Escrito por Santiago Carrillo, este libro es un trozo de la historia española recogida en 260 páginas. Compuesto por 15 biografías de las personas que Carrillo considera clave en la 2ª República, la Guerra Civil y la Transición, nos da una panorámica de casi un siglo de cambios y conflictos que han configurado el presente del país, a través del análisis de sus protagonistas, a muchos de los cuales Carrillo conoció personalmente. Obviamente, y él mismo lo reconoce, la objetividad total es imposible cuando se está tan involucrado en los hechos, pero si creo que ha logrado mediante la reflexión y el tiempo obtener un punto de vista suficientemente neutral como para conseguir quince retratos muy interesantes. Veámoslos brevísimamente, con unas pinceladas para cada uno:
Así, nos encontramos que empieza con Azaña, a quien considera el hombre adecuado para modernizar España pero que llegó siglos tarde; amén de incapaz de manejar una Guerra Civil creciente y aquejado de demasiada soberbia, paralela a su gran capacidad como político y su brillante oratoria.
Le sigue Largo Caballero, que describe como un hombre hecho a si mismo preocupado siempre por aprender, y cada vez más defraudado y radicalizado por la política; cometiendo el trágico error de oponerse al gobierno de Prieto, que Carrillo cree que podría haber tenido más éxito a la hora de defender la República y fracasando a la hora de defender Madrid y, después, como Ministro de la República.

A menudo, es habitual escuchar a alguien llamar a otro fascista cuando el otro le impone su decisión, o usos similares del término porque la sociedad normalmente considera uno sinónimo del otro. Sin embargo, desde la perspectiva sociológica y politológica, y teniendo en cuenta que es un debate abierto de momento, ambos términos son distintos y describen distintos modelos políticos. Autoritarismos ha habido mucho, desde el régimen de Franco al actual de Corea del Norte; en cambio, fascismos sólo ha habido uno en la historia, la Alemania de Hitler. Así que vayamos viendo cómo se construyen ambos sistemas en sus diferencias, para ilustrar cómo uno y otro parecen muy similares, pero al final resultan no serlo.
El principio del entendimiento es el diálogo. Cuando dos personas o facciones están dispuestas a sentarse de verdad a discutir una situación es cuando se pueden producir los acercamientos, el entendimiento, y la solución de los conflictos.