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Reflexiones personales

El Subsistema Político e Ideológico (I)

En el mundo contemporáneo, la forma que toma el subsistema político es el de una supuesta democracia. Y digo supuesta porque “demos” es pueblo, y “cratia” poder… y el pueblo está actualmente lejos de tener el poder.

Por el contrario, lo que tenemos es un sistema de élites paretianas que compiten entre si abiertamente por el poder cada cuatro años por medio de unas elecciones que se supone que decide el pueblo (cuando en realidad los medios de comunicación, los “lobbies”, las grandes empresas, etc. todas tienen tanto o más poder que las elecciones del pueblo y sus votaciones, y manipulan estas a gusto).

Sin embargo, y pese a la falsedad de esta democracia, las elecciones cada cuatro años si cumplen una función importante: sirven para que la élite defienda sus propios intereses y sea invulnerable a la ley hasta las siguientes elecciones. Esto lo hacen por dos medios. El primero es que una vez que han sido elegidos dejan de estar atados al programa que presentaron ya que ahora “no representan a sus votantes, sino que gobiernan para todos”; y dado que están al margen de la ley (la invulnerabilidad de los parlamentarios es parte de nuestra Constitución) sólo pueden ser controlados por otros políticos y, quizás, si somos optimistas por una difusa opinión pública manejada por los medios de comunicación.

Estas élites políticas, además, son fuertemente endogámicas (como suelen serlo las élites en general), con lo cual los intereses defendidos son en general muy parecidos independientemente de qué partido salga escogido en unas elecciones concretas; esto es así porque existe un fuerte consenso en multitud de temas, especialmente en aplicar una política neoliberal a la totalidad de la economía y política (política impulsada desde otros Estados como los Estados Unidos, y organismos transnacionales como la Organización Mundial de Comercio, el Fondo Monetario Internacional, y el Banco Internacional).

Por su parte, el subsistema ideológico es aquel que se encarga de la importante tarea de legitimar esta dominación; o, lo que es lo mismo, que la gente acepte felizmente ser explotada y dominada por otros. La base de esta ideología que defiende el pueblo la constituyen una serie de dogmas, cuya realidad nunca ha sido probada (o incluso se ha probado su falsedad) y de los cuales, sin embargo, no se puede dudar.

El primero, ya discutido antes, es que es el pueblo el que gobierna a través de unos representantes escogidos libremente y los cuales defienden los intereses del pueblo o nación (en lugar de los suyos propios).

El segundo es que somos libres, que no existe una dominación alguna por parte de un sistema superior sino un acuerdo entre todos nosotros, un contrato social propio de Rousseau. En realidad, somos tan libres como en tiempos de la “Una, Grande y Libre”, sólo que nuestra dominación es aceptada y se ejerce de modo sutil. Como la diferencia entre “1984” de George Orwell y el “Mundo Feliz” de Aldous Huxley. A la hora de la verdad, el peso de la ley, la moda, la dinámica cultural y la historia son los encargados de que siempre escojamos dentro de unos márgenes muy estrechos de “lo aceptable”; lo cual en realidad nos reduce a escoger diferencias cosméticas como la marca del producto que compramos.

El tercer dogma es que estamos en el mejor de los sistemas posibles, que este es el fin de la historia. Ante la aceptación de esta idea no cabe sitio ya para la Revolución, pues no queda sitio alguno al que ir.

Finalmente, el mundo es “natural” que sea así. Aquellas imperfecciones que se encuentran son intrínsecas a la imperfección del ser humano, y aquellas que son excesivas son castigadas por la ley en un acto de purificación del poder, de limpieza de la dominación, haciendo que lo odiado sea el mal ejercicio de la dominación, y no la dominación misma. Figuradamente, no nos levantamos en contra de nuestros “reyes”, sino de “los reyes que abusan del poder”, y por tanto dejamos a los “reyes que no abusan demasiado del poder” limpios de toda culpa.

Para que nadie pueda dudar de este conjunto de dogmas, nos educan en ellos desde pequeños, nos bombardean con ellos en la televisión y la radio (y para aquellos países que se desvían, a menudo el bombardeo es bastante más literal…), se encargan de que todos tengamos miedos para que todos vigilemos si alguien se desvía de la norma (¿recordáis cuando discutimos en este mismo blog el Panóptico de J. Bentham? ¿Y la sociedad del riesgo de U. Beck? Pues unirlos…); y, en general, proceden a una caza de brujas similar a aquella que llevó a cabo la Iglesia con aquellos que osaban alejarse de sus propios dogmas religiosos.

Lo que así se construye es un sistema político nacional donde el dominado es ciego a su dominación, y la élite en el poder es impune para defender sus intereses y hacer creer a los demás que en realidad esos son los intereses de todos. Pero el sistema político/ideológico no se agota en si mismo, no está limitado a la realidad interna del Estado. Por el contrario, lo que se configura es un sistema global y complejo de élites compitiendo entre si por el poder sobre un mundo cada vez más globalizado (no sólo mundializado). Y, para esto, reproducen a nivel mayor lo que existía en el nivel estatal.

El elementos de inviolabilidad de las élites del Estado se transforma así en la inviolabilidad de las naciones hegemónicas gracias a su posesión de bombas nucleares y de amplios ejércitos regulares; esto asegura su capacidad de acción en el exterior pero niegan a los demás la capacidad de tomar acciones contra ellos (permitiendo así saltarse o defender el derecho a la no-injerencia de los Estados a voluntad; y sino que pregunten sobre eso en Irak).

Y el dominio de las élites que defienden sus propios intereses se logra por medio de la destrucción de quienes osan oponerse a ellos (la URSS por ejemplo) y gracias a la elaboración de un amplio conjunto de conocimiento “científico” social y económico que asegure a los demás que el propio es el camino correcto. Este conjunto se llama neoliberalismo, y en la actualidad es defendido acérrimamente a muerte por las naciones del primer mundo (la élite global) sobre las naciones del tercero (los dominados, la periferia del sistema) para así poder explotar sus riquezas sin recurrir a “injustas conquistas” ni “colonias inhumanas”; así que lo hacen por medios legales y que respetan los Derechos Humanos (siendo los préstamos del FMI y del BI los más conocidos y exitosos de tales medios).

Al mismo tiempo, la cultura que se produce en las naciones del primer mundo es exportada a las del tercero para demostrarles cuan poderosos, justos y deseables somos. Y así, conseguir que no se subleben contra el sistema, sino que ansíen emularnos. Para ello les creamos un dogma llamado “progreso” (similar al nacional “ascenso social”) que les haga creer que si siguen nuestros pasos y enseñanzas podrán algún día (tras un largo y doloroso esfuerzo del que las naciones poderosas se beneficiarán enormemente) ser como nosotros.

Y para reforzar esto y que se crean el progreso y se integren más en nuestro modo de dominación procedemos a instalar un McDonalds en cada esquina, hoteles Hilton en las capitales y lugares de turismo, y Windows en sus ordenadores. Siempre permitiéndoles ver que el salto de diferencia tecnológica se puede superar, pero nunca permitiéndoles lograrlo ya que nuestra propia tecnología avanza más rápido que la de ellos.

Costán Sequeiros Bruna

Aquí está la continuación de este post. Y estos son los comentarios que tenía este post en el antiguo blog:

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