aceptan tanto los objetivos sociales como los medios para llegar a ellos. Y, con ello, muere cualquier idea de revolución o despertar, ya que si aceptas ambas cosas el sistema te maneja dentro de sus parámetros.

Y con esto llegamos a Foucault en su etapa tardía y su concepto central de biopoder. El biopoder es el conjunto de todos estos mecanismos, articulados desde quienes están en el poder, para gestionar la vida de las personas. Jugando con sus sueños, sus miedos, y sus objetivos, consiguen canalizarnos para que hagamos lo que ellos quieren. Primero te hacen soñar con el nuevo Iphone, luego te dicen que para conseguirlo te metas en un curro de mierda y lo tendrás, y cuando finalmente lo tienes sacan una nueva edición y de nuevo a seguir en el bucle. Gestionan los sentimientos, controlan los medios y los fines y articulan los roles con los que nos movemos. Y, con ello, crean la perfecta prisión.

No se trata de que, como en la edición anterior, Matrix sea una máquina perfecta que nos oculta la realidad. Sino que, incluso confrontados con la realidad, a menudo si se juega con nuestros sentimientos, la elección que tomamos es seguir siendo esclavos. Es lo que le pasa a Trinity durante un momento, hacia el final, cuando se presentan sus hijos delante de ella, o los debates de Neo hacia el principio entre creer en lo que él recuerda y aceptar que solo fue un episodio de locura. Eso es el modo en que Matrix apresa a los protagonistas y al resto de los humanos que ya no quieren despertar porque tienen demasiado miedo a perder lo que tienen, y ambicionan conseguir aquello que sueñan. Al final, como decía Cifra en la primera, Matrix le dice a tu cerebro que la carne es buena pero eso no quita que siga siendo deliciosa.

Y asi, de ese modo envenenado, jugando con nuestros sentimientos para arrastrar nuestra razón, los sistemas de dominación funcionan en el mundo real. Todo lo que en Matrix asignan a las máquinas que nos oprimen es lo que, en realidad, nos hacemos unos a otros. Y mucho más terrible porque no nos lo hacen unas máquinas enemigas nuestras, sino nuestros propios vecinos y compañeros y, sobretodo, quienes se sientan en los centros de poder y en las élites de nuestras ciudades.

Costán Sequeiros Bruna

Y tú, ¿qué opinas de los sistemas de dominación de Matrix?

Leave a Reply

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.