
A principios del siglo XX, la psicología dedicaba muchos esfuerzos a entender qué era eso de la inteligencia. Se propusieron numerosas definiciones que, de un modo u otro, focalizaban el estudio de la misma en torno a la capacidad intelectual, la capacidad de abstracción, la racionalidad, etc. Sin embargo, en esta época inicial había cierta amplitud de miras en torno al entendimiento de la cuestión, con diversas teorías que no estaban necesariamente de acuerdo del todo con esa visión de la inteligencia.
Eso cambió a partir más o menos de los años 20. El auge de los tests de coeficiente intelectual que se estaba produciendo desde 1917 abrió un mundo para explorar y medir la inteligencia. Tests que medían estas características fueron implantados en diversas empresas, en el ejército americano, etc. como modo de saber a priori quienes eran aptos para ciertos puestos. Y, al extenderse, la visión de la inteligencia quedó cada vez más centrada en esa forma particular de entenderla: de hecho, llegó a decirse que “inteligencia es eso que miden los tests” (lamentablemente, no encuentro ahora de quien era la cita).


En principio, es probable que la respuesta a esta pregunta parezca obvia: un ser humano es una persona, nacida de otra persona, con 46 cromosomas en su ADN, etc. Ciertamente, esto es verdad, pero si echamos un vistazo a la historia y al futuro, veremos que esta definición no siempre estuvo tan clara, ni volverá a estarlo. Así, hace siglos, no se consideraba humanos/personas a la gente de color, que se creía que eran poco más que animales sin alma. Hoy, por fortuna, esa visión la consideramos errónea y limitada y la hemos modificado, porque deja fuera a una gran parte de la especie humana pero, ¿acaso las definiciones actuales cubren todo lo que corresponde?